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La realidad económica y social del mundo ha pasado de cero a nada en unos escasos sesenta años. Y las estructuras bancarias y empresariales han seguido esa misma evolución, cambiando con los años y adaptándose a las nuevas necesidades.

Dentro de esa evolución, uno de los mayores paradigmas ha sido el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que, tras sesenta años operando en este mundo, ha tenido que evolucionar y seguir adaptándose a lo que ya están definiendo como la cuarta revolución industrial; esa que viene del lado de las startups. Tanto ha cambiado esta suerte de banco público que, actualmente, es uno de los mayores financiadores para el sector emprendedor en Latinoamérica.

Con presencia en 26 países, el BID aporta más de 12.000 millones de dólares al año para todos aquellos proyectos, de desarrollo a largo plazo, que los bancos privados no consideran rentables. Desarrollar infraestructuras básicas para la educación, salud, energía o transporte han sido algunos de sus objetivos a lo largo de décadas. Ponerse a la altura de Estados Unidos o países de Europa es más que necesario.

ALEX MARDUK via Compfight cc
ALEX MARDUK via Compfight cc

El cambio del paradigma

Pero el cambio llegó. Las necesidades básicas estaban cubiertas y el desarrollo económico, generado gracias al incremento de las commodities, impulsó un cambio en el sistema. Los niveles de pobreza decrecieron y las clases medias aumentaron. Y la historia, pareja en todos los países en los que se vive un cambio, ha demostrado que a más clase media más peticiones a los Gobiernos. Marcelo Cabrol, portavoz del BID, apunta a una evolución en cuanto al tipo de solicitudes:

"Antes pedían escuelas y ahora piden mejor educación. Antes estaban preocupados en cuanto al agua, educación y comida y ahora piden conectividad en Internet."

Y de lado de las solicitudes, también ha surgido un cambio respecto a los actores y, por supuesto, a la actividad del BID. Hace unos años eran muy pocas las instituciones las que generaban negocio. Hoy, son muchos y pequeños los elementos que crean la mayor parte de la actividad, crecimiento, empleo y valor. Pero para ello es necesario generar un ecosistema viable; el BID, a través de sus préstamos a los Gobiernos, ha estado intentando mejorar los marcos regulatorios en una primera etapa. E incubar startups en una segunda.

¿Qué piden a cambio? Una de las mayores demandas, según Marcelo, es la de convencer a los Gobiernos de que recurran a startups para solucionar sus problemas y necesidades. Por lo que el trabajo ahora "es el de la identificación de estas startups que tienen la posibilidad de solucionar con los gobiernos, y sólo para ellos, los problemas endémicos de estas geografías". Y la concienciación, aunque escasa, ya empieza a apuntar por la senda positiva.

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La financiación: el mayor obstáculo

Los niveles de financiación de startups han crecido durante los últimos años, especialmente desde 1996, producto de un auge de este tipo de empresas y de un crecimiento económico. Pero se está estancando poco a poco, especialmente en México y Argentina por el freno del optimismo económico.

Y aún así, los datos nunca llegaron a ser buenos del todo. Según datos de CafBank, en 2015 se crearon una media de 9.200 startups en Latinoamérica; las cuales generaron tres millones de empleos. Es decir, la relación de emprendimiento y empleo ha sido directa. Pero si nos asomamos a los datos que el Banco Interamericano de Desarrollo genera respecto a la financiación, la cuestión empeora:

"A nivel mundial, el 54% de las startups que se crean anualmente no están financiadas. En Latinoamérica, de las que se crean al año, el 91% no reciben nada. La carencia, por tanto, es de la parte de la financiación y no por la falta de ideas o recursos."

Para intentar solucionar esta cuestión, el BID tiene más de 80 fondos repartidos por todos los países del sur del continente; que además, intentan internacionalizar un ecosistema demasiado aislado del mundo. La ausencia de programas de aceleración con soluciones completas les convierte en uno de los financiadores más estables de la región. Intentando, además, que esas pequeñas empresas dirigidas al entorno social se conviertan en grandes entidades. Su perfil público, alejado del entorno privado de los grandes fondos estadounidenses, les permite invertir en esas entidades que más que buena facturación tienen "un gran potencial para crecer", comenta Marcelo.

Quién le iba a decir al BID que de crear escuelas iba a pasar a ser uno de los mayores promotores del mundo digital.

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