Hoy es el día mundial de la fotografía. En los últimos años se han ido creando días para casi todo, por lo que no podía faltar uno dedicado al que muchos ya consideran como el octavo arte.

Desde que el francés Joseph Nicéphore Niépce tomara la primera instantánea en el año 1825, se cuentan por millones los fotógrafos, profesionales o aficionados, que han inmortalizado todo tipo de escenas, convirtiéndolas en trocitos congelados de historia.

Muchos de los grandes hitos científicos de los dos últimos siglos se han llevado a cabo prácticamente en la sombra, sin ningún tipo de documento gráfico que los atestigüe. Fue a medida que transcurría el siglo XX, la fotografía pasó a formar parte también de la ciencia.

Mientras que los astrónomos podían dejar constancia de algunos de sus hallazgos a través del telescopio, los biólogos convertían a microbios y células en objetos visibles a través de la cámara. En general, cualquier persona vinculada a la ciencia podía grabar en papel de fotografía su trabajo.

Cualquier día podría ser bueno para mostrar algunas de estas fotografías científicas que han pasado a la historia, pero sin duda hoy es el mejor, por lo que aquí va una pequeñísima selección de ellas.

La primera radiografía de la historia

Wilhelm Roentgen, 1895

El 8 de noviembre de 1895, el físico Wilhelm Roentgen se encontraba trabajando en su laboratorio de la ciudad alemana de Würzburg, cuando se percató de un fenómeno insólito.

Al día de hoy no se sabe exactamente qué pasó, pues se trataba de un hombre muy celoso de su intimidad y su trabajo, que apenas dejó datos sobre los pasos previos a su gran descubrimiento.

Al parecer, mientras experimentaba con rayos catódicos comprobó que, al tapar el tubo emisor con un cartón negro para tapar la luz visible, un papel pintado con platinocianuro de bario comenzaba a producir una fluorescencia que desaparecía si se apagaba el tubo.

Supuso que, cuando los rayos catódicos chocaban contra ciertos materiales, se generaba otro tipo de radiación, a la que llamó rayos X, capaz de atravesar superficies como el papel, el cartón o algunos metales ligeros. Pronto comprendió que su hallazgo podría tener grandes aplicaciones en medicina si los rayos también eran capaces de atravesar la piel, pero para eso necesitaba a otra persona que le ayudara a comprobarlo.

Para ello, llamó a su esposa, Anna, que no dudó en acudir en su ayuda, colocando la mano bajo esos curiosos rayos que su marido acababa descubrir. 15 minutos después, Wilhelm había obtenido la que se convertiría en la primera radiografía de la historia. En ella se puede comprobar que Anna ni siquiera se quitó la alianza, como se puede observar en la imagen.

Hoy en día, cuando acudimos a hacernos una de estas radiografías, lo primero que nos dicen es que retiremos cualquier objeto de metal que pueda generar posibles interferencias. Sin embargo, tratándose de la primera de la historia, no se puede pedir más.

El congreso de Solvay

Benjamin Couprie,1927

Entre el 24 y el 29 de octubre de 1927, 29 de los mejores científicos de la historia se dieron cita en Bruselas para la celebración de la quinta edición del congreso Solvay.

De aquellos días se conserva esta imagen, obra del fotógrafo Benjamin Couprie, que ya muchos consideran como la fotografía científica más famosa de la historia. Y no es para menos, pues más de la mitad de los científicos que posan en ella eran, o lo serían más tarde, premios Nobel.

El congreso Solvay es un evento científico que se lleva celebrando trianualmente desde el año 1911. Allí, gracias a la financiación del filántropo Ernest Solvay, se han reunido históricamente las mentes científicas más brillantes de todo el mundo para hablar sobre un tema concreto, que en 1927 fue “electrones y fotones”.

Como se puede observar en la imagen, la única mujer que se encontraba entre los asistentes era Marie Curie, que por ese entonces ya había ganado sus dos premios Nobel. También aparecen otros grandes nombres de la historia de la ciencia, como Erwin Schrödinger, Max Planck, Niels Bohr y Albert Einstein.

Estos dos últimos protagonizaron una disputa en torno a sus respectivas interpretaciones del principio de incertidumbre de Heisenberg. De ahí surgió la famosa frase de Einstein “Dios no juega a los dados”, a la que Bohr contestó: “Einstein, deja de decirle a Dios lo que debe hacer”.

Bomba atómica de Nagasaki

Charles Levy

Esta imagen ha pasado a la historia como ejemplo de qué es lo que no se debe hacer con la ciencia. Ocurrió el 9 de agosto de 1945, cuando la ciudad japonesa de Nagasaki se estremecía bajo el impacto de la bomba atómica bautizada como Fat Man, lanzada por el ejército estadounidense sólo tres días después del lanzamiento de una bomba de características similares en Hiroshima.

