Poca gente puede quedar libre de decir que no se ha asustado o ha sentido asco al cruzarse con una cucaracha, especialmente si estas se han vuelto de repente inquilinas de su casa. Estos insectos han sido fruto de cientos de mitos desde la perspectiva humana, el más famoso de todos ellos quizá, el que asegura que de haber un desastre nuclear a gran escala, las cucarachas heredarían la Tierra.

Este dicho se fraguó tras el lanzamiento de las bombas de Hiroshima y Nagasaki al final de la Segunda Guerra Mundial. Los primeros reporteros que pudieron acercarse a varios kilómetros de la zona de la detonación afirmaron que solo las cucarachas habían sobrevivido. Con el paso del tiempo, durante la Guerra Fría y la escalada de tensión entre potencias armadas hasta los dientes de armas nucleares, los colectivos pacifistas extendieron lemas que decían que de una guerra nuclear no saldrían victoriosos ni los norteamericanos ni los rusos, “solo las cucarachas”.

A este lema popular se sumaron algunos estudiosos de la época que comenzaron a trazar las posibilidades de supervivencia ante una catástrofe de este tipo. En 1962, el genetista de la Universidad de John Hopkins H. Bentley Glass contó por ejemplo al New York Times que las cucarachas y las bacterias “heredarían las habitaciones de los humanos” ante una situación de este tipo. Sin embargo, los estudios posteriores constataron que no había lugar para pensar en cucarachas gigantes sustituyéndonos cual Gregorio Samsa.

1 .Las cucarachas soportan mejor la radiación, pero no tanto para cumplir el mito

Un informe del Comité Científico para los efectos de la radiación atómica de la ONU elaborado en 1994 puso a prueba qué formas de vida podrían sobrevivir a una devastación similar a una bomba atómica. Para hacerse una idea, la bomba de Hiroshima fue de unos 15 kilotones equivalentes a la explosión de TNT, se calcula que las temperaturas superaron los 980 grados celsius en dos kilómetros a la redonda de la zona cero, quemando todo a su paso. En Chernóbil, un desastre bastante peor que las bombas atómicas, la dosis de radiación a 1.000 metros del reactor que colapsó se estimó que estaba años después del suceso en torno a los 400 rads, la magnitud que mide la cantidad de radiación que recibe un material o un cuerpo.

Un ser humano comenzaría a colapsar al ser expuesto a este nivel de radiación, sin embargo, el análisis de los científicos de la ONU confirmó que de un grupo de 12 insectos probados entre los que estaban las cucarachas, al menos el 50% de su población sobrevivía a dosis que oscilaban entre los 2.000 y los 4.000 rads, pero que la inmensa mayoría morían al subir esta exposición a los 8.000 rads. Es decir, tenían una resistencia entre 5 y 10 veces superior a la de los humanos, pero no eran ni mucho menos inmortales a la radiación que podría ocasionar un holocausto nuclear masivo.

Parte del secreto de la resistencia de las cucarachas y otros insectos a la radiación radica en el modo en el que sus células se dividen. En los humanos este proceso es continuo, lo que hace que la radiación, que ataca especialmente al ADN de las células que se reproducen, sea más violenta. En el caso de la mayoría de insectos y de las cucarachas, sus células solo se dividen aproximadamente una vez por semana, lo que les hace adaptarse y combatir mejor la radiación.

El mito sobre las cucarachas fue probado de forma más divulgativa años más tarde, en 2008, por el programa Cazadores de Mitos de Discovery Channel. En él, expusieron a una colonia de cucarachas a distintos niveles de radiación, con estos resultados:

  • Bajo una radiación de 1.000 rads: suficiente para matar a un humano en pocos minutos, todas las cucarachas sobrevivieron un mes después.
  • Con 10.000 rads: una intensidad similar a las bombas lanzadas sobre Japón en el momento de la explosión. Solo una de cada diez cucarachas siguió viva.
  • A 100.000 rads: todas habían muerto en poco tiempo.

