Un terrorista arranca la transmisión en directo antes de bajarse de su coche, pide a su "audiencia" que se suscriba al canal de PewDiePie y procede a matar a decenas de personas en Nueva Zelanda.

Dicha transmisión ha aparecido en Twitter, Facebook, YouTube e Instagram, con enlaces y comentarios en 4chan y Reddit. La matanza termina y ninguna de las plataformas antes mencionadas tuvo tiempo de reaccionar. Considerando la inmensa cantidad de contenido que se publica cada minuto, es virtualmente imposible detectar lo que está pasando con tanta velocidad.

Parece la narrativa de una novela o película distópica de un futuro no muy lejano, pero no es Black Mirror, sino lo que ha sucedido hoy. Si los vídeos de degollaciones musicalizados, estilizados, con etalonaje, grabados con cámaras de alta gama del autoproclamado Estado Islámico nos resultaban extremadamente desconcertantes, lo que parece la nueva normalidad es la transmisión en directo de matanzas para lograr el máximo impacto y difusión en redes sociales, perfectamente dirigido a una audiencia que ha crecido consumiendo información inmediata, menos curada, menos filtrada, menos verificada.

Terrorismo en la época de las redes sociales

Los ataques terroristas, independientemente de la época en que se comentan o los métodos con los que se realizan, están hechos —tal y como lo dice su nombre— para causar horror, terror y miedo. Para lograrlo es necesario llegar a la mayor cantidad de personas posibles y extremistas han encontrado una puerta trasera para saltarse filtros que existían en el pasado. Las redes sociales favorecen la viralización y la redifusión de contenido que genera shock. Una matanza en directo lo lleva a su máxima expresión.

También aprovechan una de las armas más efectivas y al mismo tiempo silenciosas del extremismo en los últimos cinco años: los algoritmos usados por cualquier red social en la actualidad, que premia cualquier cosa que empieza a compartirse o visualizarse con mayor velocidad. Si un vídeo ha tenido una audiencia de cientos de miles en menos de 30 minutos, probablemente termine apareciendo en los recomendados de aún más personas; es la forma en que las compañías crean engagement y garantizan el aumento y crecimiento de minutos invertidos en sus respectivas plataformas.

La consecuencia es que el mensaje de odio llega a más personas, cala en el razonamiento de unos cuantos y funciona como método de radicalización. De la misma manera que los científicos y doctores dicen haber perdido la batalla contra la desinformación de los antivacunas en las redes sociales, los contenidos extremistas son difundidos en abierto y sin control. No hay nadie al volante.

El algoritmo de YouTube es un aliado para los pedófilos

Las personas que perpetraron la matanza en Nueva Zelanda, además de publicar un vídeo, han hecho público un largo manifiesto de setenta páginas donde hacen referencia a la supremacía blanca, a la defensa de la segunda enmienda de la constitución estadounidense (que defiende la pertenencia de armas para la autodefensa), menciona a Donald Trump e inclusive al videojuego Fortnite, como si se tratara de palabras claves relevantes que posiblemente detonen atención en ciertos círculos sociales, foros, discusiones en redes sociales y ciclos noticiosos en medios de comunicación. Es frívolo, calculador y horrorífico.

Hipertextual y yo, de cierta forma, también somos culpables de jugar al juego del terrorista tan solo por escribir esta nota, una práctica de la cual he advertido en más de una ocasión porque contribuye a la difusión del contenido, aún cuando se pretende condenarlo.

https://twitter.com/earcos/status/1081159283180535810

PewDiePie, por cierto, ha condenado inmediatamente en Twitter la matanza para desligarse de la mención a su canal. Pero con 17 millones de seguidores en Twitter también levantará la curiosidad de una porción de su audiencia, que inevitablemente buscará los videos, leerá el manifiesto y más de uno, probablemente, encuentre un mensaje con el que se sienta identificado. El remedio para una cura que mas bien actúa como combustible que aviva el fuego.

https://twitter.com/pewdiepie/status/1106419935390171136

No hay forma de hacer un llamado a la mesura y evitar ser agente de la difusión de contenidos extremistas, aunque sea por criticarlos o condenarlos, sin hacer mención a todo lo anterior. No hay forma de llamar la atención sobre prácticas cuestionables de las redes sociales cuando se trata del funcionamiento de sus algoritmos y la ausencia total de moderación sin poner actos de terrorismo como ejemplo.

La radicalización es viral y en un mundo donde el contenido bien intencionado parece ir siempre más lento que mensajes de odio, vídeos impactantes con actos de violencia, youtubers que se hacen archiconocidos usando en abierto la bandera de la misoginia, parece que el mayor acto de bondad es permanecer en silencio ante el horror, no porque no nos importa, sino para hacer fuerza en contra del algoritmo.

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