Imagina un mundo donde podemos comer todo tipo de alimento: carne, huevos, leche y sus derivados sin que sufra ni un sólo animal. En este mismo escenario habríamos reducido el impacto medioambiental en gran medida. Por si fuera poco, podríamos alimentar a todo el planeta y a discreción. Y si nos gusta la comida más artesana tendríamos la oportunidad, incluso, de producir los alimentos en casa. Pero no hablamos de tener una granja. Al menos no al uso. En este mundo del que hablamos, la carne de laboratorio, al igual que los huevos o la leche, se crean a partir de células y tejidos cultivados en biorreactores. ¿Es esto posible?
Carne de laboratorio, así funciona
La carne que comemos está formada por células musculares y grasa, principalmente. Por supuesto, también contiene otros tejidos: venas, arterias, restos de cartílago, sangre... pero lo que nos atrae de ella como alimento es el músculo y la grasa debido a su textura, su valor nutricional y su sabor. No es casualidad que el músculo sea un tejido fácilmente reemplazable, que tiende a romperse y a repararse con bastante facilidad. Es, al fin y al cabo, una necesidad. Teniendo todo esto en cuenta, a varios investigadores se les ocurrió la idea de poner tejido muscular en una placa de Petri y dejarlo producir nuevas células para hacer con ellas una hamburguesa (por poner un ejemplo). De hecho, ya en 2013 consiguieron fabricar la primera "hamburguesa sintética" a partir de células musculares de vaca.
Esta se consiguió, como explicábamos, cogiendo estas células y poniéndolas a producir, tras lo que se iba recogiendo, poco a poco, el tejido muscular para hacer el picadillo de carne de la hamburguesa. El resultado fue bueno, aunque un tanto seco, según cuentan los que lo probaron. Pero lo peor no fue eso, sino los 320.000 dólares que costó la hamburguesa. No obstante, desde entonces hemos visto nuevos e interesantes proyectos para crear carne de laboratorio asequible y, el reto principal, sabrosa. Para hacerlo, como explicábamos, sólo necesitaríamos un biorreactor, los nutrientes necesarios y la "semilla", que no es otra cosa que células de tejido para que crecieran en el reactor. Esto nos permitiría ir generando carne de laboratorio en un entorno controlado. Aunque es sólo una hipótesis, añadiéndole al reactor las sustancias adecuadas (nutrientes y señalizadores celulares) podríamos, crear un tejido al gusto con "más o menos" grasa, más terso o menos fibroso, etc.
Pero esto no ocurre sólo con la carne. Técnicamente, esto también es posible con la leche y los huevos. Aunque en este caso necesitamos una técnica algo más compleja consistente en modificar genéticamente a ciertos hongos, las levaduras, para que produzcan lo que nos interese. La leche, por ejemplo, es un producto de las mamas de mamífero. Los huevos, por otra parte, son en sí una estructura celular (grosso modo, una gran célula) preparada para generar otro individuo. Tanto la leche como la clara del huevo, con su alto valor nutritivo, pueden producirse mediante el uso de estas levaduras especialmente "entrenadas" para segregar las sustancias adecuadas, una mezcla que constituye la leche o el huevo de laboratorio. Y no sólo estas sustancias: también seda, celulosa... el potencial de usar un biorreactor para generar sustancias útiles es enorme.
En tu propia casa
Una de las cuestiones más interesantes, según llevan por bandera en New Harvest, una entidad dedicada a promover el estudio del cultivo celular con finalidad productora, es la posibilidad de crear biorreactores "caseros". Es decir, instalaciones pequeñas, asequibles y que nos permitirían producir a nosotros mismos la carne en casa "a nuestro gusto" y como si de un vino artesanal se tratase. Esto se conoce como "agricultura celular". Y no es descabellado, especialmente si tenemos en cuenta el increíble abaratamiento de los costes de producción y de las sustancias necesarias. Aunque actualmente la técnica de producción de cultivos biológicos es un tanto compleja, no lo es más que otras prácticas consideradas puramente artesanales. Según New Harvest, en una década podríamos ser nosotros mismos los que produjésemos en casa nuestros propios alimentos adquiriendo sólo algunos de los productos necesarios para poder cultivar las dichos alimentos "al gusto".
¿Y qué tiene de bueno?
Es normal que de primeras la idea sea un tanto extraña. La reticencia ante algo que nos parece por completo poco natural es común. Sin embargo, hay que tener en cuenta los grandes beneficios que la producción de carne de laboratorio (u otras sustancias) nos aportarían. En primer lugar, nos ahorraríamos un cantidad inmensa de problemas éticos. Y es que podríamos prescindir de las enormes superficies explotadoras de animales, evitando su sufrimiento y reduciendo costes de producción. Además, también reduciríamos el impacto medioambiental. Esto es, el impacto de problemas como es la deforestación o la emisión de gases de efecto invernadero.
Al necesitar menos animales, también necesitamos menos recursos agrarios y, además, los biorreactores no producen los desechos que producen las granjas, sino otros mucho más fáciles de tratar. Además, existe otro aspecto fundamental: la capacidad de alimentar a todo el mundo. A medida que la población crece necesitamos una cantidad mucho mayor de alimentos. Pero somos conscientes de que no podremos mantener el ritmo de crecimiento ya que no disponemos de los recursos necesarios. Tenemos que tomar decisiones drásticas y realizar cambios fundamentales en nuestros sistemas. Propuestas como las llevadas adelante por New Harvest son la opción más prometedora para poder alimentar más y mejor a un mundo que no para de crecer.