Desde que se produce un terremoto hasta que se siente en superficie pueden transcurrir segundos o minutos. Este hecho es crucial para alertar a la población y disponer de las medidas de prevención que hagan falta. Desde hace unos años venimos probando un novedoso sistema que aprovecha la detección por satélite para alertar antes de que se sienta un terremoto. Y está siendo todo un éxito, según apuntan los expertos.
¿Qué es un terremoto?
Para poder entender mejor cómo ocurre un terremoto y de qué manera funcionan los sistemas de alerta temprana, nos hemos puesto en contacto con Nahúm Méndez-Chazarra, geólogo y divulgador científico, colaborador con la NASA y autor del blog Un geólogo en apuros, quien nos ha contado algo más sobre los sismos: "La corteza terrestre está sometida a movimientos que pueden provocar grandes esfuerzos y deformación", explica.
"Si se supera el umbral de resistencia de las rocas, estas se fracturan, liberando la energía en forma de ondas sísmicas, que son las responsables de la sacudida del suelo que nosotros sentimos cuando ocurre un terremoto".
La liberación de energía se detecta en forma de onda, algunas de las cuales pueden detectarse antes de que descarguen toda la energía sobre el terreno. Esto puede darnos algunos segundos o minutos para cortar los suministros de gas y agua, la electricidad o, incluso, avisarnos para que nos pongamos a salvo.
Y todo gracias a los servicios de alerta temprana. Sin embargo, estos no siempre son lo suficientemente eficientes, ya que dependen de estaciones y su capacidad de comunicar la incidencia de temblor. Y aquí es cuando llegan los satélites.
¿Cuánto tiempo podemos robarle a un terremoto?
Dependiendo de la distancia existente entre el punto en el que nos encontremos hasta el epicentro del terremoto, podemos conseguir entre unos segundos y algunos minutos para prepararnos. Aunque parezca poco, en ese tiempo podemos hacer muchas cosas: "Si estamos en el interior de un edificio, podemos ponernos bajo un lugar resistente, como una buena mesa", comenta el geólogo.
"Si estamos en la calle, podemos alejarnos de las fachadas de los edificios, ya que pueden caer cascotes, cristales y otros elementos ornamentales, y si estamos en el coche, debemos parar en un lugar lo más seguro posible". Las autoridades y sistemas automáticos, sin embargo, pueden ser aún más eficientes y cortar los suministros en caso de emergencia.
¿Y cómo podemos conseguir este tiempo extra? "La mayoría de sistema de alerta temprana están formados por una red de sensores, que pueden ser acelerómetros si miden la aceleración del suelo durante los terremotos, o sismómetros si miden el movimiento de este".
"Al ocurrir un terremoto, se producen una serie de ondas que se propagan desde el foco o epicentro, que es el lugar donde se produce físicamente el terremoto en todas las direcciones", continúa." El primer tren de ondas, el de las ondas P, es el más rápido y el que menos daños provoca, comienza a llegar a los sensores, que envían los datos al servicio de alertas para calcular dónde ha ocurrido el terremoto y su magnitud".
Si el sistema detecta que la magnitud del terremoto es importante se envía una alerta para poner en marcha los planes de prevención. "Dependiendo del país se puede enviar un mensaje a los teléfonos móviles, televisiones y estaciones de radio", matiza.
"Pero también a las compañías de transporte público, gas, electricidad y agua para que tomen las medidas necesarias para evitar daños antes de que lleguen las ondas más destructivas, como las ondas S y las superficiales". El problema es que estos sistemas de detección no siempre son tan eficientes como nos gustaría ya que no es fácil alertar sobre la magnitud de un sismo.
G-FAST, una alarma por satélite
Los satélites son capaces de muchísimas cosas. Entre ellas, incluso, pueden registrar las deformaciones experimentadas por el suelo terrestre durante un terremoto. Bajo esta premisa, el módulo de alerta temprana, llamado G-FAST, usa los datos de movimiento del suelo medidos por los Sistemas Globales de Navegación por Satélite (o GNSS) para estimar la magnitud y el epicentro de los grandes terremotos, aquellos de magnitud ocho o mayores.
