Una sencilla apuesta cambió la historia de la fotografía y revolucionó el cine antes incluso de que fuera inventado por los hermanos Lumière. El millonario Lelan Stanford no podía sacarse de la cabeza una incógnita sobre una de sus grandes aficiones. ¿Los caballos mantenían las cuatro patas en el aire durante algún instante mientras corrían? Stanford opinaba que sí era posible, mientras que su colega, James Keene, por aquel entonces presidente de la Bolsa de San Francisco, pensaba lo contrario. La afrenta se resolvió con un envite económico y con la invención de una técnica que superaba la imperfección del ojo humano.
Lelan Stanford contrató a Eadweard Muybridge para poner fin al misterio. El fotógrafo, que había emigrado al continente americano años antes, logró desarrollar un artefacto para tomar decenas de imágenes seguidas que capturasen el movimiento de un caballo. El aparato recibió el nombre de zoopraxinoscopio y demostró que, durante algunos momentos de la carrera, el animal deja las cuatro patas en el aire. La sucesión de fotografías recreaban la ilusión del movimiento a través de la animación, considerada como un precedente en la historia del cine. La pionera película ha vuelto a marcar un punto de inflexión, aunque esta vez como protagonista.
Un equipo de científicos de la Universidad de Harvard ha conseguido por primera vez guardar la animación de Muybridge, El caballo en movimiento, en el ADN de bacterias fecales. Hasta la fecha, la molécula que porta la información genética en los seres vivos había demostrado ser un excelente soporte de datos in vitro. Según el estudio publicado en Nature, el ADN también es un buen disco duro para almacenar información en el interior de células vivas. La información del GIF de Muybridge y de una segunda imagen que muestra una mano ha sido codificada en esta molécula gracias al uso del 'cortapega genético', el sistema CRISPR-Cas9.
Las fotos y los vídeos se vuelven 'virales'
Hace cinco años, el mismo equipo de la Universidad de Harvard, dirigido por el genetista George M. Church, guardó un libro en ADN. La molécula es uno de los soportes más compactos y estables conocidos hasta la fecha para almacenar información. La diferencia es que ahora el mismo grupo de investigadores ha conseguido guardar datos en el ADN de células vivas, bacterias de la especie Escherichia coli, un tipo de microorganismos muy utilizados en los laboratorios y que forman parte de nuestra microbiota intestinal.
Según detallan en Nature, los científicos han empleado nucleótidos, es decir, los ladrillos básicos con los que se construye el ADN, para producir un código relacionado con los píxeles individuales de cada imagen que pretendían guardar. En el caso de la película animada de Muybridge, los investigadores diseñaron una secuencia que se asociaba marco a marco con el GIF que querían codificar dentro de las células bacterianas.
Para lograr la inserción de las secuencias genéticas, el equipo de Church utilizó el sistema CRISPR-Cas9, una herramienta que sirve para editar el genoma de una forma muy sencilla y eficaz. La técnica presenta tal grado de precisión que ya ha sido bautizada como el 'bisturí molecular'.
El uso de CRISPR-Cas, el 'cortapega genético' desarrollado en 2012 por Jennifer Doudna y Emmanuelle Charpentier que ha revolucionado la biología, revela que es posible registrar grandes cantidades de información en el interior de un ser vivo. Según el trabajo publicado en Nature, los científicos también fueron capaces de determinar qué secuencias son las mejores para guardar datos dentro del genoma, lo que también puede ofrecer nuevas aplicaciones para esta innovadora herramienta biológica. Hasta ahora, el 'bisturí molecular', cuya función en las bacterias es servir como sistema de defensa frente al ataque de virus, ofrece grandes posibilidades en campos como la medicina, la agricultura, la ganadería, la alimentación o el medio ambiente.
A la hora de recuperar la información almacenada en el ADN de las bacterias, el grupo de George M. Church pudo descargar los datos utilizando la tecnología conocida como secuenciación del genoma, que permite leer el ADN. Las imágenes y el GIF guardados dentro de las bacterias pudieron ser reconstruidos analizando el código de nucléotidos. La precisión de la técnica, según los resultados publicados en Nature, es del 90%. El trabajo demuestra que la herramienta que una vez ayudó a los microorganismos a defenderse de los virus puede ahora servir para guardar las imágenes y los vídeos virales del futuro.