Año 1970. Antigua URSS. Comienza la construcción de la central nuclear Vladímir Ilich Lenin, también conocida como central nuclear de Chernóbil. Paralelamente, se inaugura la ciudad de Prípiat, una población creada con el objetivo principal de reunir a todos los empleados de dicha central nuclear.
En 1977, la central nuclear de Chernóbil, comienza a funcionar. Inicialmente contaba con un reactor tipo RBMK-1000, capaz de producir hasta 1.000 megavatios individualmente. Poco después, se construyeron tres reactores más de características similares; otros dos quedaron en proceso de construcción. Se trataba de una de las centrales nucleares más avanzadas y potentes del mundo. Una pura demostración del poderío soviético de la época.
La ciudad de Prípiat creció paralelamente a la central nuclear de Chernóbil. Parecía ser una de las ciudades más avanzadas de la época. Todo era felicidad y prosperidad en dicha zona. Hasta que llegó el fatídico día.
El 25 de abril de 1986, la ciudad de Prípiat cambiaría para siempre.
Veinticinco de abril de 1986. La ciudad de Prípiat se comportaba con normalidad. Los niños jugaban y asistían a clase, los adultos trabajaban… Nada fuera de lo normal. Pero a escasos kilómetros de distancia, en la central nuclear de Chernóbil, la situación no era la habitual. Los técnicos de la central decidieron llevar a cabo un experimento con el objetivo de mejorar la seguridad de los reactores y, al mismo tiempo, lograr una mayor eficiencia.
El experimento consistía en averiguar durante cuanto tiempo continuaría generando energía eléctrica la turbina de vapor del reactor una vez se eliminase el suministro de energía eléctrica principal del mismo. En caso de avería, el sistema de refrigeración requería una potencia mínima para activarse, y los técnicos desconocían si, una vez cortada la afluencia de vapor, la inercia de la turbina podía mantener las bombas funcionando durante ese periodo.
El experimento se inició, y comenzó la reducción de potencia del reactor. Pero desde Kiev contactaron con la central nuclear, reclamando un mayor suministro de energía eléctrica para poder satisfacer la demanda. El experimento se pausó y se fijó un nuevo momento para la prueba: la noche siguiente.
Varias medidas de seguridad fueron incumplidas
Se produce el cambio de turno de los técnicos y, a las 00:05 comienza el experimento de nuevo. Se comienza a reducir la potencia incluso a niveles por debajo de lo permitido en aquella época. De la misma forma, se reduce el número de barras de control a 8, cuando la normativa fijaba en todo momento un mínimo de 30 barras por motivos de seguridad. Pero los técnicos, propulsados por el desconocimiento y el deseo de demostrar la superioridad soviética, prosiguieron con el experimento a pesar de todo.
A la 1:23 aproximadamente, los niveles comenzaron a ser alarmantes y los técnicos comenzaron a pausar el experimento, pero no hubo éxito. Los sistemas quedaron bloqueados y se comenzaron a escuchar numerosos golpes procedentes del reactor. En ese momento, el pánico se apoderó de todos los empleados de la planta. El monstruo nuclear que creían controlar como si de un yo-yo se tratase, no respondía a sus indicaciones. Y en ese preciso instante, explotó.
El techo del reactor número cuatro de la central nuclear de Chernóbil saltó por los aires, dejando el núcleo del reactor en contacto directo con el exterior. Se liberaron cantidades monstruosas de radiación, capaces de provocar la muerte en una persona en cuestión de segundos. Asimismo, la temperatura en aquel instante rozó los 2.500 grados centígrados, casi 70 veces más de la temperatura media del cuerpo humano. La tragedia era ya una realidad.
La reacción de la URSS fue intentar mantenerlo en silencio. Una completa irresponsabilidad soviética.
En los minutos inmediatamente posteriores al accidente, los camiones de bomberos y los militares se desplazaron rápidamente a la central de Chernóbil para controlar el incendio y la radiación. Pero aquello no era un incendio cualquiera. La magnitud del incidente era incalculable en aquel instante, por lo que se recurrió también a parte del equipo de bomberos y militares de Kiev para gestionar la situación.
