Si queremos ser fotógrafos tenemos que saber editar. Si queremos destacar tenemos que editar nuestro trabajo. Si no sabemos editar, nos quedaremos los últimos de la fila. Podemos ser grandes fotógrafos, pero si no editamos bien nuestro trabajo no hay nada que hacer... Todas estas frases nos las dicen en cualquier curso serio de fotografía, y todos deberíamos grabárnoslas con fuego en nuestras cabezas. No se es buen fotógrafo por hacer buenas imágenes, sólo es bueno aquel que sabe contar historias.

La edición fotográfica es la selección de imágenes que previamente hemos pensado con el fin de narrar una historia con un lenguaje visual. De nada sirve hacer un trabajo de varios días si luego, al llegar a casa, enseñamos todas las fotografías o las mostramos de cualquier forma. Tampoco sirve llegar al sitio de destino y empezar a disparar a lo loco para ver qué sale. Hay que prepararse. Como dice Jose Manuel Navia, la fotografía tiene tres actos fundamentales, y sólo uno tiene la magia de lo inesperado:

  • El primer acto es racional, y consiste en estudiar a fondo todo lo que nos vamos a encontrar en el sitio de destino, incluso dibujar esbozos o visitar el lugar sin cámara.

  • El segundo acto es irracional y es el momento en el que disparamos nuestra cámara.

  • El tercer y último acto vuelve a ser racional y el momento de la selección y posterior edición de las fotografías.

En este curso veremos cómo realizar los tres actos y considerarlos una rutina de trabajo. Del grado de profesionalidad que queramos conseguir en nuestro trabajo, profundizaremos más o menos en ellos.

Primer acto

La fotografía es un trabajo artesanal. Y el trabajo significa esfuerzo. Si no sudamos conseguimos poco. El gran problema de la fotografía es que todo el mundo cree que es fotógrafo, por la aparente sencillez del disparo y por la publicidad de las marcas que quieren vender sus productos. Está banalizada por su facilidad técnica. La fotografía, dicen, es igual que mirar. Y lo es, pero una vez que entendemos sus reglas y sus normas. Por supuesto que se pueden hacer fotos sin prepararse, pero serán para el álbum familiar.

El trabajo del fotógrafo consiste, en este primer momento, sentarse en la mesa, en el sofá, o en el rincón de pensar y decidir cómo va a realizar su próximo reportaje, ya sea para vender a las agencias o para registrar el viaje que va a hacer en el verano. Hoy en día la mejor herramienta que tenemos a nuestro alcance es internet. Desde luego que no tiene la misma preparación un viaje familiar a la costa valenciana que el primer trabajo que nos encarga National Geographic, pero si no lo hacemos nunca, seguro que no nos llamará nunca la prestigiosa revista.

Una vez tengamos claro el destino, dedicaremos un tiempo a buscar por la red, ir a las librerías, o a las bibliotecas... para encontrar todas las cosas que podamos considerar útiles para realizar bien nuestro proyecto, desde la historia del lugar, hasta todas las imágenes del lugar que podamos encontrar (quizás es más importante descubrir desde donde están hechas y cómo).

Doy por supuesto que si estáis leyendo estos apuntes tenéis la sana costumbre de mirar al menos tres veces a la semana libros de fotografía de grandes autores, las últimas fotos de nuestros compañeros aficionados, y de manera crítica todas las que aparecen en los periódicos y revistas que pasan por nuestras manos. De todo se aprende algo. Si no hacemos alguna de las cosas que he señalado arriba, dejad de leer estos apuntes e iros a hacerlo.

Este momento sirve para tener claro que es lo que vamos a hacer cuando lleguemos al lugar de destino y no nos pongamos a disparar porque sí. Es el momento de escribir un guión gráfico (storyboard) en el que dibujemos o describamos las fotografías que nos gustaría llegar a hacer. No conviene cerrarse a ese plan, pero sí tenerlo como guía durante el viaje, que se convierta en las mínimas expectativas de lo que esperamos conseguir. Esta planificación es muy útil para disfrutar de los sitios en el mejor momento. No tiene nada que ver disfrutar de las vistas desde el patio de armas del palacio real de Madrid por la mañana o al atardecer. Los que tengáis presentes esas vistas lo entenderéis perfectamente.

Al llegar al destino perderemos el efecto sorpresa, pero en cierta medida perderemos ese tufillo a turista que se nota a la legua, por decirlo con una expresión castiza. Ganaremos la comprensión de lugar. Desde un primer momento sabremos dónde ir, dónde mirar y lo más importante, qué fotografiar. Y aunque llevemos todo planificado, las cosas pasan, y siempre encontraremos situaciones, momentos y lugares inesperados. Y nunca olvidemos integrar en el reportaje a los que nos acompañan, en caso de que tengamos la suerte de ir con conocidos.

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