La presentación que Nokia (o HMD Global en su nombre, más bien) llevó a cabo en la jornada previa al inicio del Mobile World Congress de Barcelona, si destacó por algo, fue por el número de novedades. Cinco teléfonos fueron presentados en apenas media hora de evento: Nokia 1180, Nokia 1, Nokia 6, Nokia 7 Plus y Nokia 8 Sirocco. Cada uno enfocado a un público diferente y mostrando a una compañía que ha firmado, después de un año, un compromiso con su futuro como fabricante de dispositivos.

Si en la feria del año pasado se cuestionaba la posibilidad para resurgir de sus cenizas a una Nokia que todos daban por enterrada (y bien enterrada), en el MWC 2018 se ha demostrado que hay un futuro, quizá incluso brillante, para la archiconocida marca. No obstante, y a pesar de que las sensaciones generales fueron buenas, cinco productos totalmente diferentes dan para mucho.

Qué fue lo bueno

Lo mejor, sin duda, tiene un único nombre: Nokia 7 Plus. Este es un gama media subido de tono gracias al Snapdragon 660 de Qualcomm, acompañado con un aspecto exterior que en la parte frontal recuerda al Google Pixel 2 XL y en la trasera difiere en gran medida, en ambas ocasiones para bien. Es un terminal que convence mucho a primera vista y que hace no tanto habría resultado complicado imaginar viendo sobre el escenario de un evento de Nokia. Ayer lo vimos y, si este es el nuevo rumbo, no puedo esperar para ver qué será lo siguiente.

Nokia presenta el 7 Plus: su apuesta sin marcos y Android One

Bueno, pero no lo suficiente (al menos en lo que dan de sí las primeras impresiones), es el Nokia 8 Sirocco. El verdadero gama alta de la renovada línea se queda a medio gas por dos factores principales: un diseño que resulta extraño, clavándose en la mano debido a su curva pronunciada simétricamente y la ausencia de un elemento verdaderamente diferenciador como para invertir 800 euros en él. Entrar a competir en el mercado de los más grandes, pese al pasado histórico que precede a la marca, no es cosa de un año, menos aún sin destacar en nada. Lo más interesante es que Nokia ahora demuestra una intención por ir al segmento más complicado y eso, a estas alturas, ya es de admirar.

Qué fue lo no tan bueno

Esto podría sorprender, pero no lo hace: el teléfono que más atención ha acaparado es el que menos tiene que ofrece. El Nokia 8110, el teléfono de Matrix, apela a la nostalgia, de la misma manera que ocurriera el año pasado con el genial 3310, solo que este año ya denota una intención por recurrir a la gloria pasada más que por aportar algo que realmente tenga una utilidad real en el día a día. Cuando no se busca vender teléfonos, sino llamar la atención, algo falla.

Nokia 8110 y Nokia 1: la resurrección del teléfono de Matrix

Entre pocas y muy pocas razones para argumentar su compra se encuentra también el Nokia 6, un teléfono puramente de gama media pero que, para cuando sea lanzado la próxima primavera, habrá sido adelantado ya por buena parte de su competencia más directa. Ya se queda atrás en la actualidad, especialmente considerando los 279 euros de precio de venta, frente a rivales de marcas que ofrecen más por menos y que se ponen tierra de por medio frente a la indiferencia que despierta este terminal.

¿No falta algo?

No nos hemos olvidado del Nokia 1... del todo. Lo cierto es que es ciertamente complicado encontrar el sentido a un termina de estas características en 2018, cuando parece más bien un dispositivo traído de los primeros años de los smartphones. Y esto no es querer recurrir al pasado, como con el 8110, sino perderse por el camino en ese intento por querer cubrir todos los segmentos del mercado. Parece como si Nokia quisiera paliar el tiempo de ausencia con cantidades ingentes de terminales, aunque eso signifique lanzar un smartphone con 1 GB de memoria RAM y una cámara de 5 megapixeles.

Haciendo balance, definitivamente es motivo de alegría ver a Nokia estar donde está este año. Ha pasado de ser comparable al estado renqueante y futuro apocalíptico de HTC a apuntar maneras y volvernos a hacer soñar. Ya no es una comapañía mirada con escepticismo. Cuando se acaben los fuegos de artificio y lo superfluo se haga a un lado para devolver la madurez que le corresponde a la empresa, entonces podremos hablar de la vuelta que esperábamos y que ya se puede entrever.