"De la misma manera que nosotros usamos estos satélites para obtener nuestra posición, el sistema G-FAST usa los datos de GPS para medir el movimiento del suelo durante un terremoto y estimar así la magnitud y localizar el epicentro del terremoto a través de más de un centenar de estaciones", comenta el experto.
"A diferencia de otros sistemas de alerta temprana, G-FAST es capaz de obtener una medida muy precisa de la magnitud de los terremotos entre 40 y 60 segundos después de haber ocurrido este, mientras que los sistemas tradicionales de alerta temprana tienen que estudiar directamente las ondas provocadas por los terremotos, por lo que a veces no tienen suficiente información en el momento o no lo suficientemente rápida y no se puede calcular con tanta precisión la magnitud de estos".
El G-FAST, sin embargo, pretende aportar la información más fiable y lo antes posible sobre el terremoto. Esto nos da la oportunidad de robarle preciados segundos de forma más eficiente. Segundos que podrían emplearse en salvar vidas y reducir daños.
Dentro del Anillo de Fuego
El G-FAST, tal y como muestra un reciente estudio publicado en Seismological Research Letters ha mostrado su eficacia en los últimos grandes terremotos de Chile acaecidos durante los últimos años. Estos grandes temblores ocurren a menudo por subducción de los límites de las placas tectónicas, donde una placa empuja debajo de otra placa.
"Chile, y prácticamente toda la costa oeste de Latinoamérica, se encuentra en una parte de lo que conocemos como el Anillo de Fuego", explica Nahúm. Conocida con este pintoresco nombre, esta zona se caracteriza por la gran actividad sísmica y volcánica que existe en el área, que prácticamente bordea todo el océano Pacífico.
"En esta zona lo que ocurre es la colisión de distintas placas tectónicas, lo que se traduce en una gran liberación de energía, ya sea como terremotos, o bien a través de los fenómenos volcánicos", aclara el geólogo. Por esta razón, Latinoamérica es una gran experimentada de los temblores y terremotos. Y también en el desarrollo de herramientas como el G-FAST.
¿Estamos viviendo un periodo con mayor actividad geológica?
Existe una gran inquietud reciente, puesta de manifiesto debido a la facilidad de transmitir información a través de las redes sociales y como consecuencia de los últimos terremotos: ¿estamos viviendo un periodo geológico especialmente activo? La respuesta de los expertos, sin embargo, es muy clara:
"No, no estamos viviendo un período especialmente activo, lo que estamos viviendo es un periodo con mayor capacidad de detectar terremotos en zonas remotas", dice, tajante, el geólogo. "Cuando ocurre uno en una zona poblada, gracias al auge en las comunicaciones, lo sentimos más y mejor, y nos enteramos con mayor facilidad".
Esto nos ayuda a entender mejor cómo funcionan y los fenómenos asociados a los mismos, lo que podemos usar en nuestro beneficio. Y es que cada vez sabemos más de los terremotos. Por el momento, las herramientas como el G-FAST son cruciales. ¿Pero hemos llegado al punto de poder predecir un terremoto?
"Desgraciadamente, y a fecha de hoy, no podemos predecir los terremotos", zanja Nahúm. "El sistema terrestre es tremendamente complejo y no tenemos capacidad para observar con precisión y continuidad todo lo que ocurre por debajo de la superficie para poder establecer buenos modelos predictivos que nos permitan decir con certeza la ocurrencia de terremotos a muy corto plazo", aclara.
Por el momento, debemos contentarnos con el poder contar con sistemas que nos avisan con algo de antelación, unas medidas que, según recientísimos estudios, son muy eficientes. Así lo ponían de manifiesto los investigadores al hablar del éxito del SASMEX, el sistema de alerta temprano de México cuya participación durante el pasado 2017 ayudó a salvar miles de vidas.