La fruta es un alimento fundamental en la dieta de cualquier ser humano. Lo que no se conocía tanto era el papel que había jugado en la evolución del cerebro de los primates. Un nuevo estudio, publicado hoy en la revista Nature Ecology & Evolution, contradice las tesis actuales sobre cómo cambió el tamaño y la forma del cerebro en los primates, incluidos los seres humanos. Según los resultados del equipo de Alex DeCasien, investigador de la Universidad de Nueva York, el gran cerebro que poseen estas especies fue moldeado en gran medida por la dieta que tenían y no tanto por su complejidad social, como se creía en la actualidad.
"El artículo es interesante porque tira por tierra todo lo que se había estado defendiendo en los últimos 20-25 años", explica a Hipertextual el Dr. Miquel Llorente, presidente de la Asociación Primatológica Española y director del IPRIM (Institut de Recerca i Estudis en Primatologia). Hasta la fecha, la hipótesis del cerebro social apuntaba que la compleja vida social de los primates había sido el factor clave en el aumento de las capacidades cerebrales de estas especies. Sin embargo, el trabajo publicado ahora en Nature Ecology & Evolution revela que los primates que cuentan con una alimentación basada en la fruta poseen aproximadamente un 25% más de tejido cerebral que las especies que consumen plantas.
"Los científicos no proponen nada nuevo, sino que vuelven a una hipótesis anterior, de los años ochenta y noventa. Según esta idea, la inteligencia de tipo adaptativo y la respuesta al forrajeo, la adaptación al medio y la necesidad de encontrar comida fueron los parámetros que explican la diferencia del tamaño y la forma del cerebro de los primates", comenta Llorente al otro lado del teléfono. El también responsable de la Unidad de Investigación y Laboratorio de Etología de la Fundación Mona destaca que el análisis realizado es "más potente y novedoso" ya que el tamaño de muestra utilizado en la investigación es "brutal".
¿Cómo influye la dieta en el cerebro?
En efecto, el grupo de Alex DeCasien estudió un número de cerebros tres veces superior al investigado hasta ahora. Sus resultados permiten contar con una evidencia empírica mucho más potente, que apoya la idea de que la inteligencia adaptativa fue un factor muy relevante a la hora de moldear la evolución del tamaño y la forma del cerebro de los primates. El trabajo no identifica las razones que vincularían la dieta a base de frutas con un mayor tamaño del cerebro, aunque los científicos apuntan varias posibles hipótesis. Entre otras, destacan las capacidades cognitivas para recordar dónde estaban ubicados los frutos y la necesidad de contar con técnicas para extraer los alimentos.
"Si estudias el córtex de dos especies distintas con tamaño similar, como podrían ser el mono araña y el mono aullador, se ve que el cerebro de la primera especie es muy similar al nuestro. Es grande y tiene muchos pliegues, lo que nos informa de que presenta capacidades cognitivas muy elevadas. Por el contrario, el mono aullador cuenta con un cerebro mucho más plano", dice Llorente. La diferencia entre ambas especies de primates reside en el tipo de dieta. El mono araña es frugívoro, es decir, se alimenta a base de fruta como los chimpancés, a diferencia del mono aullador, que consume hojas, por lo que se denomina folívoro.
Como explica Llorente a Hipertextual, las especies que se alimentan de fruta lo tienen más complicado. "Al levantarse la fruta no está ahí, deben invertir mucho tiempo buscándola y este tipo de dieta requiere de memoria grupal. Los frutos son alimentos dispersos, sujetos a estacionalidad y no siempre están disponibles por el tiempo de maduración y la dificultad al procesarlos", sostiene el primatólogo. Por el contrario, la dieta a base de hojas no cuenta con estos desafíos. "Son alimentos más abundantes, que siempre están disponibles y no generan tantos conflictos sociales, a diferencia de la fruta, donde hay competencia trófica", describe el Dr. Miquel Llorente.
A su juicio, existen múltiples factores que pudieron influir en la evolución del cerebro en los primates. "Yo creo que la alimentación y la complejidad social no son incompatibles. Otros autores defienden que el tipo de pauta copulatoria pudo ser también relevante", afirma. Diversos estudios han señalado en el pasado que las especies que mantienen relaciones sexuales de forma más promiscua cuentan con cerebros más grandes. En opinión de Llorente, es posible que en los próximos meses salgan nuevos estudios con evidencias más sólidas que apoyen hipótesis diferentes a la idea de la inteligencia adaptativa que defiende DeCasien. Y es que aún quedan muchas preguntas por resolver acerca de la evolución del cerebro de los primates.
Pero, ¿la alimentación fue el factor que moldeó el cerebro en los seres humanos? Llorente cree que, al igual que sucede en el resto de primates, existen múltiples parámetros que ayudaron en la evolución de nuestras capacidades cognitivas. El tipo de dieta influyó notablemente, al igual que disfrutar de una vida social complejísima y de ser especies culturales, como también lo son los chimpancés. "La incorporación de la carne pudo ser importante, dado que el cerebro es un órgano que consume mucha energía y se trata de alimentos ricos en proteínas, fáciles de digerir y que ofrecen mucha energía", sostiene Llorente. El nuevo trabajo, además de recuperar una vieja hipótesis de la psicología evolutiva, nos recuerda que en biología no hay respuestas fáciles para preguntas tan enrevesadas.