José Miguel Mulet (Denia, 1973) es licenciado en Química y doctor en Bioquímica y Biología Molecular por la Universitat de València. En la capital del Turia trabaja como profesor en la Universitat Politècnica de València y como investigador en el Instituto de Biología Molecular y Celular de Plantas, donde trata de desarrollar variedades tolerantes a la sequía y al frío. Pero quizás su faceta más conocida sea la de divulgador científico, que le ha llevado a dar charlas por todo el mundo y a escribir libros como Los productos naturales, ¡vaya timo! (2011), Comer sin miedo (2014), Medicina sin engaños (2015) o La ciencia en la sombra (2016).
El investigador también ha participado frecuentemente en los medios de comunicación. En una de sus últimas intervenciones en la televisión, durante la emisión del programa Chester in Love, J.M. Mulet fue insultado por Mercerdes Milà tras desmontar los mitos y las falsedades de La enzima prodigiosa, una obra que defendía la presentadora. Tras la polémica, el especialista vuelve a la carga con la publicación de su quinto libro, tal vez el más esperado. Esta semana ha llegado a las librerías Transgénicos sin miedo (Ediciones Destino, 2017), donde aborda una de las tecnologías más polémicas y desconocidas de las últimas décadas. Minutos antes de que participase en una charla de divulgación en Cuenca, Hipertextual charla con J.M. Mulet sobre los organismos genéticamente modificados y el futuro de la alimentación.
"Los científicos tenemos miedo a sufrir agresiones"
"Un transgénico, por definición legal, es aquel organismo que lleva ADN de otro organismo que se ha introducido por métodos de ingeniería genética. Se puede meter ADN en otros organismos por técnicas diferentes como hibridaciones y cruces, pero no se consideran transgénicos", explica J.M. Mulet al otro lado del teléfono. ¿Pero hay miedo realmente hacia los organismos modificados genéticamente? En opinión del investigador, "existe rechazo a los transgénicos en la sociedad, y también temor por parte de los científicos a sufrir agresiones o atentados". Recientemente, un centro de I+D de Monsanto en Olmeneta (Italia) fue atacado con cócteles molotov. No era la primera vez. En el pasado, activistas antitransgénicos destruyeron parte de un campo experimental en Camberra (Australia). Otro científico italiano, asesor de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, en inglés), recibió un paquete bomba hace solo unos meses; un suceso que fue denunciado por la Organización Europea de Investigación sobre Plantas (EPSO, en inglés).
No son ataques aislados, según Mulet, que asegura que "en España también se han dado este tipo de agresiones". En 2004, una plataforma contra transgénicos segó un campo experimental del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentaria (IRTA), un centro público dependiente de la Generalitat de Catalunya. Un activista fue juzgado por el ataque, pero finalmente fue absuelto por falta de pruebas. "El miedo hacia los transgénicos se debe a que la sociedad ha recibido información mala o que no es cierta, dejando que se forme una opinión sesgada", afirma Mulet. A su juicio, parte de la culpa la tienen los científicos, "que trabajaban en los laboratorios y no contaron qué estaban haciendo". José Miguel Mulet también acusa a los medios de comunicación de equidistancia. "Han confrontado a los investigadores con los ecologistas. ¿Alguien se imagina que cuando hablara Arsuaga sobre evolución y Atapuerca le pusieran a un creacionista al lado? Eso nos ha pasado a nosotros", sostiene.
Según cuenta en su nuevo libro, el rechazo hacia los transgénicos varía en función de la aplicación que tengan los organismos modificados genéticamente. "Han querido asociarlos con la agricultura y alimentación, pero la gente no sabe que hay transgénicos en otras áreas", apunta. Hoy en día podemos encontrar múltiples organismos modificados genéticamente en el mercado; la ropa, los artículos de higiene íntima o los billetes de euros proceden de algodón transgénico, fármacos como la insulina, que utilizan las personas diabéticas, se producen mediante ingeniería genética, una técnica que también está presente en las enzimas que se usan en los detergentes, en los zumos para eliminar los grumos o en los vaqueros para darles el toque del conocido lavado a la piedra. "Yo le pregunto a los activistas antitransgénicos por qué no se movilizan contra una farmacia. No les interesa difundir ese mensaje porque parecería menos creíble", opina Mulet al otro lado del teléfono.
