The Wolf

Eliud Kipchoge es un viejo conocido entre los corredores de maratones de todo el mundo. En 2015, se hizo con el primer puesto de la maratón de Berlín, con una marca de 2 horas y 4 minutos exactos. Un año después, volvía a ser el primero en recorrer los 42 kilómetros, aunque esta vez durante los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. A pesar de ganar la medalla de oro, había empeorado su marca, aumentando hasta 2 horas, 8 minutos y 44 segundos. Ya en 2017, volvía a la lluviosa Berlín, donde consiguió otra vez la victoria, tras terminar el recorrido en 2 horas, 3 minutos y 31 segundos.

Sin embargo, cuando realmente ha dado que hablar el corredor keniano ha sido esta misma semana, tras alcanzar de nuevo en Berlín el récord mundial de maratón, en sólo 2 horas, 1 minuto y 39 segundos. Con esta marca supera a su compatriota Dennis Kimetto, que ostentaba dicho récord desde 2014, con un tiempo 1 minuto y 18 segundos mayor.

Cosa de genética y entrenamiento

Para lograr este astronómico récord, Eliud consiguió a alcanzar una velocidad media de 20’8 kilómetros por hora, que le permitió recorrer cada kilómetro en una media de menos de tres minutos.

Sin duda, es necesario mucho entrenamiento, pero también se deben tener unas condiciones físicas muy concretas, que permitan al corredor realizar lo que para la mayoría de los mortales sería un peligroso sobre esfuerzo.

Según ha explicado a Hipertextual el doctor Miguel Ángel Buil, del Instituto Valenciano de Recuperación Deportiva, en los deportes que se caracterizan por un elevado componente fisiológico, sin una necesidad excesiva de habilidades coordinativas concretas, suelen destacar personas predispuestas de una forma congénita a su desempeño.

En general, un deporte como la maratón precisa de un consumo máximo de oxígeno muy elevado. Esto depende de muchos factores, la mayoría de ellos muy basados en la genética. Después, naturalmente, a este “don de la naturaleza” hay que ponerle trabajo, trabajo y más trabajo, cuidados de la salud en general, una buena nutrición, gestión de las cargas de entrenamiento y los descansos y algo fundamental: unas características emocionales que ayuden a soportar todo el esfuerzo enfocado a este objetivo concreto, sin desfallecer mentalmente.

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Por otro lado, también es necesario entrenar al máximo la fuerza muscular, pues serán los músculos de las piernas los que tendrán que hacer buena parte del trabajo. Así lo explicaban en 2013 los investigadores Maćkała Krzysztof y Antti Mero, en un estudio que analizaba el caso concreto del corredor Usain Bolt, quien unos años antes había batido el récord mundial en los 100 y los 200 metros lisos, durante los Juegos Olímpicos de Pekín. Finalmente, concluían que la victoria del corredor jamaicano radicaba en la longitud de su zancada y en la fuerza con la que golpeaba el suelo, que le permitía maximizar el tiempo de la pisada, de cara a impulsarse con más intensidad.

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Fisiología de ganador

Realizar una hazaña deportiva como la alcanzada por Kipchoge entraña un gran riesgo para la salud de los corredores que no estén tan preparados como él.

Lógicamente, se resienten los músculos, especialmente las piernas, y los aparatos circulatorio y respiratorio, a causa del gran sobre esfuerzo llevado a cabo. Sin embargo, como ha contado a este medio el doctor Buil, no se debe olvidar que también se ven afectados otros sistemas del organismo. Esto se debe a que durante las etapas de rendimiento máximo el intestino y los órganos del aparato urinario, entre otros, dejan de tener su aporte normal de sangre, cargada de oxígeno y nutrientes, ya que ésta se encuentra “alimentando” primordialmente al aparato locomotor.

Para que el cuerpo se adapte para estos cambios tan radicales serían necesarios muchos meses de entrenamiento, asentados sobre un trabajo de varios años, de modo que poco a poco se alcance el estado de forma adecuado.

La importancia de una buena recuperación

El pasado domingo Kipchoge traspasaba la meta sonriente, cargado de una fuerza sorprendente para alguien que acababa de lograr una marca como la suya. Sin embargo, su trabajo no había terminado, pues en ese momento comenzaba una de las etapas más importantes de la carrera: la recuperación.

Según el doctor Buil, se trata de un proceso lento, que se tiene que cuidar durante las semanas posteriores, empezando desde los momentos inmediatos a la prueba. En general, el organismo entrenado para desarrollar grandes esfuerzos se ha preparado para recuperarse más rápido, pero eso no significa que no se deban llevar a cabo medidas para ello.

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Por un lado, se suelen utilizar tecnologías como la electroterapia, que facilita la circulación sanguínea, acelera el tránsito linfático y mejora las condiciones de la musculatura, de forma localizada. También es muy importante la nutrición y suplementación post esfuerzo, que se debe comenzar ya en los minutos posteriores al paso de la línea de meta.

Finalmente, otra de las etapas claves de la recuperación es la realización de un cambio de actividad, por ejemplo en el agua o el gimnasio. Así, en estos entornos, se realizan ejercicios dirigidos a la recuperación de músculos, tendones, huesos y articulaciones. Lógicamente, estos pasos no los lleva a cabo el atleta solo, ya que en todo momento se encuentra asesorado por equipos multidisciplinares, donde suele haber médicos, nutricionistas, fisioterapeutas y expertos en ciencias del deporte.

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Desafiando a las matemáticas

En enero de 2008, después de la famosa hazaña de Bolt, el biólogo Mark Denny, de la Universidad de Stanford, llevó a cabo un estudio en el que calculaba cuál sería la velocidad media máxima que podrían alcanzar el ser humano, los perros y los caballos.

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Para una carrera de 200 metros, como la del jamaicano, el récord, según sus cálculos, sería de 38’6 km/h, sólo un 3’68% más de la velocidad alcanzada por Bolt. También calculó que la velocidad media máxima que un humano podría alcanzar durante una maratón sería de 20’988 km/h, apenas 100 metros por hora más de los desempeñados por Kipchoge.

Esto significaría que ningún corredor de maratón podría recorrer los 42 kilómetros en menos de dos horas. Pero los cálculos importan poco al atleta keniano, que en mayo de 2017 logró hacer el recorrido en 2 horas y 25 segundos, en un experimento no oficial de Nike, llevado a cabo en el circuito italiano de Monza.

¿Logrará superar las predicciones de Denny? Sólo el tiempo lo dirá. Si ocurre, al menos el biólogo estadounidense podría decir que aquellos cálculos sólo valdrían para las carreras realizadas por simples mortales. Y eso poco tiene que ver con Eliud Kipchoge.