La continuación de las aventuras de nuestro antihéroe mutante preferido ya están aquí de la mano del director David Leitch. La exitosa primera entrega, *Deadpool* (Tim Miller, 2014) dejó claro el camino irreverente a seguir y, como en aquella, se repite la fórmula de insertar algunas escenas poscréditos con más chistes agradecidos que otra cosa; como es la costumbre en el Universo Cinematográfico de Marvel, en el que este filme no se incluye, pero con el sano propósito de reírse con Wade Wilson un rato más. La diferencia es que en esta segunda parte hay unos cuantos cameos muy graciosos, en la mejor tradición de las comedias paródicas, que merece la pena explicar también.
Por ejemplo, cuando Coloso (Stefan Kapicic) lleva a Deadpool (Ryan Reynolds) a la Mansión X, el Instituto Xavier para Jóvenes Talentos que hemos visto en casi toda la saga de X-Men (Bryan Singer, Brett Ratner y Matthew Vaughn, desde 2000), e intenta convencerle de “ir por el buen camino” después de que saltara por los aires en su apartamento por la muerte de su novia, Vanessa Carlysle (Morena Baccarin), este se pregunta dónde está todo el mundo, los mutantes que residen en la mansión, y **contemplamos cómo Bestia (Nicholas Hoult) cierra silenciosamente la puerta de una habitación en la que se ha escondido del molesto visitante junto con Cíclope (Tye Sheridan), Quicksilver (Evan Peters), Jean Grey (Sophie Turner), el profesor Charles Xavier (James McAvoy) y otros, sin que Deadpool se dé cuenta de lo que ocurre.
El segundo cameo se produce cuando Cable (Josh Brolin) viaja al pasado y se encuentra con dos tipos que hablan sobre la mejor forma de limpiarse el culo, tal cual, tras la correspondiente deposición: uno de ellos, el que escucha sobre todo, es Alan Tudyk*, actor conocido por interpretar a Hoban Washburne en la serie Firefly (Josh Whedon, 2002-2003) y en su largometraje, Serenity (Whedon, 2005), o al sarcástico robot K-2SO de Rogue One* (Gareth Edwards, 2016); **y el otro, el escatológico sabio, podría ser Matt Damon* (Good Will Hunting, The Departed) *o Jude Law* (Enemy at the Gates, The Aviator*), irreconocible, pues en los créditos consta como Dickie Greenleaf, nombre del personaje de Law en The Talented Mr. Ripley (Anthony Minghella, 1999), al que el Ripley de Damon roba su identidad.
El habitual cameo de Stan Lee en las producciones de Marvel basadas en sus comics también pasa bastante desapercibido en Deadpool 2 si uno no está muy atento a las imágenes en pantalla: cuando Domino (Zazie Beetz) desciende hacia el vehículo policial en el que transportan a Russell (Julian Dennison) y a su temible amigo Juggernaut (al que dobla el propio Reynolds), contemplamos brevemente un edificio con un enorme mural en el que se ve un retrato de Lee en colores psicodélicos. Y es que quizá hubo que prescindir de él en el rodaje porque había sufrido una neumonía, pero no se perdió el cortometraje promocional *Deadpool: No Good Deed (2017), que dirigió luego el mismo Leitch, y en el que aparece.
Y en una de las escenas más osadas de la película, cuando casi todos los miembros de X-Force mueren nada más comenzar su primera misión después de lanzarse desde un aeroplano, *descubrimos al electrocutarse el Desvanecedor, un ser invisible, que no le encarna otro que Brad Pitt* (Interview with the Vampire, Legends of the Fall, Twelve Monkeys, Seven, Fight Club, Snatch, The Curious Case of Benjamin Button*). “Lo grabamos un día en media hora, vino al set de Fox y lo hizo” a cambio de un café de Starbucks, según contó el guionista Rhett Reese, y “se aseguró de que fuera el propio Ryan [Reynolds] quien fuera a Starbucks a por el café”. Y el último cameo surge en una de las escenas poscréditos del filme, que constituyen una secuencia completa; pero vayamos por orden.
Lo que sucede al final es que Ellie Hiciste (Brianna Hildebrand) y Yukio (Shioli Kutsuna) manipulan el aparatito que permite a Cable viajar en el tiempo, robado por Deadpool al susodicho, para que funcione. Así, nuestro antihéroe lo usa para salvar a su novia, asesinada en el primer tramo de la película, y de entre los integrantes de X-Force muertos ridículamente intentando rescatar a Russell, no a Bedlam (Terry Crews), ni a Zeitgeist (Bill Skarsgaard) ni a Shatterstar (Lewis Tan), sino al supuesto inútil de Peter Wisdom (Rob Delaney), un hombre aparentemente normal que se había presentado para unirse a esta tropa tras ver el anuncio de Jack Hammer (J. T. Miller) porque le pareció una idea divertida y no tenía otra cosa que hacer. De este modo, quizá Vannesa pueda convertirse en la copiona Copycat, y Peter, en el fogoso mutante que podría ser en próximas películas.
Tras realizar estas dos hazañas, decide desplazarse hasta **el momento en que Logan (Hugh Jackman) debía luchar contra el propio Deadpool, reconvertido en el Arma XI por William Stryker (Danny Huston) al final de X-Men Origins: Wolverine (Gavin Hood, 2009), y se descerraja cuatro tiros a quemarropa: “Sólo estoy limpiando la línea de tiempo”, le explica a un Logan desconcertado; librándose de esta versión contradictoria. Y es que, además, a los seguidores de la saga de los X-Men les indignó mucho que se utilizase a un mutante tan jugoso como Deadpool con tan poca sesera**, y suponemos que, con el jueguecito de metalenguaje cinematográfico que se marcan los guionistas en Deadpool 2, a Wade Wilson tampoco le gustaría nada. Ni, siguiendo con el jueguecito, **que Ryan Reynolds aceptase participar en la malhadada Green Lantern (Martin Campbell, 2011), así que le pega otro tiro cuando ha terminado de leer el guion** y justo después de que se dijera a sí mismo con alegre entusiasmo: “Ahora estás en las grandes ligas, chaval”. Y concluye el mutante: “De nada, Canadá”, país del que procede Reynolds. Muchísimas gracias, Deadpool.