**Los hermanos Matt y Ross Duffer y Netflix nos traen la segunda temporada de la que constituyó el mayor fenómeno de las series que se estrenaron en 2016, Stranger Things, una historia desinhibidamente ochentera de misterio terrorífico, fantasía y ciencia ficción que no pudo menos que enamorar a los espectadores del todo el mundo, sacando algo positivo de la nostalgia por aquella época. Y desde el mismo comienzo de “Madmax” (2x01) expande su mitología prometedora a lo Expediente X (Chris Carter, desde 1993) o Silent Hill** (Keiichiro Toyama, 1999-2012) con novedades inesperadas, nos acaricia los oídos con la música del contexto correspondiente, nos guiñan un ojo con detalles referenciales muy de agradecer, algunos relacionados con la narrativa de Stephen King, y nos arrojan sorpresas en busca de una explicación ansiada y convincente.
El reparto vuelve a estar por completo intachable, desde Gaten Matarazzo como el siempre imperdible Dustin Henderson, Caleb McLaughlin en la piel del más simpático Lucas Sinclair, Finn Wolfhard como el menos interesante Mike Wheeler y Noah Schnapp interpretando a Will Byers, que aquí le dan el gusto de lucirse mucho más que en la temporada anterior, pasando por David Harbour como el sheriff Jim Hopper, esta vez algo fuera de sus casillas, Winona Ryder encarnando a Joyce Byers, con mayor fortaleza y no sólo una preocupación irreprimible, Natalia Dyer como una centrada Nancy Wheeler, Charlie Heaton en la piel de Jonathan Byers, menos retraído y excéntrico en esta ocasión, Joe Keery como un maduro Steve Harrington y la encantadora Millie Bobby Brown interpretando a una curiosa y rebelde Eleven, hasta las nuevas y adecuadas incorporaciones: Sadie Sink como Max, Sean Astin como Bob Newby, Paul Reiser como el doctor Owens, Dacre Montgomery como Billy, Brett Gelman como Murray Bauman o Linnea Berthelsen como Kali.
Tal como nos prometía el final de la temporada uno, desde luego que no han terminado las cosas extrañas en la pequeña localidad estadounidense de Hawkins, y más bien se diría que se van a poner incluso peor, por mucho que los personajes hayan intentado sobreponerse a lo ocurrido un año atrás. Y es que el Mundo del Revés no se ha esfumado ni por asomo, y aún tiene horrores de sobra para sobrecoger a nuestros protagonistas, jóvenes y adultos. Los imprescindibles misterios que plantea la intriga expandida se han acrecentado, y algunas de las explicaciones para los mismos nos las brindan a través de flashbacks, lo que da más juego al relato; y como de costumbre, cada capítulo lo cierran con la consabida maña narrativa de aguijonearnos la inquietud y la curiosidad para que deseemos ver el siguiente lo más pronto posible.
No obstante, la trama empieza a ponerse realmente espinosa a partir de “Will the Wise” (2x04), y una de sus imágenes, que en absoluto puede resultar tan icónica como la de las luces navideñas de colores en la temporada uno, trae con suma facilidad a la memoria la más recordada de un episodio de la ya aludida serie sobre Fox Mulder y Dana Scully, titulado “Conduit” (1x04). Por otra parte, merece la pena reseñar que “Dig Dug” (2x05) y “The Spy” (2x06) han sido dirigidos por Andrew Stanton, responsable de estupendos filmes de Pixar como Buscando a Nemo (2003) o WALL·E (2008). En el quinto capítulo, el asunto empieza a transitar por fin los senderos incómodos de lo espeluznante, con conexiones monstruosas y abstractas que huelen un montón a Howard Phillips Lovecraft; y en el sexto, lo temible decide presentarse con gravedad.
“The Lost Sister” (2x07) se revela tal vez como el episodio más diferente de cuantos se han emitido; **nos evoca las aventuras de los X-Men (Stan Lee y Jack Kirby, desde 1963), y su tramo final es uno de los más emocionantes de la temporada. Sin embargo, la verdadera pesadilla se desencadena en “The Mind Flayer” (2x08), camino del desenlace tras un crescendo perfectamente calculado, que llega a su clímax en “The Gate” (2x09), con un hábil montaje paralelo a tres bandas que angustia lo suyo y mantiene al espectador más flemático al borde del asiento, y un epílogo no del todo complaciente que, al contrario que el de la temporada inicial, no proporciona demasiadas pistas sobre por dónde irán las siguientes**. Algunos podrán decir que esta segunda temporada de Stranger Things, tan satisfactoria que se sitúa al nivel de la primera, es más de lo mismo; pero si lo que ya nos habían mostrado nos gustó, y a un sinnúmero de espectadores hasta les volvió locos, ¿qué habría de malo en ello?