Una gran parte de la población asocia los organismos modificados genéticamente con la multinacional Monsanto, adquirida recientemente por Bayer. A juicio del divulgador, esta relación en el imaginario popular se debe al "mensaje construido". "Si quieres vender una historia necesitas un malo carismático. Ese es Monsanto, que fue la primera empresa en tener un transgénico listo para el mercado. Pero en realidad hay muchas compañías trabajando en ellos", asegura el investigador del IBMCP. Los críticos de la ingeniería genética defienden que las prácticas de la multinacional biotecnológica obligan a los agricultores a comprar sus semillas anualmente. "Si alguien conoce a un agricultor que haya tenido que hacer eso, que me dé su contacto porque quiero entrevistar a alguien desde hace tres o cuatro años", reclama Mulet, que critica que se promueva un mensaje que, en su opinión, "trata de estúpidos" a los agricultores.
En la actualidad, en la Unión Europea solo se cultiva un transgénico, el famoso maíz MON810 de Monsanto, una planta transgénica resistente a la plaga del taladro; sin embargo, se importan 81 variedades producidas fuera del continente, como "maíz, soja, colza, remolacha o algodón", según enumera el investigador. Mulet resta importancia a los conflictos de interés en biotecnología denunciados hasta la fecha, que han sido objeto de algunos análisis, tanto en Europa como en Estados Unidos. "Se supone que un lobby debe hacer presión, pero no lo ha conseguido: en veinte años ha conseguido una autorización. Es un lobby bastante patético", ironiza.
España es el país de la Unión Europea donde más transgénicos se cultivan, una posición que la ministra Isabel García Tejerina defendió argumentando que las decisiones se habían tomado "apoyándose siempre en criterios científicos". En opinión de Mulet, la actitud positiva de España frente a otras zonas responde a una cuestión de necesidad. Como explica a Hipertextual, "nuestro clima es bastante favorable a que haya taladro; por el contrario, en Francia o Alemania no es la principal plaga. En el caso de haberla, la tontería antitransgénica les duraba dos días. A ellos el MON810 no les resuelve ningún problema, así que tienen una postura muy cómoda". El divulgador también rechaza los mensajes que relacionan los organismos modificados genéticamente con el sistema capitalista. "Cuba siembra transgénicos desde hace años. ¿Y acaso la comida ecológica la regalan?", se pregunta.
"Los transgénicos son seguros. Punto. Y ya está"
El nuevo libro de José Miguel Mulet aborda también los temidos efectos de los organismos modificados genéticamente sobre la salud y el medio ambiente. "Los transgénicos son seguros. Punto. Y ya está", afirma en una de sus páginas. Al ser preguntado por esta cuestión durante la entrevista, el divulgador matiza un poco más sus palabras. "No son peligrosos para la salud. En veinte años no se ha observado ningún problema, cosa que sí ha ocurrido con los alimentos ecológicos", asegura, en referencia a la crisis del pepino que ocurrió en una granja alemana durante 2011. Mulet puntualiza que la seguridad debe verse caso a caso, pero que los transgénicos superan procesos individuales muy exhaustivos antes de salir al mercado. "Una vez comercializado, un organismo modificado genéticamente ha pasado más controles que cualquier otro alimento", dice por teléfono. Los estudios realizados hasta ahora muestran que las plantas analizadas hasta ahora (soja, maíz, arroz y trigo) serían en principio igual de seguras que las no manipuladas genéticamente; sin embargo, algunos expertos en Toxicología abogan por realizar más investigaciones a largo plazo sobre sus posibles efectos.
