Los wearables llegaron para quedarse, de eso no hay dudas. 2014 lleva nada más que dos meses y ya hubo muchísimas novedades relacionadas con ellos. En enero fueron protagonistas de la CES 2014. En la feria de tecnología tanto grandes fabricantes como pequeños emprendimientos presentaron sus wearables. En febrero el evento tecnológico más importante fue el MWC 2014, congreso de móviles celebrado en Barcelona. También allí, estuvieron entre lo más atractivo.

Lo mejor para los usuarios es que, por lo menos en algunos aspectos, las compañías están aprendiendo de sus pasados errores y los nuevos productos anunciados tienen una premisa de utilidad más interesante que la no bien definida de lanzamientos anteriores.

Un ejemplo de esto es Samsung con los nuevos Gear 2, Gear 2 Neo y Gear Fit. Estos tres nuevos wearables fueron una de las grandes noticias del MWC 2014. A diferencia del modelo anterior, Galaxy Gear, los nuevos modelos utilizan Tizen, sistema operativo de código abierto de Samsung más acertado para este tipo de dispositivos, e integran todos los componentes en una sola caja, haciéndolos más cómodos. Los primeros dos modelos son smartwatches tradicionales, mientras que el Gear Fit es una propuesta diferente con una pantalla curva y enfocado a quienes quieran analizar su rendimiento físico.

Sin embargo, no todo es positivo. Samsung también ha decidido que esta renovada gama de wearables solo sea compatible con dispositivos Galaxy, lo que enciende una alerta para los consumidores a la cual deberíamos estar atento, porque un ecosistema extremadamente cerrado y fragmentado no hace más perjudicarnos.

¿Tiene sentido la decisión de Samsung?

Para poder responder a esta pregunta hay que entender cómo funciona un smartwatch. Que Samsung haya decidido optar por un sistema operativo propio no deja de hacerlos compatibles con productos de otras compañías.

Samsung no tiene excusa para limitar la compatibilidad de sus smartwatches

Gadgets como los Gear 2 y el Gear Fit pueden realizar ciertas tareas independientemente, por ejemplo todo lo relacionado con los sensores o la reproducción de música. Para otras funciones, como mostrar notificaciones, dependen del smartphone. La conexión se realiza a través de Bluetooth, tecnología presente en todos los teléfonos modernos.

Es decir, que si es su intención, Samsung puede hacer compatible sus nuevos smartwatches con el iPhone, otros Android o Windows Phone con una simple modificación.

El discurso típico de las compañías para este tipo de decisiones ya los conocemos. Ecosistema cerrado, más control, mejor experiencia para el usuario. Pero ser cerrado de por sí no suma nada si no es más que por una decisión tomada pensando en la economía de la empresa para encerrar a los consumidores en su propia gama de productos.

El valor de un ecosistema abierto

El pensamiento de que encerrar a los consumidores en tu propio ecosistema es positivo, a largo plazo, para las finanzas de tu compañía es erróneo. Es una decisión que no hace más que limitar la innovación del sector, y por lo tanto, reducir el interés de los consumidores.

Una decisión que resta interés al producto

Limitar la funcionalidad de los wearables a una familia de productos es una peor decisión teniendo en cuenta el problema en mantener el interés de los usuarios que tienen estos gadgets. Si no hay smartphones con los que sea compatible, más posibilidades de terminar abandonándolo.

Afortunadamente, todas las propuestas no vienen de los fabricantes tradicionales que suelen optar por estas decisiones. Uno de los productos emblemas del crecimiento del crowdfunding en los últimos años es Pebble, smartwatch con una SDK abierta y compatible con los principales sistemas operativos móviles.

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