Cuando el actual Presidente de Estados Unidos se presentó como candidato a optar al puesto en nombre del Partido Republicano, muchos se despepitaron de la risa porque **no parecía posible que alguien tan pintoresco como Donald Trump fuese a ganar** las primarias y, ni mucho menos, ser inquilino del histórico inmueble blanqueado que se alza en la avenida de Pensilvania y sentarse tras el Escritorio Resolute de su despacho más conocido en el mundo entero. Cuando triunfó en las primarias republicanas, los carcajeos se internacionalizaron del todo y, a pesar de los temores de que venciese en las elecciones presidenciales, la mayoría confiaba en la sensatez de los votantes yanquis. Luego llegó la agonía del conteo de votos, y lo demás es historia.
Dadas las características y opiniones personales de Trump y el auténtico circo en el que convirtió su campaña, el profesor universitario Aaron Jones decidió escribir un libro sobre él durante la misma porque les estaba dejando “sumidos en una nauseabunda incertidumbre” respecto al futuro del país y, así, por “el peligro que supone para la república”; y no sólo para ella, me atrevo a añadir. El libro fue publicado en agosto de 2016, y luce el encantador título de Assholes: A Theory of Donald Trump, que para la edición española se tradujo como **Trump: ensayo sobre la imbecilidad*.
Jones ya había publicado en 2012 otro libro de “imbeciología”, como él mismo se refiere a su área de estudio, llamado Assholes: A Theory*, y habiéndose doctorado por la Universidad de Harvard, es de esperar que se trate de alguien que no se dedica a decir simplezas y que sabe de lo que habla. Pero, como esto último puede ser tratado como una estupenda falacia de autoridad, lo único aceptable es que veamos qué explica Jones en su libro para comprobar si resulta útil o si le revela como un grosero provocador o un chiflado. Sea como sea, “uno puede pensar lo que desee, siempre que exponga con claridad sus argumentos y sus premisas”, según sus propias palabras.
Para empezar, Jones aclara en la introducción que un imbécil verdadero, “se arroga de manera sistemática una serie de ventajas en las relaciones sociales totalmente convencido —no tenga razón— de que está en su derecho, cosa que lo inmuniza frente a las protestas de los demás”, lo cual relaciona directamente con el miedo a que Estados Unidos se haya convertido o esté “a punto de trocarse en un sistema «capitalista imbécil» abocado de manera inherente a decaer” por la generalización de conductas semejantes en la política y el ámbito financiero. Y esto no se nos debe antojar ninguna tontería si recordamos las circunstancias en que se gestó la última gran crisis económica mundial.
Sin embargo, “Trump presenta un estilo de imbecilidad más novedoso”, nos dice Jones, “caracterizado por intentos de racionalización que, aunque muy discutibles, no dañan en absoluto su confianza”. Además, es lo que el autor llama “un payaso bobo” (ass-clown), es decir, “alguien que busca la atención y el entretenimiento de un auditorio sin llegar a comprender del todo la imagen que tiene de él su público”. Pese a ello, posee “dosis considerables de habilidad e inteligencia social”. Este “vilipendiador prolífico y extravagante” y “as del improperio” es un hombre espectáculo con “la feroz necesidad de parecer superior a ojos del prójimo”, y “lo que dice es cierto sólo a veces, y cuando no lo es le da igual”, pues no se percata “de la diferencia entre decir tonterías y hablar con cuidado y respeto a la verdad”, y su objetivo no es otro que “elevarse a la categoría de animador y, a la postre, a la de animador en jefe”.
Pero “la peor tacha de Trump”, continúa Jones, “podría radicar en su sexismo, su racismo, su búsqueda indisimulada del bien propio o su potencial destructivo”, su actitud de déspota es muy peligrosa para la salud democrática del país porque “hace caso omiso del derecho y del civismo por considerarlos «corrección política»”, y sus planes inútiles para “hacer a América grande de nuevo” tan vagos como lograr “tratos formidables” y repartir unas cuantas bofetadas, las que sean precisas. Así, “un presidente imbécil de las proporciones de Trump (…) está llamado a desbaratar el delicado tejido de la cooperación sobre el que se sostiene” el experimento democrático estadounidense, con “discursos incendiarios y despectivos (…) contra la comunidad republicana de iguales”.
Según lo expuesto más arriba, pensad si el perfil establecido por Jones en su ensayo no cuadra a la perfección con alguien cuyo ego y ambición llevó a la quiebra a la liga de fútbol americano en los años ochenta del siglo pasado, financió la construcción de sus casinos con bonos basura y los condujo a la suspensión de pagos y a la bancarrota entre 1988 y 1991 y, oh, **publicó en 2007 un libro de autoayuda titulado Piensa en grande y patea traseros en los negocios y la vida*; que opinó para la New York Magazine* a principios de los noventa que a las mujeres “hay que tratarlas como a la mierda” y bromeó sobre el tamaño de su pene en el debate presidencial del Partido Republicano de 2016.
Que exigió en 2011 a Barack Obama que mostrase su certificado de nacimiento para probar su nacionalidad y desea derogar el Obamacare; que **es antivacunas, conspiranoico y negacionista del cambio climático antropogénico**, una idea creada “por y para los chinos, para hacer que el sector manufacturero estadounidense pierda competitividad”, debido a lo que ha eliminado las restricciones en emisión de gases; que se opone a la inmigración y pretende aprobar un veto de entrada a Estados Unidos a ciudadanos de países musulmanes y levantar un muro entre México y su país porque los emigrados mexicanos son “corruptos, delincuentes y violadores”, siendo que su abuelo paterno, de nombre Friedrich Drumpf, arribó a Estados Unidos desde Alemania en 1885.
Que aseguró asesorarse en política exterior hablando consigo mismo porque posee “muy buen cerebro”, que “podría matar de un tiro a alguien en medio de la Quinta Avenida y no perdería votantes”, que se ofreció en varios discursos a pagar las costas legales de quienes agrediesen a los que se manifestaban en su contra, que llama prensa basura a los medios de comunicación que no le bailan el agua y que, al ser interrogado por el ex presentador Bill O’Reilly acerca de sus afirmaciones falsas sobre los afroamericanos y el número de homicidios, respondió: “¿Tú crees, Bill, que yo voy comprobando todas las estadísticas que leo?”; y muchos otros disparates.
Con todo ello se identifica al morador actual de la Casa Blanca, que además ha insultado en Twitter a personas, entidades, etcétera tres centenares de veces y pico desde que este promotor inmobiliario se remangó para meterse en su campaña política en junio de 2015 y siendo ya Presidente a partir de enero de este 2017, tal como van contando Jasmine Lee y Kevin Quealy en The New York Times. Y aunque, en rigor, Aaron Jones debería abonar el terreno filosófico de su libro con datos de estudios de psicología y neurociencias para fundamentar mejor sus argumentos, eso no quiere decir que estén necesariamente errados.
Y no se trata del único intelectual que ha opinado en estos términos: el novelista Stephen King comentó en Twitter que el tipo “es un imbécil sin idea de cómo funciona un Gobierno”, y a periodistas como Graydon Carter, editor de la revista Vanity Fair, o Franklin Foer, que analizó la misoginia del sujeto en Slate, únicamente les faltó usar el mismo vocablo que Jones y King en sus artículos sobre él. No cabe duda, en cualquier caso, de que **Trump: ensayo sobre la imbecilidad es un texto lúcido, ameno e inevitablemente atractivo que, como poco, Donald Trump se merece a modo de réplica para sus ya incontables majaderías, infamias y desafueros**.