Ángela Elisa Álvarez Pérez lleva muchos años trabajando en eso de las segundas oportunidades. Las de las empresas. Su conclusión es que, efectivamente, no todos están hechos para llevar un negocio. Aunque esto ya lo sabíamos. No solo en las PYMES. Ángela gestiona el acceso a esta Ley desde su empresa Solvy. También para muchas startups que terminan en saco roto. "Puedes ser muy bueno en lo tuyo y un gran ingeniero, pero llevar una empresa es una cosa muy diferente", apunta, "y además esto no se enseña en las escuelas". Sin embargo, son pocas las startups que se acogen a la llamada Ley de Segunda Oportunidad. Al final, en palabras de Ángela, lo que terminan quedando son muchos zombis que no van a ningún lado. Pero, ¿por qué ocurre esto?

En términos generales y como contexto al fenómeno, la Ley de Segunda Oportunidad -la misma que permite a los empresarios zanjar sus deudas para seguir emprendiendo- lleva años vigente. Desde 2015, con un texto bastante restrictivo con la condonación de los créditos y préstamos públicos, el sector estaba esperando una reforma que se anunció en 2020. Esta proponía una apertura a la altura de los vecinos europeos con un modelo más aperturista y ligado a las economías capitalistas. La realidad es que, en dichas modificaciones ligadas a la situación económica nacional, la situación ha ido a peor.

¿El problema, según Solvy? "Para el Estado hay que perdonar todas las deudas, menos las suyas", apuntan. ¿Qué son las deudas con el Estado? Prácticamente todo: Seguridad Social, IRPF, IVA... No hay segunda oportunidad para las deudas con Hacienda.

Esta situación deja unos datos peculiares. Al menos si lo comparamos con los de nuestros vecinos. Mirando a España, el dato ha crecido desde 2015. Pasando de los 392 procesos concursales, 2020 cerró con 5.800. Si miramos a Francia o Alemania, cada una cuenta con unos 50.000. Y no solo enfocados para PYMES. También para startups.

Las startups, inmunes a la Segunda Oportunidad

Son pocos los que recurren a la Segunda Oportunidad, pero algunos hay. "Tuvimos a unos chicos que emprendieron con un proyecto tecnológico; eran jóvenes y les cayó encima una deuda de 700.000 euros. Y aunque eran buenos ingenieros, se equivocaron por falta de experiencia", explica. Y como ellos, muchos jóvenes emprendedores que terminan cerrando su empresa. O no. Porque para el equipo de Solvy, las startups pecan mucho de caer en el bucle del zombi.

"La legislación y los emprendedores hablan idiomas diferentes, por lo que no terminan de entenderse", apunta. Sale mejor dejar empresas en el limbo, sin ninguna carga de ningún tipo, que echar la persiana permanente. De hecho, y sin determinar qué tipos de empresa son, en España existen a fecha de 2022 un total de 39.560 empresas zombi. Muchas de ellas, efectivamente, eran startups. De hecho, la Asociación Española de Startups ya pidió que se añadiese un epígrafe en la Ley de Startups la mejora de los recursos para evitar la creación de zombis en el mundo de las startups. De momento, esto no está contemplado.

Y esto se explica, principalmente, por los modelos que buscan los emprendedores para financiarse. Son pocos los que recurren a créditos, ya sean públicos o privados. O al menos o hay demasiados que avalen, de forma personal, el crecimiento de la startup. Es, en términos generales, de primero de startup. Ante un producto de riesgo y sin testar, lo mejor es no poner en jaque el patrimonio personal. Otra cosa muy diferente es cuando hay créditos públicos de por medio. Y no solo los que hablan de los impuestos a los trabajadores. Las ayudas públicas al emprendimiento tienen mucho que decir en este punto. Según apuntan desde Solvy, habrá que ver cómo se comporta el sector cuando termine la moratoria de los créditos ICO de los que muchas startups se han beneficiado durante la pandemia-. Para ellas, no está claro si habrá muchos concursos de acreedores o más zombis que un capítulo de Walking Dead -de los del principio de la serie, cuando había muertos vivientes-.

Los motivos detrás del rechazo

Para Agustín Baeza, de la Asociación Española de Startups, el hecho de que los emprendedores de startups eviten la Ley de la Segunda Oportunidad tiene un motivo claro: no quieren perder el tiempo en un proceso que puede eternizarse durante años y que, muy seguramente, no les lleve a ninguna parte. "No se quieren acercar a la Administración", apunta Baeza. El hecho de tener la mayor parte de su actividad en un entorno digital, les exime de la mayor parte de las cargas que podrían requerirse para acceder a la Segunda Oportunidad.

Para Ángela, también hay un punto de desconocimiento. Muchos empresarios, emprendedores de startups o pymes, no saben cómo funciona este mecanismo antes de crear la empresa. "Si lo supiese, se ahorrarían muchos disgustos", apunta. "Es muy duro hablar del fracaso antes de empezar, pero al final es prevención y tienen que saber qué es lo que le cierra las puertas para luego poder recurrir a ellas".

La mancha en el expediente también hace mucho. Ese punto es determinante para que las startups se lo piensen dos veces antes de recurrir a esto. Porque el fracaso está mejor visto en las startups -al menos en teoría, porque para Solvy seguimos condicionados por nuestro entorno- pero no sobre el papel de la Administración.

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