Durante esas primeras horas, aquellos bomberos y militares quedaron expuestos a niveles de radiación muy elevados mientras apagaban el fuego y construían el sarcófago sobre el reactor número cuatro de Chernóbil. Dicha exposición provocaría en muchos de ellos lesiones irremediables e incluso la muerte. Una acción heroica a la que siempre debemos estar agradecidos, pues, sin ellos, las consecuencias de este accidente habrían sido aún mayores.
Desde la URSS quisieron llamar a la calma durante aquellas primeras horas tras el accidente. Tanta calma que se tomaron medidas totalmente irresponsables: la ciudad de Prípiat no se evacuó hasta 36 horas después del accidente, y no se comunicó nada de lo ocurrido al resto de naciones del continente, a pesar de que las corrientes de aire expandieron la radiación por una gran parte de Europa, llegando incluso a países como Italia o Francia. Pero, según la URSS, no querían que el pánico se apoderara de todos ellos.
Hasta que los detectores de radiación de otros países no mostraron niveles anormales, el resto del continente no supo de su exposición a la radiación. Y cuando eso ocurrió, ya habían pasado varias horas desde el accidente de Chernóbil. Aun así, la URSS continuó intentando silenciar los sucesos con evasivas y silencios ante preguntas directas, algo que perjudicó enormemente al resto del continente, pues no se tomaron todas las medidas necesarias debido a este desconocimiento.
La ciudad de Prípiat se evacuó por completo para evitar una exposición mayor a la radiación. Se suministraron medicamentos preventivos a los niños y las personas más débiles. Sus habitantes pensaron que pronto volverían a sus casas y a su vida normal; pero esa esperanza era totalmente falsa: nadie ha vuelto a pisar esos mismos lugares casi treinta años después. Todo sigue como en aquel momento. Y así lo continuará durante los próximos 20.000 años.
A pesar de la radiación, algunas personas siguen viviendo en los alrededores de Chernóbil y Prípiat. Personas de avanzada edad que en su momento se negaron a abandonar sus hogares y que han continuado con su vida alejados de la sociedad. Asimismo, multitud de animales continúan allí, vagando por aquellos terrenos y cobijándose en las casas que, hace no demasiado tiempo, ocupaban personas.
Los animales, como es obvio, han sufrido mutaciones en la mayoría de casos. Perros con tres patas corren por la ciudad de Prípiat y peces con malformaciones se sumergen en las aguas que rodean a la ciudad. Todos ellos, contaminados por la radioactividad que aún sigue allí, en los kilómetros próximos a Chernóbil.
Estas son algunas imágenes de la ciudad, a día de hoy. Tomadas gracias a drones y fotógrafos que han querido recoger la soledad y la tristeza de una catástrofe como la de Chernóbil.
Sin lugar a dudas, la catástrofe de Chernóbil ha tenido una gran cantidad de consecuencias. No solo por la explosión del reactor número cuatro, sino también por la mala gestión de la URSS de dicho incidente (mantuvieron a la ciudad de Prípiat expuestos a niveles de radiación inhumanos durante numerosas horas).
Chernóbil ha provocado la muerte de niños, de padres que han dejado huérfanos a sus hijos, de personas inocentes que han pagado la soberbia de la URSS… También ha provocado malformaciones en animales y en personas, así como la aparición de nuevas enfermedades que se han ido expandiendo por todo el mundo. El impacto en la raza humana y en todo el planeta ha sido incalculable.
Así pues, quizá sea momento de cuestionar la energía nuclear. Es eficiente y muy poderosa, sí, pero conlleva un riesgo que no podemos continuar permitiéndonos. Chernóbil no es el último caso, encontramos otros más recientes como el de Fukushima, con un impacto similar en el planeta tierra (aunque afortunadamente, este se ha ido gestionando de forma diferente). ¿Realmente merece la pena correr estos riesgos? Personalmente, apuesto a que no. El precio de la energía no puede ser la vida de miles de personas y animales, y mucho menos existiendo alternativas viables.