En un inicio, el proyectil cargado de plutonio provocó la muerte de unas 40.000 personas. Poco después, varios miles más morirían, tanto por lesiones físicas como por envenenamiento y efectos de la radiación.

Hiroshima y Nagasaki en fotos, antes y después de las detonaciones atómicas

La fotografía 51

Raymond Gosling, 1952

El 25 de abril de 1953, James Watson y Francis Crick publicaron en Nature el artículo en el que por fin se describía cuál era la estructura de la molécula de ADN. Habían logrado ganar la carrera a Linus Pauling, quien desde el otro lado del charco llevaba también varios años intentando desentrañar el misterio.

El hallazgo les valió ganar en 1962, junto a Maurice Wilkins, el premio Nobel de Medicina. Cuatro años atrás, moría sin reconocimiento por su trabajo Rosalind Franklin, la cristalógrafa responsable de la fotografía 51, una imagen de rayos X de la molécula cristalizada de ADN que dio a Watson y Crick la pista que les faltaba para conocer la estructura que buscaban.

Aunque Rosalind trabajaba junto a Maurice Wilkins, no había una buena relación entre ellos, como cuenta el propio Watson en su libro La doble hélice.

Rosalind Franklin, la mujer que descubrió la estructura de la vida

Desde luego, las mujeres no lo tenían nada fácil para dedicarse a la ciencia en aquella época y cualquier intento por abrirse un hueco en el que se consideraba un mundo de hombres podía interpretarse como pura prepotencia. Por eso, la primera vez que Wilkins mostró a Watson la reveladora imagen, obra del estudiante doctoral de Rosalind y supervisada por ella, lo hizo a sus espaldas.

De cualquier modo, en cuanto Rosalind supo de la teoría a la que habían llegado, estuvo de acuerdo con ellos, al contrario de lo que había ocurrido con hipótesis anteriores.

El trabajo de Rosalind Franklin fue determinante para el descubrimiento de la estructura del ADN. No obstante, hasta que Watson publicó su libro en 1968, su historia era totalmente desconocida. Desde entonces, su figura se ha convertido en la bandera de quiénes reivindican el papel de las mujeres en la ciencia.

Primera foto de la Tierra tomada desde la Luna

NASA, 1966

En 1969, el hombre pisó por primera vez la Luna. Ese pequeño paso tan grande para la humanidad requirió muchos preparativos, los cuales fueron llevados a cabo desde varios años atrás.

Entre ellos, el lanzamiento de la sonda lunar Orbiter I. El 14 de agosto de 1966, puso rumbo a la Luna para medir algunos parámetros del satélite y tomar fotos que sirvieran para localizar lugares idóneos para el posterior aterrizaje de las misiones Apolo y Surveyor.

En total se tomaron 207 fotografías, entre las cuales se encontraba una muy especial. Se trata de una en la que aparecía la Tierra desde la distancia más grande a la que se había inmortalizado hasta ese entonces.

Con el paso de los años, a la imagen, que estaba en blanco y negro y un tanto borrosa, se le han realizado varios retoques para hacerla mucho más nítida. Sin embargo, la que pasaría a la historia sería sin duda aquella instantánea que mostraba lo que sólo tres años después dos afortunados astronautas podrían ver con sus propios ojos.

La primera imagen de la Tierra desde la Luna, restaurada

Tumbas de Dian Fossey y Digit

Fanny Schertzer

Aunque se graduó en terapia ocupacional, Dian Fossey sentía verdadera pasión por la zoología. Esto la llevó en 1963 a viajar a África, donde conoció al arqueólogo Louis Leakey, cuya ayuda fue fundamental para el desarrollo de sus estudios sobre los primates y al evolución humana.

Concretamente, destacó su trabajo con los gorilas, que llegaron a aceptarla como un miembro más de la manada. Su familia eran ellos y, si bien realizó algunos viajes intermitentes de vuelta a la civilización -el último a Cambridge para doctorarse en zoología-, siempre terminaba volviendo a África.

Uno de los gorilas con los que entabló una relación más estrecha fue Digit, un macho que llegó a permitirle jugar con sus propias crías. Lamentablemente, el animal murió en manos de unos cazadores furtivos, cuando trataba de defender a su familia. Eso despertó el odio de Dian hacia aquellos hombres que estaban haciendo peligrar cada vez más a la población de gorilas.

