La última semana de 2018 estuvo marcada por la erupción de dos volcanes, en ambos casos acompañada por la aparición de terremotos y tsunamis que hicieron temblar tierra y mar, incluso a kilómetros de distancia del volcán.
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Se trata del Anak Krakatoa, situado en Indonesia, y el Etna, en la isla italiana de Sicilia. El primero fue acompañado de un intenso tsunami, que terminó con la vida de cientos de personas, mientras que el segundo llegó a provocar más de 150 terremotos, uno de ellos con una magnitud de 4’3 en la escala Richter.
Pero los tsunamis y terremotos no son la única consecuencia peligrosa de las erupciones volcánicas. Ni siquiera la ardiente lava. Existe también un peligro aparentemente más pequeño, cuya letalidad reside precisamente en su reducido tamaño: las partículas de ceniza emitidas a la atmósfera. Los riesgos para la salud que todo esto puede acarrear han sido investigados por la doctora Claire Horwell, del Departamento de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Durham. Concretamente ella se ha centrado en la actividad del Kilauea, en Hawái, pero en realidad sus resultados pueden extrapolarse a cualquiera de los 1.500 volcanes que actualmente se encuentran activos en todo el mundo.
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El peligro oculto de la ceniza
La mayoría de consecuencias que acarrea para la salud la ceniza resultante de las erupciones volcánicas son a nivel respiratorio. Esto se comprueba a través de análisis geoquímicos y toxicológicos, que determinan si realmente pueden considerarse peligrosas. Uno de los primeros factores a tener en cuenta es el tamaño de las partículas; ya que, si son muy grandes, no podrán ser inhaladas, de modo que no ocasionarán daños al sistema respiratorio.
También es necesario utilizar técnicas como la difracción de rayos X, que permiten determinar si hay sílice cristalino en la ceniza y, si es así, en qué concentración se encuentra. Esta sustancia es la causante de enfermedades tan graves como la silicosis o el cáncer de pulmón, que durante siglos han matado a miles de mineros en todo el mundo.
Según las declaraciones de la doctora Horwell, aún no hay constancia de que el sílice que se encuentra en las cenizas pueda provocar también estas enfermedades, pero es importante seguir investigando para obtener certezas al respecto.
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De cualquier modo, estas patologías no son el único riesgo existente para la salud respiratoria. De hecho, también se dan otros más leves, como irritación y dolor de garganta, irritación y secreción nasal y respiración incómoda. Todos estos efectos se vuelven más pronunciados en pacientes con trastornos del tórax, que pueden desarrollar síntomas bronquíticos graves. Además, los que ya tienen bronquitis o asma sufren una mayor irritación en las vías respiratorias, que deriva en dificultad para respirar, sibilancias y tos.
Por otro lado, la ceniza puede afectar también a los ojos, causando dolor, picazón, lagrimeo y abrasiones, que en algunas ocasiones terminan generando conjuntivitis y fotosensibilidad.
Finalmente, es común que aparezcan síntomas relacionados con la piel, como irritación, picor o infecciones derivadas de lesiones provocadas al rascar.
Cuidado con los gases volcánicos
Durante la actividad volcánica también es común que se liberen al ambiente gases y aerosoles que pueden ser peligrosos para la salud.
Entre todos ellos destacan el dióxido de azufre, el sulfuro de hidrógeno, el dióxido de carbono, el cloruro de hidrógeno, el fluoruro de hidrógeno y la materia particulada.
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La importancia de informar a la población
Aunque este equipo de científicos de la Universidad de Durham se centra especialmente en el Kilauea, para sus investigaciones han entrevistado a personas de Hawái, México, Japón e Indonesia, todos ellos habitantes de lugares cercanos a volcanes con alta actividad.
Además de comprobar si su salud estaba o no afectada por las sustancias emitidas a la atmósfera durante las erupciones, preguntaron a los participantes qué medidas toman tras estas erupciones y analizaron si están buen asesorados por las autoridades competentes.
Con el fin de mejorar la información que llega hasta los habitantes de las regiones más problemáticas, el equipo ha participado en la creación de un panel de Vog y ha creado la Red Internacional de Riesgos Volcánicos para la salud, en cuya página publican información preventiva muy importante.
Entre los consejos que se encuentren en esta web, destaca mantener las puertas y ventanas de las casas cerradas y utilizar mascarillas y gafas protectoras, especialmente si es necesario salir al exterior. También se aconseja limpiar las zonas llenas de ceniza, lavar bien las verduras antes de cocinarlas y filtrar el agua. En general el agua potable no tiene por qué contaminarse fácilmente, pero se debe prevenir por si acaso.
En cuanto a los gases volcánicos, es importante utilizar mascarillas con filtros diseñados para evitar su inhalación. Además, para personal de rescate y otras personas que deban trabajar cerca de la zona de la catástrofe se recomienda que estas sean de las que cubren la cara completa, aunque resulten más engorrosas.