Con un 70% de cuota de mercado mundial, el dominio de DJI en su segmento es indiscutible. No es un éxito fortuito. La compañía asiática ha trabajado durante años en la producción de drones veloces, resistentes y, sobre todo, inteligentes. Es la seña de identidad de DJI. Y eso, con productos que superan los 1.000 euros de precio, es de un valor increíble.

No obstante, el Spark es el primer drone de la compañía que baja de esa cifra —a diferencia de los Phantom y los Mavic, cuyos precios son relativamente parejos—. El objetivo es bastante sencillo: posicionarse en el segmento de menos de 1.000 euros y acercar las virtudes de sus productos a las masas, para las cuales un desembolso de 1.200 euros en un Mavic Pro es bastante improbable.

Pero para conquistar al segmento más amplio de la población no solo basta con reducir su precio; también hay que hacerlo atractivo y, sobre todo, sencillo de usar. Los drones más famosos de DJI —como el Phantom 4 o incluso el Mavic Pro— son complejos. Tienen varios joysticks, una pantalla y multitud de opciones que requieren de una curva de aprendizaje previa que, en muchos casos, es excesivamente elevada para el usuario medio de un drone. Del Inspire 2 y su complejidad de uso ya ni hablamos.

El Spark, en cambio, trata de simplificar todas esas opciones mediante dos elementos clave:

  • Modos de vuelo inteligente. Aprovechando los sensores del Spark y su potente aplicación para teléfonos móviles, es posible activar modos de vuelo inteligentes que permiten obtener vídeos e imágenes sorprendentes sin precisión ni experiencia previa. Basta seleccionar el modo deseado y el drone comenzará a volar de forma autónoma. Puede hacer panorámicas, alejarse progresivamente para obtener una perspectiva global, seguir a objetos en movimiento, etc. Todo con fluidez y precisión.
  • Control por gestos. Para operaciones básicas como desplazar el drone, tomar fotografías o incluso aterrizar y despegar —que puede hacerse directamente en la palma de la mano—, DJI ha desarrollado un control por gestos bastante eficaz. Cuando las condiciones son correctas, funciona a la perfección; pero si la luz es intensa e incide directamente sobre los sensores del drone, no reconoce con tanta facilidad el movimiento de la mano. Eso sí: DJI asegura que la versión final que llegará a los consumidores no tendrá este pequeño inconveniente.

Para usuarios más avanzados, DJI también permite realizar un control total del drone desde la aplicación para teléfonos móviles. Los joysticks, pese a ser virtuales, son muy precisos. Además, se apoyan en los motores de vibración del teléfono para proporcionar un feedback sobre cada movimiento que realizas. El rango, eso sí, es inferior, ya que se apoya sobre redes Wi-Fi de 2.4 GHz y 5 GHz para intercambiar información con el drone.

No obstante, para obtener el máximo rendimiento del Spark, lo ideal es hacerse con el controlador remoto, el cual se vende por separado. El formato es similar al controlador del Mavic Pro, aunque carece de pantalla integrada. Por lo demás, es el mismo controlador: precisión similar, botones similares y, cómo no, soporte integrado para acoplar un smartphone compatible.

Con el controlador remoto, el Spark puede volar hasta a 2 km de distancia y a un máximo de 50 kilómetros por hora (con el modo Sport activo). Sin el modo Sport, la velocidad decae drásticamente, mucho más que en drones como el Mavic Pro o el Phantom 4. ¿La razón? La velocidad con la que opera el sistema de detección de obstáculos. Los sistemas del Spark tienen un menor alcance, por lo que la velocidad máxima del drone sin el modo sport ha sido reducida para obtener un correcto funcionamiento del sistema.

Las personas sin experiencia en el campo de los drones —el segmento al que apunta DJI con el Spark— no apreciarán esta diferencia y quedarán más que satisfechos con su velocidad. Pero los que ya hayan trabajado con un Phantom 4 o un Mavic Pro sentirán cierta desesperación al ver la escasa velocidad del Spark en modo estándar.

Con el modo sport activo, el Spark es todo diversión. No solo por sus 50 kilómetros por hora de velocidad máxima, también por su dinamismo y su rápida respuesta. Además, al ser tan pequeño y ligero es posible volarlo por lugares complejos por los que el Mavic Pro o el Phantom 4 no podrían volar con seguridad.

Este reducido tamaño también colabora a su transporte. Cabe en cualquier sitio, incluso un bolsillo. Y es que el tamaño del chasis —sin los brazos que albergan los rotores— es inferior al de teléfonos como el Galaxy S8 Plus o el iPhone 7.

Obviamente, para lograr este reducido tamaño, DJI ha hecho varios sacrificios: su autonomía es de 17 minutos por carga, el número de sensores es menor que en el Mavic Pro y la cámara no tiene un estabilizador mecánico de tres ejes. No obstante, lo que DJI ha logrado hacer con la cámara del Spark es realmente interesante. En breves puntos:

  • Estabilizador de tres ejes. Sí, es correcto. El Spark tiene estabilización mecánica de dos ejes y, digitalmente, estabiliza el tercer eje. El resultado es bastante efectivo y más que válido para el mercado al que está destinado este drone.

  • Más resistente. El gimbal del Spark está mejor protegido y es más resistente que el del Mavic Pro, conocido en todo el Sistema Solar por su fragilidad.

    • Mejor cámara que el Mavic Pro. Mejores lentes, mejor procesado y, además, mejor interpretación del color. La cámara del Spark es algo mejor que la del Mavic Pro en algunos aspectos, pese a compartir el mismo sensor que su hermano mayor.

  • ¿Por qué no graba 4K? Precisamente por la estabilización digital del tercer eje. Por lo demás, el Spark está más que listo para grabar en la máxima resolución.

    Desde el punto de vista técnico y funcional, el Spark es sorprendente. No es perfecto (escasa autonomía, ausencia de algunos sensores, cámara sin 4K, etc.), pero es el mejor drone de menos de 1.000 euros que puedes adquirir ahora mismo. No solo por su reducido tamaño y sus capacidades de vuelo, también lo es por la inteligencia. La mayor parte del software que DJI ha diseñado durante años para drones como el Mavic Pro, Inspire 2 o Phantom 4 Pro también está presente en este Spark. Detecta obstáculos, opera de forma autónoma, funciona con gestos, incluye modos de vídeo profesionales, detecta zonas en las que está prohibido su uso… Todas esas funciones, para un profesional, son de gran utilidad; pero para los amateurs, son imprescindibles. Y por menos de 1.000 euros, solo el DJI Spark las ofrece.