El carcinoma de pulmón no microcítico (NSCLC por sus siglas en inglés), o de células grandes, es el más común de los cánceres de pulmón, pues se corresponde aproximadamente con el 80-85% de los casos diagnosticados. Si se detecta en los estadios iniciales puede tratar de eliminarse quirúrgicamente, por desecación. Sin embargo, rara vez es posible, ya que el diagnóstico suele producirse mucho más tarde. En esta situación, la opción más común es la quimioterapia, pero en ese caso las tasas de supervivencia a cinco años se encuentran por debajo del 10%.

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Por eso, muchos investigadores tratan de buscar nuevos marcadores y técnicas que permitan detectar la enfermedad en su fase más temprana de una forma rápida y sencilla. El caso más reciente es el de un estudio publicado en The Journal of Molecular Diagnostics, de la mano de investigadores de la Universidad de California. Sus resultados son solo un pequeño hilo del que tirar, pero resultan suficientemente esperanzadores para seguir el camino que indican en busca de nuevos métodos de diagnóstico.

En busca de un viejo conocido del cáncer

Los científicos dedicados al estudio del cáncer llevan mucho tiempo investigando la relación entre este tipo de tumores y ciertas mutaciones genéticas en el receptor del factor de crecimiento epidérmico (EGFR). Se sabe que este receptor está implicado en procesos celulares como la migración, la adhesión y la proliferación. Por eso, una mutación que conduzca a su sobreexpresión puede desencadenar tumores, causados por la división descontrolada de las células.

Entre las mutaciones estudiadas para EGFR destacan dos, a las que estudios previos han encontrado relación con la aparición de cáncer pulmonar, ya que servían para predecir la respuesta a algunos tratamientos. Esto ha llevado a los investigadores a pensar que su detección en plasma sanguíneo o saliva también podría utilizarse como método diagnóstico. Por ahora la técnica más común para detectar la patología y analizar su progreso es la biopsia, pero se trata de un método demasiado invasivo para realizarlo de forma repetida o con pocos indicios de enfermedad.

En 2014, el mismo equipo de UCLA que acaba de publicar un nuevo estudio decidió poner esta teoría en práctica con ayuda de una técnica conocida como liberación y medición inducida por campo eléctrico (EFIRM por sus siglas en inglés). Esta herramienta consiste en utilizar un campo eléctrico para liberar las moléculas de ADN presentes en fluidos como la sangre o la saliva. Paralelamente, se usa un sensor electroquímico, formado por una sonda complementaria al ADN que se quiere detectar (en este caso las mutaciones de EGFR) y un polímero conductor. Al ponerse en contacto con el material genético, la sonda se pega al ADN correspondiente a las mutaciones, de modo que el polímero al que está unida conduzca la electricidad. Así, la señal eléctrica producida puede servir para detectar si está o no la mutación que se trata de buscar.

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En su día el test, bautizado como SABER, se realizó en pacientes con carcinoma, demostrando una clara correlación entre la presencia de mutaciones en EFIRM y el desarrollo del tumor. Sin embargo, se hizo solo en pacientes con tumores en estado avanzado.

Ahora, el nuevo objetivo de estos científicos era tratar de replicar los resultados, pero con pacientes en las primeras dos fases de la enfermedad. Para comprobarlo, recogieron muestras de plasma de 248 voluntarios con nódulos pulmonares detectados en radiografía. De todos ellos, 44 habían sido diagnosticados con carcinoma de pulmón no microcítico en estadio I o II. De nuevo utilizaron la técnica EGFR para buscar las dos mutaciones relacionadas con la enfermedad. La primera fue localizada en 11 de 12 muestras y la segunda en 7 de 9, por lo que el método resultó tener una sensibilidad por encima del 90% y una especifidad del 80%. ¿Pero qué miden exactamente estos parámetros?

Los parámetros del éxito

Se dice que en una prueba diagnóstica la sensibilidad es la probabilidad de que un individuo enfermo sea clasificado como positivo a través de la prueba. Por el contrario, la especifidad es la probabilidad de clasificar correctamente como negativo a un sujeto sano. Cuanto mayores sean estos parámetros, mayor será el éxito de la prueba, como en este caso, en el que ambos se encuentran por encima del 80%.

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Lamentablemente, no todos los tumores de este tipo poseen esas dos mutaciones. Concretamente, según los científicos responsables del estudio, sólo el 27% de los pacientes con tumores NSCLC presentan una o las dos mutaciones. Por eso, no debe tomarse como un método diagnóstico definitivo, pero sí como un buen hilo del que tirar de cara al desarrollo de futuros métodos diagnósticos más rápidos y menos invasivos, que favorezcan una mayor supervivencia de los pacientes.

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