La historia de la ciencia cuenta con figuras públicas de la talla de Isaac Newton, Galileo Galilei, Louis Pasteur, Albert Einstein o Stephen Hawking. Son algunos de los investigadores más conocidos por el gran público, con una pequeña gran particularidad: todos son hombres. La Fundación Dr. Antonio Esteve ha publicado su libro más reciente, La ciencia oculta, una obra que pretende sacar del olvido a quince investigadoras clave, cuyos logros y méritos han pasado desapercibidos durante décadas.

Al echar la vista atrás, pocas mujeres han recibido el reconocimiento que se merecen por su contribución a la ciencia. Salvo algunas excepciones, como Marie Curie, ganadora de dos Nobel por sus estudios en radiactividad, la mayoría de investigadoras ha caído en el olvido colectivo. De él pretende hablarnos Sergio Erill, catedrático de Farmacología y patrono de la Fundación Dr. Antonio Esteve, en su reciente libro, que puede leerse online a través de la página web de la entidad.

"Olvidadas o relegadas a una zona de claroscuros"

La obra de Erill, según adelanta la introducción, "pretende sacar a la luz, a modo de ejemplo, la tarea de unas científicas que alcanzaron hitos muy importantes y que, si bien algunas vieron que su trabajo era reconocido universalmente, otras fueron olvidadas o relegadas a una zona de claroscuros de la cual las queremos sacar". Uno de los ejemplos clásicos de la historia de las mujeres en ciencia lo constituye Hipatia, la matemática y astrónoma griega llevada al cine por Alejandro Amenábar, que acabó siendo asesinada por cristianos radicales. Una muestra, según Erill, de la "destrucción y de odio a la ciencia".

El libro La ciencia oculta continúa repasando la trayectoria de investigadoras desconocidas, tales como la astrónoma alemana Maria Kirch, que da nombre al asteroide 9815 a pesar de que la mayor parte de su trabajo pasara totalmente desapercibido, la matemática británica Ada Lovelace, considerada como la primera programadora de la historia, o la física alemana Emmy Noether, que logró grandes contribuciones con el desarrollo, por ejemplo, de la teoría de los anillos.

la ciencia oculta

La historia de la biología no se libra del olvido en el que han caído numerosas científicas. Como ejemplos, Sergio Erill cita en su libro a Barbara McClintock, la genetista que descubrió los transposones o 'genes saltarines' o Rosalind Franklin, sin cuya fotografía 51 no hubiera sido posible desentrañar la estructura en doble hélice del ADN. Aunque esta última nunca hubiera podido ser premiada con el Nobel de Medicina, como sí lo fueron sus compañeros James Watson, Francis Crick y Maurice Wilkins, ya que falleció años antes por culpa de un cáncer, lo cierto es que su figura no ha sido suficientemente reconocida hasta tiempos recientes.

La obra publicada por la Fundación Dr. Antonio Esteve termina explicando el famoso efecto John y Jennifer, que demostró la existencia de sesgos en las evaluaciones y en el reconocimiento de méritos de las mujeres. La ciencia oculta persigue precisamente incrementar la visibilidad de las investigadoras, como ya han intentado otras iniciativas para difundir el trabajo de científicas galardonadas con el premio Nobel o investigadoras fundamentales en la exploración espacial, por citar otros ejemplos.