Los resultados, similares a los del informe de la ONU, ponen de manifiesto además que las cucarachas no son el organismo más resistente a un desastre nuclear: las avispas bracónidas por ejemplo resisten más, al igual que varios tipos de bacterias.

Además, algo que se pasa por alto en esta hipótesis del holocausto nuclear es que la supervivencia no se basa tanto en soportar la primera gran explosión, sino que está en la capacidad para guarecerse en pequeños rincones, sobrevivir al derrumbe de edificios y posteriormente reproducirse a toda velocidad. Unas características que tienen los insectos y desde luego no los humanos.

2. Las cucarachas son superhéroes que soportan pisotones

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Otro de los comentarios recurrentes cuando alguien se enfrenta a un grupo de cucarachas en su casa que no quieren pagar su parte del alquiler es poner en alza su tremenda resistencia y su capacidad para aparecer en cualquier lado, soportando en ocasiones un pisotón o sobrevivir a una buena dosis de insecticida.

Lo cierto es que aunque las cucarachas son unos seres bastante fuertes, no son capaces de soportar el peso de un humano. Una serie de experimentos publicados por la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos puso a prueba su resistencia metiendo a las cucarachas en una prensa hidráulica. El vídeo de la prueba da una idea de que los pobres bichos no lo pasaron muy bien.

El resultado, en el que se probaron variedades de la cucaracha americana, una de las más comunes, concluyó que son capaces de soportar 900 veces su peso, es decir, algo menos de dos kilos. No es mucho comparado con la fuerza que puede imprimir un humano al pisarlas, desde luego, pero sí que es una cantidad importante teniendo en cuenta su tamaño.

En el mismo estudio se analizó además su aparato locomotor y su exoesqueleto, compuesto de varias capas duras unidas a una base flexible. Esto les permite introducirse por grietas reduciendo su tamaño corporal entre un 40 y un 60% y recorrer en un segundo el equivalente a 20 veces su cuerpo. Resumiendo: se puede decir que las cucarachas son una mezcla de Hulk, Flash y Mr. Fantástico. Las pruebas del estudio, no obstante, no tenían por objetivo hacer sufrir a los pobres insectos sin más, sino que se trataba de una investigación de largo recorrido para intentar crear un robot basado en su movilidad que fuera capaz de actuar en tareas de rescate en derrumbes y otras emergencias.

3. ¿Todas las cucarachas son plagas? ¿Y todas son feas?

Una cucaracha prosoplecta en Los Baños, Filipinas. Foto: Gernot Kunz

Aunque las cucarachas son una de las principales plagas urbanas, solo un 1% de las más de 4.800 especies que están catalogadas viven en el entorno del hombre. “Decir que son una plaga, con su variedad de familias y hábitats en los que viven, es como decir que una rata es odiosa y extender ese prejuicio a todos los mamíferos”, ejemplificaba a este respecto George Beccaloni, experto en insectos del Museo de Historia Natural de Londres y fundador de una de las mayores enciclopedias online sobre las cucarachas que existen en internet durante un reportaje de la BBC.

En esta recopilación virtual se van añadiendo poco a poco las miles de familias de cucarachas que existen, que se extienden por todos los continentes a excepción de la Antártida. Entre ellas destaca por ejemplo la Eupolyphaga everestiana, nombrada así porque se descubrió en el monte Everest a más de 5.000 metros de altura. Sobre su alimentación y la inmundicia que pueden producir, Beccaloni recalca: “se pueden alimentar de restos en descomposición, pero la inmensa mayoría lo hacen de hojas muertas. Esto es una evidencia de su importancia ecológica, limpiando el ecosistema  de residuos muertos”.

Sobre si todas son tan feas como las que casualmente aparecen por nuestros apartamentos, la sola evidencia de su número nos hace pensar que no. Y como ejemplo, en la base de datos de Beccaloni destaca el subgénero prosoplecta, una cucaracha que podrías confundir fácilmente con una simpática mariquita.

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