Mulet también rechaza los supuestos efectos perjudiciales de los transgénicos sobre el medio ambiente. Según el divulgador, "lo que afecta a la biodiversidad es la agricultura, sea transgénica o no. Cuando vas a cultivar algo, te cargas el ecosistema preexistente". A su juicio, estas variedades han contado con aplicaciones dirigidas a la agricultura, pero cada vez son más los cultivos con beneficios directos para el consumidor, como el trigo apto para celíacos que desarrolló el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. El experto comenta que la actitud hacia los transgénicos está cambiando, e incluso en su libro llega a afirmar que desearía comerse algún día "una paella de arroz dorado". En los últimos años se han desarrollado otras variedades enriquecidas en beta-caroteno, como el maíz dorado o la naranja dorada, que según sus promotores podrían paliar el déficit nutricional en vitamina A. "¿Tú te crees que se puede prohibir la avalancha de productos que cuentan con una utilidad muy clara para el consumidor?", sostiene Mulet. "Preguntemos a los celiacos que podrían ahorrarse un 20-30% del gasto en alimentación a ver qué opinan sobre aceptar o no el trigo modificado genéticamente", dice.
Ante las críticas recibidas por simplificar el debate sobre los organismos modificados genéticamente, Mulet niega que "ningún científico haya dicho que los transgénicos sirven para luchar contra el hambre". "Sí se lo he escuchado a ecologistas, que dicen que como sigue habiendo hambre en el mundo, la ingeniería genética es un fracaso. No es así: los transgénicos pueden ser una herramienta muy útil, aunque el problema es muy complejo y también depende del reparto de recursos y de la justicia social. Pero es estúpido renunciar a una herramienta que nos puede ayudar", sostiene el investigador español. Respecto a la polémica tribuna de opinión de la periodista Rosa Montero, J.M. Mulet niega que sus acusaciones sean ciertas. "Como no hay argumentos contra los transgénicos, se los tienen que inventar", asegura. El científico defiende que los organismos modificados genéticos son evaluados de forma individual para garantizar su seguridad; ensayos de alergenicidad y toxicidad que, según cuenta a Hipertextual, no pasa ningún otro alimento. "Si lo hicieran no se venderían los cacahuetes, que contienen potentes alérgenos", afirma durante la entrevista.
El divulgador probablemente sea el rostro más conocido de la investigación sobre biotecnología en España, cuya industria ha aumentado su facturación de forma exponencial durante la última década, según datos de ASEBIO, la patronal del sector. Pero no es el único científico que ha roto una lanza a favor de los transgénicos, ya que en el pasado 110 premios Nobel criticaron a Greenpeace y otras organizaciones ecologistas por rechazar la ingeniería genética. El gesto, según Mulet, fue positivo al "poner el debate encima de la mesa y llegar al gran público", aunque muchos de los firmantes no fueran especialistas en Biología molecular ni en Genética. En su quinto libro, el científico defiende la investigación que hay detrás de los transgénicos. "Un tomate tiene más tecnología que un iPhone", asegura en uno de los capítulos. El próximo gran salto de la biotecnología, según explica en la obra publicada por Destino, estará en el sistema CRISPR-Cas9, la herramienta para editar el genoma. En su opinión, las variedades que se desarrollen con esta nueva tecnología "no serán consideradas transgénicas", como ya ha ocurrido en Estados Unidos. La Unión Europea aún debate su posición ante la próxima revolución de la biología. Sea cual sea el resultado de la discusión, José Miguel Mulet defiende que "los transgénicos no son una batalla perdida". "La prueba está en los últimos veinte años: ha habido información en contra, y sin apoyo público ni subvenciones, el cultivo de organismos modificados genéticamente ha crecido. Si la opinión pública cambia, que parece que lo está haciendo, la batalla está ganada", concluye.