Una de las novelas más icónicas y valoradas del escritor estadounidense Stephen King, origen de las pesadillas de varias generaciones, vuelve al cine con la dirección del argentino Andrés Muschietti.Cuando nos merendamos la penosa noticia de que Cary Fukunaga, realizador de la temporada uno de la valorada serie televisiva *True Detective (Nic Pizzolatto, desde 2014) o del filme Beasts of No Nation* (2015) para Netflix, abandonaba un proyecto tan jugoso por la negativa de la productora New Line a concederle un presupuesto que no pusiera en peligro “su visión artística”, los espectadores más ansiosos se quedaron con un palmo de narices, y con el temor razonable de que la batuta recayese entonces en algún cineasta de medio pelo que diera al traste con todo. Y, en verdad, no es que Muschietti haya tenido muchas oportunidades hasta ahora para demostrarnos que no lo es, pero su único antecedente en el largometraje, Mamá (2013), con el que rehacía sin demasiado acierto la historia de su propio corto de 2008, *no parecía transmitirnos muchas esperanzas de que la nueva adaptación de It fuese a llegar a buen puerto*.
Y es que los espectadores más atentos saben que la dolorosa aventura sobre el terrorífico Pennywise, el payaso bailarín, y los chavales que se enfrentan a él en la localidad siniestra de Derry no carece precisamente de importancia cultural: se trata de una de las mejores obras del novelista de Maine, con algunos de los textos más hermosos y conmovedores que haya escrito nunca y una decisiva lucidez para horrorizar a los lectores en capítulos y escenas memorables, y su primera y fallida traslación a la gran pantalla, la de Tommy Lee Wallace de 1990, fue suficiente para marcar a varias generaciones de los años ochenta y noventa del siglo pasado hasta la coulrofobia, convirtiendo al alarmante dispensador de globos en un auténtico icono terrorífico con el rostro maquillado del reconocible Tim Curry. Tales son las razones de que se buscara otra adaptación, con un éxito de taquilla asegurado, y de que la propuesta tuviese a medio mundo a la expectativa para ver el resultado de sus anhelos.
Ahora, con el estreno internacional de la nueva película, ya se han respondido todas las preguntas que habían brotado por los avances que compartieron; y correcta era la hipótesis de que el guion de Fukunaga, modificado tras su renuncia por Chase Palmer y Gary Dauberman, es más fiel a la novela de King —lo que tampoco supone una virtud— que el de Wallace y Lawrence D. Cohen para el primer filme pero prescindiendo de la gratificante estructura de esta, en la que se intercalan dos líneas temporales, una con Bill Denbrough, el Tartaja, y sus amigos de adolescentes y otra en la que son adultos. Es decir, se confirma que han desaprovechado la ocasión de ofrecernos un montaje de mayor complejidad, y han dividido las dos líneas temporales en sendas películas, cosa que, de todos modos, ya se había propuesto Fukunaga en un principio.
Alguien podría saltar en este punto y descerrajarnos que no se debe evaluar ninguna obra por lo que esta no es, y que sólo hay que centrarse en lo que hemos visto en el cine por lo que al capítulo uno de It respecta. Pero olvidaría de forma muy inconveniente que los mimbres para ese montaje atractivo ya estaban ahí, en la novela, al alcance de cualquier guionista suficientemente espabilado, que los autores cuyos libros se adaptan tienen su correspondiente crédito en el guion —no por nada los originales se distinguen de los otros en los premios cinematográficos— y que Wallace y Cohen sí supieron aprovechar la estructura primigenia pese a los problemas insoslayables de su película para televisión. Como también obvian el hecho de que una oportunidad perdida como esta resulta irrelevante si la adaptación logra sobrepasar nuestras esperanzas regalándonos un peliculón indiscutible, y no es lo que ha ocurrido con la de Muschietti.
Uno salivaba pensando en los brillantes montajes paralelos, quizá un poco como los de Frequency (Gregory Hoblit, 2000) o los de Origen (Inception, Christopher Nolan, 2010), y en las transiciones jugosas e imaginativas a que da pie trasladar esta novela al cine, y sin embargo, no se puede decir que el director bonaerense no haya sabido exprimir bien el libreto con el que contaba: la nueva It cumple con las necesidades de su clásico relato lineal, sin caer por el abismo de las inverosimilitudes como en Mamá o de los despropósitos grotescos como en el filme de Wallace, construye una peripecia digna y razonablemente aterradora, con un ritmo que jamás decae y que casi no le da descansos al espectador, lo cual ha de proteger a la película de que la lapiden los talibanes.