La extraordinaria vida de Dian Fossey, dedicada al estudio de los gorilas en la niebla

Desde entonces, se convirtió en activista frente a la caza furtiva y se jugó la vida hasta el punto de perderla. Al día de hoy no se sabe quiénes fueron los asesinos que irrumpieron en su cabaña, en Ruanda, para matarla a machetazos en diciembre de 1985. No obstante, se piensa que su lucha contra los cazadores pudo ser la causa.

Tras su muerte, fue enterrada en un cementerio para gorilas, el cual ella misma había creado con su buen amigo Digit. La imagen de ambas tumbas pasará a la historia como muestra del trabajo de Dian, quien luchó por los gorilas hasta la muerte. Hoy descansa junto a ellos como lo que aquellos animales siempre la consideraron: una más de la manada.

El primer trasplante duradero de corazón de Polonia

James Stanfield,1987

En esta foto, que fue premiada por National Geographic como la mejor de 1987, aparecen tres personas, dos en primer plano y una al fondo, exhausta tras 23 horas de intensa operación. Al frente se observa al cirujano Zbigniew Religa y su paciente Tadeus Zitkevits después de realizarle el que se convertiría en el primer trasplante duradero de corazón llevado a cabo en Polonia.

No era, ni mucho menos, el primer trasplante de corazón del mundo, pues ese había tenido lugar 20 años antes de la mano del doctor sudafricano Christiaan Barnard. Sin embargo, la imagen ha pasado a la historia por describir a la perfección la presión de un momento como ese.

Por aquel entonces, Polonia era un país de gran influencia religiosa, por lo que fue necesario lidiar con un gran número de impedimentos éticos para llegar hasta allí.

Finalmente, el trasplante se llevó a cabo con éxito, dejando al enfermero exhausto y al cirujano pensativo, a la espera de resultados. No era el primer trasplante que Religa llevaba a cabo, ya que en los últimos años había realizado cuatro intervenciones similares.

Lamentablemente, como le ocurrió a Barnard, sus pacientes no habían vivido mucho tiempo para contarlo. Sin embargo, en este caso, el paciente no sólo no rechazó el órgano, sino que sobrevivió al propio Religa.

Miguelón: el hombre de Atapuerca

José Manuel Benito Álvarez

En 1992, el equipo de antropólogos de Juan Luis Arsuaga encontró en las profundidades de la conocida como Sima de los Huesos, en Atapuerca, los restos increíblemente bien conservados del cráneo de un ejemplar de Homo heilderbengensis, de unos 400.000 años de antigüedad.

Una vez reconstruido, llegaron a la conclusión de que el cráneo pertenecía a un individuo de unos 35 años de edad, que posiblemente muriera a causa de la infección provocada por la rotura de un diente.

Aunque su nombre, resultante simplemente del orden en que se encontró, es cráneo 5, decidieron bautizarlo como Miguelón en honor a Miguel Induráin, que en esa época acababa de ganar el que sería el segundo de sus cinco tours de Francia consecutivos.

El cráneo de Miguelón puede visitarse en el Museo de la Evolución de Humana de Burgos e incluso seguirse en Twitter en la cuenta en la que él mismo se define como “el cráneo 5, el mejor conservado del mundo, el original”.

Los fósiles de Atapuerca revelan un nuevo modelo en la evolución del cuerpo humano

Los pilares de la creación

NASA, ESA, and the Hubble Heritage Team (STScI/AURA)

Aunque pueda parecer sacada del mundo de Fantasía de la Historia Interminable, en esta foto, bautizada como “Los pilares de la Creación”, aparecen unas trompas de elefante de gas interestelar y polvo, situadas en la nebulosa del Águila.

La obtuvieron el 1 de abril de 1995 los astrónomos de la Universidad Estatal de Arizona Jeff Hester y Paul Scowen a partir de la composición de 32 imágenes. Está considerada como una de las mejores fotos tomadas por el telescopio Hubble.

Un caballito de mar que se hizo viral

Justin Hofman,2017

Según Science Advances, el ser humano ha generado 8.300 millones de toneladas de plástico desde los años 50. Sólo un 9% se ha reciclado, mientras que el 12% se incineró y el 79% restante sigue acumulándose en vertederos o en el medio ambiente.

Muchas campañas de concienciación se encargan desde hace años de hacer llegar a la población estas cifras. No obstante, no hay nada como una imagen para ayudar a comprender la magnitud del problema.

Por eso, esta foto, que el pasado mes de octubre quedó finalista de los premios al fotógrafo de vida salvaje del año, ha dado la vuelta al mundo en tan sólo unos meses. Según cuenta el propio autor, Justin Hofman, en su cuenta de Instagram, es una imagen que no querría que existiera, pero desgraciadamente es real y por eso todo el mundo debe verla.

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