La imagen que encabeza estas líneas es, probablemente, una de las más emblemáticas que reflejan lo ocurrido en Chile en 2010. La fotografía, tomada por Claudio Núñez en Concepción muestra la destrucción de un edificio partido por la mitad después de que un sismo de magnitud 8,8 sacudiera el país. Es tal vez el símbolo de la tragedia que provocó aquel terremoto, que causó más de medio millar de muertos y una veintena de desaparecidos.
Chile, México, Irán o España son solo algunos de los lugares del mundo donde recientemente la superficie ha temblado en mayor o menor medida. Pero ¿por qué ocurre un sismo? Un terremoto sucede cuando las rocas del interior de la tierra se rompen y liberan una gran cantidad de energía, que se propaga en forma de ondas que, a su vez, causan el movimiento del terreno. Esta es la explicación sencilla de un fenómeno natural cuyo origen, no obstante, es un poco más complejo.
¿Cuál es el origen de los sismos?
Ya en 1912, Alfred Wegener propuso una hipótesis por la que los diferentes continentes habrían estado unidos hace millones de años en un gran supercontinente denominado Pangea. Su desplazamiento habría desembocado en la situación actual. Basándose en los postulados de Wegener, el científico Harry Hess desarrolló la teoría de las placas tectónicas.
Según su planteamiento, la litosfera —la capa rígida más superficial de la tierra, compuesta por materiales que pueden romperse si se ejerce presión— se divide en diferentes bloques llamados placas tectónicas. El desplazamiento de estas porciones se asemeja al movimiento de unas galletas sobre unas natillas; además, los límites de los bloques en los que se divide la litosfera está relacionado con fenómenos de sismicidad y vulcanismo.
En función del movimiento relativo de las placas, se definen también tres límites entre dichas porciones. Si el movimiento es de separación, se trata de límites divergentes o dorsales; en el caso de acercamiento entre las placas, hablaremos de límites convergentes o fosas; y por último, los desplazamientos paralelos provocan límites o fallas transformantes.
El primer caso se observa, por ejemplo, en Islandia, donde las placas se separan y sale magma en la zona dorsal que separó Europa y África de América. El segundo en los límites localizados a lo largo de la costa del Pacífico en América del Sur, desde Ecuador hasta Chile, donde se dan procesos de subducción (una placa se introduce por debajo de la otra). El tercer caso se da en la falla de San Andrés de California, originando temblores que afectan a Los Ángeles y San Francisco.
¿Cómo se detecta un terremoto?
Según explica el Servicio Sismológico Nacional, las ondas sísmicas generadas tras la ruptura de las rocas del interior de la tierra se propagan provocando "el movimiento del suelo por donde pasan". Dichas ondas pueden quedar registradas por unos instrumentos llamados sismógrafos: cuanto más cerca estén del lugar del sismo, mejor detectarán el temblor. Sin embargo, las ondas se propagan por todo el planeta cuando se trata de grandes terremotos. Por eso el temblor que sacudió México a principios de septiembre quedó registrado en un sismógrafo de Barcelona, a miles de kilómetros de distancia.
Un observatorio de Barcelona detectó el terremoto registrado en México
¿Cuál es la diferencia entre intensidad y magnitud?
La intensidad y la magnitud de un terremoto son diferentes escalas que se emplean para determinar el impacto del temblor. La primera se determina cuantificando los daños o efectos personales y materiales que causa un sismo. La segunda se calcula numéricamente a partir de los registros de los sismógrafos para ofrecer una estimación sobre el tamaño y la energía liberada durante el terremoto. Aunque antaño se empleaba la escala de Richter, ahora se utilizan otras fórmulas matemáticas para determinar la magnitud de un sismo, ya que en la actualidad se emplean instrumentos ligeramente distintos.
Hoy en día, según el Servicio Sismológico Nacional, se aplican tres posibilidades para determinar la magnitud de un sismo: la magnitud de coda Mc, la magnitud de energía Me, la magnitud de momento sísmico Mw, entre otras fórmulas. Algunas son más rápidas pero menos precisas, otras requieren más tiempo y son más confiables. Cada una tiene sus ventajas y limitaciones, y en ocasiones tras un terremoto se emplea una fórmula para realizar una estimación inicial, que luego cambia al realizar otro cálculo —de ahí que a veces la determinación de la magnitud de un temblor cambie en cuestión de horas—.
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¿Se pueden predecir los sismos?
Hasta la fecha la ciencia no ha logrado desarrollar ninguna técnica que permita predecir los terremotos. Sí que sabemos, no obstante, cuáles son los países con mayor riesgo sísmico. La tierra tiembla de forma natural y casi constante, pero como nos recuerdan los expertos, los terremotos en realidad no generan daños personales ni materiales: son las construcciones y edificios que se derrumban los que causan víctimas, lo que nos obliga a promover la investigación, mejorar las construcciones y los sistemas de prevención y alertas.