Aunque hace unos años podría parecer fruto de una película de ciencia ficción, el cultivo de carne artificial en el laboratorio es ya toda una realidad. Esta es una gran noticia para los vegetarianos que no soportan pensar en el sufrimiento animal, pero echan de menos el sabor de un buen chuletón. Sin embargo, no es la única razón por la que se espera que buena parte de la carne que consumamos en el futuro se haya generado de esta forma.

También es un método muy beneficioso por las implicaciones que podría tener para reducir el calentamiento global y, con él, el cambio climático. El motivo de esta mejora es que las vacas criadas para el consumo de su carne generan a través de su digestión una gran cantidad de metano, clasificado como gas de efecto invernadero, por su capacidad para retener las radiaciones solares cerca de la superficie terrestre, aumentando la temperatura. ¿Pero es realmente la solución sustituir la cría de vacas por el cultivo de carne sintética? No debemos olvidar que para poder cultivar la carne en el laboratorio es necesario un consumo de energía, que liberaría a la atmósfera dióxido de carbono, considerado como el gas de efecto invernadero por excelencia. ¿Cuál es la mejor opción entonces Esta es la pregunta que se hizo un equipo de investigadores de la Escuela Oxford Martin, cuyos resultados se acaban de publicar en Frontiers in Sustainable Food Systems.

¿Qué es el cambio climático?

No es tan fácil como parece

Los gases de efecto invernadero procedentes de actividades agrícolas contribuyen aproximadamente a una cuarta parte del calentamiento global actual. De todos ellos, buena parte procede del metano emitido por la cría de ganado. Por eso, en los últimos años se ha tomado la determinación de sustituir poco a poco esta carne por la opción “fabricada” en el laboratorio, a partir de técnicas de cultivo celular. Sin embargo, pensar que esta es una solución tajante es algo demasiado simplista, pues no se pueden comparar gases como el metano y el dióxido de carbono como si fueran exactamente iguales.

Es cierto que el metano contribuye muchísimo más al calentamiento global. Sin embargo, desaparece de la atmósfera en poco más de doce años, mientras que el dióxido de carbono puede permanecer en ella durante milenios. Por este motivo, a corto plazo sí que puede ser una buena solución recurrir a la carne cultivada, pero si pensamos en el futuro lejano de la Tierra podríamos estar causando más perjuicio.

Para comprobar cuál es la mejor opción a largo plazo, este equipo de científicos de Oxford comparó los efectos de los tres métodos de cría de reses más empleados con cuatro técnicas diferentes de cultivo celular. Lo hicieron a través de un modelo computacional que analizaba los efectos que tendría cada opción sobre el calentamiento global en los próximos mil años.

La carne de laboratorio, más cerca de llegar al supermercado

De este modo pudieron ver que al principio la ganadería generaba un gran impacto, pero este iba siendo superado con el tiempo por algunos métodos de cultivo en laboratorio. Se debe tener también en cuenta que la cría de animales para el consumo de su carne puede afectar al calentamiento global de otras formas, como la necesidad de deforestar grandes extensiones de terreno para crear zonas de pasto. Los árboles son grandes “máquinas” de recogida de dióxido de carbono atmosférico, por lo que su eliminación aumentaría notablemente su concentración.

Por lo tanto, la solución sí podría pasar por el cultivo de carne en el laboratorio, pero para ello sería necesario elegir las técnicas menos contaminantes, a la vez que se buscan fuentes de energía que supongan una emisión mínima de dióxido de carbono.

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