Si bien se echa en falta sin duda un ambiente enrarecido más generalizado para la Derry acechada por tan risueño monstruo, lo cierto es que cada puesta en escena de sus espeluznantes recreaciones se revela siempre eficaz, y unas cuantas producen verdaderos escalofríos, sobre todo en el segundo tramo del filme, los cuales se apuntalan gracias a la siniestra banda sonora que ha compuesto Benjamin Wallfisch, ambiental, con oportunos sonidos degradados y heterogéneos y esos lúgubres coros infantiles que inquietan lo suyo. Tampoco hay que pasar por alto que se le presta la atención debida a las miserias de la señora Kaspbrack, del señor Marsh y, sutilmente, del señor Keene, ni la recia tensión generada durante las secuencias de la segunda visita a la casa horrible de la calle Neibolt y del enfrentamiento en las cloacas.
Al mover la narración unos treinta años hacia delante respecto de las dos épocas del libro, se consigue, en primer lugar, beneficiarse de nuevo del gusto y la nostalgia de los espectadores por historias ochenteras protagonizadas por muchachos —recordemos Super 8 (J. J. Abrams, 2011) o *Stranger Things* (Matt y Ross Duffer, 2016)— y en las que la amistad es un motor preponderante, y en segundo lugar, que los acontecimientos de la próxima secuela ocurran hoy en día. El reparto que encarna a los Perdedores es adecuado y se desenvuelve con soltura, ya sea Jaeden Lieberher (*Midnight Special) como Bill Denbrough, Jeremy Ray Taylor (Ant-Man) como Ben Hanscom, Sophia Lillis (El sueño de una noche de verano) como Beverly Marsh, Finn Wolfhard (Stranger Things, vaya) como Richie Tozier, Jack Dylan Grazer (Me, Myself and I) como Eddie Kaspbrack, Chosen Jacobs (Hawai 5.0) como Mike Hanlon y Wyatt Oleff (Guardianes de la Galaxia) como Stanley Uris.
Molly Atkinson (Camino a Avonlea) nos entrega a una convincente señora Kaspbrack, como Stephen Bogaert (American Psycho, X-Men: Apocalipsis*) a su señor Marsh, Stuart Hughes a su oficial Bowers o Joe Bostick a su señor Keene. Triste es, no obstante, la poca entidad del psicopático Henry Bowers, al que da vida Nicholas Hamilton (*La Torre Oscura), y no hablemos ya del Belch Huggins interpretado por Jake Sim, del Victor Criss de Logan Thompson y del Patrick Hockstetter de Owen Teague (Bloodline). Que Steven Williams (The X-Files) se ponga en la piel de un enérgico Leroy Hanlon es agradecido pero anecdótico; y bueno, Jackson Robert Scott (Fear the Walking Dead) hace lo preciso como el pequeño Georgie Denbrough.
Otros personajes, como el rabino Uris de Ari Cohen (Smallville), los Zach y Sharon Denbrough de Geoffrey Pounsett y Pip Dwyer (22.11.63), la señora Starrett de Elizabeth Saunders (The Strain*) e incluso la Gretta de Megan Charpentier (sí, Mamá) no se quedan apenas en la retina. Lo que no sucede, faltaría más, con *el Pennywise de Bill Skarsgård (Atómica*), que nos brinda a un villano intachable, tan pesadillesco como se requiere, estremecedor por su excéntrica y festiva malignidad, con más matices que el de Curry y que no puede ponernos más nerviosos en su presencia.
Conclusión
En cualquier caso, a uno le resulta difícil no pensar que el estilo sucio e implacable de Cary Fukunaga habría distinguido de veras a esta adaptación de It, pero el trabajo de Andrés Muschietti no ha sido desdeñable en absoluto, y merece la pena sentarse a contemplar este mal sueño de cine que comienza, hasta donde sé o puedo decirlo, con un barco hecho de una hoja de diario que flota por una alcantarilla hinchada de lluvia.
Pros
- La peripecia digna y razonablemente aterradora que ha construido el director Andrés Muschietti.
- El ritmo que jamás decae y que casi no le da descansos al espectador.
- Que cada puesta en escena de las espeluznantes recreaciones de Pennywise es eficaz.
- La siniestra banda sonora de Benjamin Wallfisch.
- El intachable y pesadillesco villano de Bill Skarsgård.
Contras
- Que han desaprovechado la ocasión de ofrecernos un montaje de mayor complejidad según la estructura de la novela, con todo lo que ello implica.
- Que se echa en falta un ambiente enrarecido más generalizado para la Derry acechada por el monstruo.
- La poca entidad del psicopático Henry Bowers de Nicholas Hamilton.