La sangre que corre por nuestras venas y arterias es roja. Su color se debe a la hemoglobina, una proteína de los glóbulos rojos que se encarga del transporte mayoritario de oxígeno a nuestras células. La sustancia cuenta con un grupo hemo, una estructura química con un átomo de hierro en su centro. Este elemento, que se encarga de atrapar el oxígeno que viaja en nuestros vasos sanguíneos, proporciona el color rojo de la sangre. Solo en algunas ocasiones, con la presencia de altos niveles de colesterol o el uso de determinados medicamentos, su apariencia en los humanos puede cambiar. Pero no sucede lo mismo en todos los seres vivos.
Algunos lagartos de Nueva Guinea, por ejemplo, tienen la sangre verde, una tonalidad debida al pigmento biliverdina. Este compuesto químico parece conferir ciertas ventajas evolutivas a diferentes especies de reptiles; en particular, algunos estudios apuntan que podría ayudar a los animales a esquivar el ataque de los parásitos de la malaria. La sangre azul de los pulpos, causada por un pigmento llamado hemocianina, también podría estar relacionada con su supervivencia. Ciertos estudios sugieren que les ayuda a sobrevivir a bajísimas temperaturas. Otro pigmento denominado bilirrubina hace que la piel y las partes blancas de los ojos se vuelvan amarillentas si sus niveles aumentan en exceso en nuestra sangre —en cuyo caso padeceremos ictericia—.
Los cambios de color de los hematomas
Los nombres de estas sustancias guardan entre sí una curiosa relación. La hemoglobina y el resto de pigmentos están detrás del cambio de color de los hematomas. En efecto, cuando nos damos un golpe o sufrimos un traumatismo, es habitual que veamos una señal en nuestra piel a la que a veces también denominamos moretón o moratón. Su aparición se debe a la ruptura de los capilares sanguíneos que se encuentran en el interior del cuerpo. Tras el golpe, la sangre se filtra hacia el exterior, lo que explica que inicialmente los hematomas adquieran una tonalidad rojiza. Este color se debe precisamente a la hemoglobina de la sangre; no obstante, va variando con el paso de los días hasta prácticamente pasar por buena parte de la gama de colores del arcoíris.
Entre las tonalidades que puede ir adquiriendo un moratón se encuentran el azul, el verde, el amarillo y el marrón, que aparecen después de que el cuerpo haya ido degradando la hemoglobina para reabsorber sus componentes. El hecho de que el hematoma adquiera un color violáceo o azulado se explica por la separación de dicha proteína: las células del sistema inmune desmontan su estructura química para dar lugar al grupo hemo y a las globinas por separado. El primero se almacena en una sustancia conocida como hemosiderina, que proporcionará un tono marrón al moretón justo antes de que desaparezca del todo de la piel. Las segundas se descomponen en aminoácidos, los ladrillos con los que se construyen las proteínas, y son reutilizados por el organismo.
¿Por qué los hematomas adquieren un llamativo color verdoso? El motivo está en la degradación de la hemoglobina, que se transforma en biliverdina, la misma sustancia que confiere a algunos lagartos del Pacífico su curioso tono. Este segundo compuesto se metaboliza hasta dar bilirrubina, que hace que el moretón se vuelva amarillo. Su eliminación se produce en el hígado, por lo que cualquier problema en este órgano hará que aumenten los niveles del pigmento en sangre, coloreando a su vez otras regiones del cuerpo como la piel y las zonas blancas de los ojos. Una vez que suceden todas estas fases, el moretón puede adquirir un aspecto similar al marrón, fruto de la hemosiderina, que se vuelve visible en nuestra piel. Esta secuencia de reacciones químicas explica por qué los hematomas cambian de color, hasta finalmente desaparecer por completo.