Durante el día de ayer, medios de comunicación de todo el mundo ardían con la noticia del reciente nacimiento de dos bebés, cuyo genoma había sido supuestamente editado, con el fin de hacerlas resistentes al virus del VIH.

El responsable de tan increíble procedimiento es He Jiankui, un investigador de la Universidad de Ciencia y Tecnología del Sur, ubicada en Shenzhen, China. Para ello, utilizó la técnica CRISPR/Cas9, cuya labor en ingeniería genética ha alcanzado una gran fama en los últimos años, ya que ayuda a los científicos a “cortar y pegar” el ADN, eliminando genes indeseados y sustituyéndolos por el fragmento de ADN correcto. No es la primera vez que se utiliza esta técnica para editar los genes de embriones humanos, pero estos nunca se habían implantado en un útero materno para llevar el embarazo a término. De ser cierto, se podría considerar que He es un pionero, pero un pionero tremendamente irresponsable, ya que su investigación se salta con creces todas las directrices propuestas por la comunidad internacional de científicos. Eso si lo que cuenta es real, pues los únicos datos que ha aportado al respecto han sido un corto vídeo explicativo y un documento de registro del ensayo clínico, cuyos datos empiezan a ponerse ahora en entredicho.

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Por eso, más de un centenar de científicos y funcionarios chinos se han reunido para publicar una carta abierta en la que exponen que lo que ha hecho su compatriota es una temeridad, que daña la reputación de la comunidad biomédica de su país. Por su parte, ya se ha puesto también en marcha una investigación, con la que se pretende localizar todas las irregularidades cometidas durante este “experimento” que, de ser cierto, puede haber puesto en peligro la vida de dos niñas inocentes, cuya andadura en este mundo no ha hecho más que empezar.

La incomodidad de la comunidad china

La noticia de ayer ha llevado a que muchas personas generalicen con la irresponsabilidad de los científicos chinos. Hace poco más de un mes sabíamos del anuncio de un científico chino que pretende lanzar una Luna artificial al cielo en 2020, con todas las implicaciones que eso tendría para la contaminación lumínica. Ahora, otro científico del mismo país asegura haber editado el ADN de dos bebés, sin tener en cuenta las consideraciones éticas al respecto. La reputación de los científicos asiáticos decae con cada una de estas noticias. Por eso, 120 científicos y funcionarios de toda China han escrito una carta abierta en la que califican el trabajo de He como arriesgado e injustificado y protestan por las consecuencias que puede tener para su reputación en el resto del mundo. “La caja de Pandora se ha abierto”, advierten en el comunicado. “Puede que aún tengamos un atisbo de esperanza para cerrarla antes de que sea demasiado tarde”.

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Agarrada a ese atisbo de esperanza, la Comisión Nacional de Salud china ha comenzado una investigación en busca de las irregularidades detrás del procedimiento. Es cierto que en este país no se siguen las mismas leyes sobre edición de genes que en otros y, de hecho, no está prohibida la implantación de embriones modificados genéticamente, como en este caso. Sin embargo, incluso teniendo esto en cuenta parece ser que hay varias irregularidades. De momento, con la investigación recién empezada, varias piezas del entramado parecen haber caído ya por su propio peso.

Para empezar, la Universidad de Ciencia y Tecnología del Sur ha asegurado no tener constancia del proyecto de investigación llevado a cabo por este científico y, además, ha remarcado que llevaba desde el mes de febrero de excedencia, por lo que el procedimiento no puedo ser llevado a cabo en sus instalaciones. Por otro lado, miembros del Shenzhen Harmonicare Hospital, que figura en el documento de registro del ensayo clínico como responsable de la aprobación ética del experimento, han negado estar detrás de este permiso. No se realizó para ello ninguna reunión del Comité de Bioética del Hospital y, además, las firmas podrían haber sido falsificadas.

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edición genómica
Fuente: Pixabay.

Los peligros de “jugar” con los genes

Está claro que uno de los principales objetivos de la biomedicina y la ingeniería genética es mejorar la calidad de vida de las personas y, a bote pronto, modificar el ADN de dos niñas para que en un futuro puedan resistir a una enfermedad tan trágica como el SIDA debería ser una gran noticia. Sin embargo, modificar los genes sin tener pleno dominio de lo que se hace tiene un precio, que no solo paga el investigador, ya que los principales afectados son los seres humanos cuyo material genético se está modificando.

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En el caso de las gemelas recién nacidas y a falta de pruebas que lo demuestren, lo más probable es que supongan un caso de mosaicismo, en el que las células del organismo tienen composiciones genéticas diferentes. Esto, como explica el investigador del Centro Nacional de Biotecnología Lluis Montoliu en una entrevista para El País, podría generar que en unos años desarrollen una enfermedad autoinmune, en la que el sistema inmunológico de un individuo ataca a sus propias células, por reconocerlas como extrañas. También ha mostrado su descontento con la noticia en varios medios de comunicación Francis Mojica, microbiólogo y descubridor de las secuencias CRISPR, que más tarde inspirarían la famosa técnica de edición genética.

Tanto estos como otros muchos expertos de todo el mundo coinciden en que lo que ha ocurrido está muy cerca de la eugenesia, ya que no se está curando una enfermedad, sino que se están creando seres humanos “diferentes” a los demás. En este punto, establecer unos límites es muy complicado, por lo que se podría caer en algo similar a lo que se expone en películas de ciencia ficción como GATTACA, en la que las personas que no habían sido “creadas a la carta” sufren una gran marginación social.

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Quizás mañana sabremos la opinión del propio He Jiankui, pues está prevista su intervención en la 2º Cumbre Internacional sobre la Edición del Genoma Humano, que se celebra durante estos días en Hong Kong. Entonces dispondremos de más datos para saber si realmente se ha abierto la caja de Pandora. Si es así, la comunidad científica mundial tendrá que aunar todas sus fuerzas para volver a cerrarla.

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