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Todos, y digo todos, caemos en los rumores. Los mitos y creencias sin sentido acechan en cada esquina. Muchas veces, más cerca de lo que piensas. Probablemente, tú también has extendido alguno de ellos. En algunas ocasiones están tan arraigados que es difícil abandonarlos, incluso demostrándote que son falsos. Hoy vamos a nombrar algunos de ellos. Mitos con los que probablemente convives cada día y que no sabías que son falsos.

La gasolina Low-cost no es peor que otras gasolinas

El extendidísimo mito de que la gasolina barata es capaz de destrozar tu motor se escucha hasta en los círculos más insospechados. "Claro, te gastas menos, pero a la larga te quedas sin coche". Y es completamente falso. En primer lugar, la diferencia entre gasolina premium y gasolina normal nunca ha dado pie a pensar en un beneficio. Atendiendo a todos los estudios realizados hasta la fecha, no hay resultados que avalen la afirmación de que este tipo de combustible mejore el rendimiento o, incluso (como hacen creer muchos anuncios), que aumente la eficiencia del combustible.

Tampoco los hay que expliquen que es mejor para el motor. Esto también ocurre si comparamos la gasolina normal con la low-cost. La diferencia en el precio se debe a que ofrecen menos servicios (in situ), tienen menos tipos de gasolina y usan la gasolina sin aditivos especiales. En cualquier caso, toda la gasolina que sale de todas las refinerías lo hace cumpliendo los mismos estándares. Si no fuera así, no habría llegado a la gasolinera. Y dentro de estos estándares se vela por un buen funcionamiento del motor al que va a "alimentar". Eso de que es mala es más una cuestión de marketing que una razón real.

El agua de grifo no es mala para la salud

Antes de seguir, que quede claro que hablamos en concreto del agua en Europa, aunque podríamos decir lo mismo cuando hay organismos como la FDA americana de por medio. En otros países con regímenes económicos deficitarios, el agua potable es un bien preciado y escaso, algo que seguimos tratando de solucionar. Pero volviendo a los mitos, en lugares como España es bastante común escuchar que el agua del grifo es mala para la salud: que su alta mineralización es un problema para nuestro cuerpo y puede generar todo tipo de problemas renales, etc. También corre el rumor de que lleva elementos posiblemente tóxicos. Por último, siempre se ha vendido la idea de que el agua de mineralización débil es más saludable.

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Todo esto es falso. En primer lugar, la directiva europea sobre la calidad del agua es estricta y muy puntillista, además de severa. Las aguas consideradas como "potables" son analizadas y revisadas hasta cinco veces en su proceso de llegada a tu grifo. Incluyendo en un punto antes de la salida final, por lo que si por cualquier razón algo va mal (niveles extraños de algún compuesto, contaminación...) el agua se corta de inmediato y de forma automática. Sobre la mineralización, la directiva exige que las aguas de consumo estén en unos niveles muy, muy, muy por debajo de lo que la OMS dictamina que es saludable.

Si se superaran esos niveles (algo que sólo podría ocurrir en caso de contaminación), automáticamente se cortaría el suministro. Y, aunque llegara ese agua a la población, tampoco supondría un riesgo inmediato. La mineralización débil no ha demostrado tener beneficios en la salud salvo en situaciones médicas concretas. Sin embargo, el beber agua embotellada, que sólo tiene un punto de control, sí ha demostrado tener perjuicios. Por el momento sabemos que beber agua de grifo (en Europa al menos), es tan bueno como hacerlo de botella. La decisión va en el gusto.

El corte de digestión no existe

El corte de digestión, a pesar de ser uno de los mitos más extendidos, no existe. Al menos no como tal. Lo que ocurre es otro fenómeno conocido como hidrocución, llamado así porque las víctimas eran recogidas con evidencias muy parecidas a haber vivido una electrocución. En realidad, este problema se da por un cambio muy brusco de temperatura. Esto se traduce en una reacción fisiológica que trata de proteger el cuerpo "desconectando" parte del mismo para evitar daños. Sin embargo, los resultados de un síncope pueden desembocar en una pérdida de conciencia letal si estamos nadando, por ejemplo.

ojos rojos en la piscina
Fuente: Pixabay.

Además, también producen malestar general, náuseas y dolor de cabeza como consecuencia de la parada. Pero lo cierto es que la hidrocución ocurre tanto si hemos como si no hemos comido antes de bañarnos. De hecho, esta puede ser la explicación de los supuestos casos de "muerte por beber agua fría" de los que el folclore está lleno. Pero en realidad la hidrocución nada tiene que ver con la digestión ya que no se pueden asociar sus causas en ningún caso.

La resaca no se debe a la deshidratación

A pesar de lo que nos gustaría, no, no sabemos qué causa la resaca. Y mucho menos cómo evitarla. Aun así, no dejan de existir persistentes mitos sobre lo que debemos hacer para esquivar sus efectos. Mitos que se traducen, a veces, en productos que no dejan de ser milagrosos (y falsos). Uno de los más extendidos es el que dice que la resaca se debe a la deshidratación. Deshidratación debida, entre otras cosas, a la inhibición de la ADH, la hormona antidiurética, razón por la que tenemos tantas ganas de orinar. Por eso, beber agua ayuda a que se pase o, incluso, la evita.

cáncer
El abuso del alcohol es uno de los principales factores de riesgo de las enfermedades hepáticas. Fuente: Pixabay.

Bueno, hidratarse es siempre positivo, eso sin duda. Y más cuando estamos intoxicándonos (que es básicamente lo que hacemos cuando bebemos alcohol). El agua, disolvente universal, es necesario para poner nuestro sistema fisiológico a punto en su proceso de restauración. Pero, según se ha estudiado en más de una ocasión, no existen indicios de deshidratación en el proceso de ebriedad. No hay marcadores que así lo indiquen. Por tanto, no, no se produce ningún tipo de deshidratación.

Comer fruta después de las comidas no engorda

Este probablemente sea otro de los mitos más extendidos y, además, mezquino. El falso razonamiento de que después de alimentarnos, la fruta "fermenta" y aporta más azúcares a la ingesta es totalmente falso. También existe una versión es que explica que los azúcares de la fruta se almacenan como grasas tras una ingesta normal. También es falso. En primer lugar, la fruta no tiene mayor contenido calórico según el momento en el que lo consumamos. Tampoco existen evidencias de que el momento en el que lo hagamos proporcione una diferencia real. Aunque sí sabemos que las horas de las comidas influyen en el peso.

Foto por Roman Davayposmotrim en Unsplash

Algo que no explica tal afirmación sobre la fruta, por cierto. En tercer lugar, da lo mismo si es fruta o cualquier otro alimento. Ingerir más calorías supone la posibilidad de almacenar más grasa. Es así de sencillo, sin más. Por otro lado, la fruta es imprescindible en nuestra alimentación. Aporta fibras vegetales, sacia, contiene vitaminas y oligoelementos vitales.... Normalmente no consumimos todas las piezas de fruta recomendadas al día. Así que quitárnosla tras la comida por miedo a engordar es un grave error.

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