En el imaginario popular está grabada a la fuerza una imagen de los hackers en que se los muestra básicamente como una especie de orcos adolescentes que cuando no tienen ganas de penetrar en los sistemas de las agencias de Inteligencia se divierten creando virus para Windows y logrando acceder a tu ordenador para abrir y cerrar la bandeja del lector de CD/DVD. En las pelis de Hollywood se muestra de este modo a los hackers, quienes poseen una velocidad sobrehumana para apretar teclas del teclado y lograr en treinta segundos, en medio de gráficos 3D a la Pixar, sabotear el sistema eléctrico de una ciudad entera.

Pero los hackers nacieron en la década del 60, en el MIT y no sólo vieron el surgimiento del ordenador personal sino que ayudaron a crearlo. Luego vino todo lo que conocemos ahora, la masificación de la tecnología, internet, Windows y con esta misma masificación se vieron aumentadas las filas de quienes querían ser parte de una cultura del conocimiento abierta pero elitista a la vez, una meritocracia que fue afianzándose de la mano de revistas como Phrak y las meetings 2600.

Las principales tecnologías que damos por sentado hoy en día fueron creadas por hackers, desde protocolos de internet a los lenguajes de programación en que están escritas las aplicaciones más importantes. Y fue en los 80, mientras comenzaba a ser popularizado el término y se estrenaba en los cines Juegos de Guerra que comenzó a definirse el rumbo que segurían los hackers de la vieja escuela. Fuera de las Universidades, la mayoría (los que no fueron a trabajar a Apple se hicieron parte del movimiento de Software Libre fundado por Richard Stallman, años antes de que Windows llegase a ser el sistema operativo dominante, pero esa es otra historia.

Uno de los miembros más importantes de la cultura ha sido Eric S. Raymond, autor de varios libros sobre el movimiento, responsable por mantener el Jargon File y autor también del texto "Cómo convertirse en un hacker", en el que explica:

Para ser un verdadero hacker, debes llegar al punto en que aprendes un nuevo lenguaje de programación en un par de días, simplemente relacionando lo que esté en el manual con los conocimientos que tengas.

Y entre las acciones que se deben realizar para ser parte de la cultura, Raymond enumera cinco simples puntos:

  1. Escribir software open source.
  2. Ayudar a testear y debuggear software open source.
  3. Publicar información útil sobre las tecnologías mencionadas
  4. Colaborar a mantener la infraestructura necesaria para los proyectos
  5. Propagar la cultura hacker

En el año 2003, Raymond notó que era importante la creación de un logo que identificase al movimiento y eligió el glider, la representación del planeador, una formación del Juego de la vida de John Conway, un juego de cero jugadores y uno de los ejemplos más básicos de autómata celular. De ahí en más, publicaciones en línea y presentaciones de charlas sobre seguridad informática tuvieron al glider como pintoresco logo que, para el desconocedor, parece una formación del antiguo juego del Go.

Y mencioné a la seguridad informática porque claro que es uno de los conocimientos más importantes dentro de la cultura. Encontrar agujeros de seguridad en una aplicación es una victoria intelectual y no tiene nada que ver con hacerle daño a ningún tercero. Que haya gente que lo haga no tiene nada que ver con la propia cultura, las ideas y valores que promueve.

Hoy en día, la mayoría de los hackers de la vieja escuela han dado paso a una nueva generación y algunos no están del todo contentos, pero el espíritu sigue más vivo que nunca. Proyectos como GitHub, un gran repositorio de código que funciona a la vez como red social en la que es posible seguir a usuarios, ver y modificar el código que suben, es un ideal con el que los hackers de antaño no soñaron. También las reuniones de 2600 se mantienen, los primeros viernes de cada mes y cada vez hay más hacklabs con sus hackmeetings y hackspaces, reuniones y sitios reales en que la gente se encuentra para escribir código y compartir arte digital y experiencias.

En España por ejemplo hay más de 15 hackerspaces pero también los hay en México, Colombia, Chile y Argentina y durante la próxima EkoParty (un muy interesante evento anual de seguridad informática que se llevará a cabo próximamente en la Ciudad de Buenos Aires), probablemente se anuncie el primer hackspace de la Ciudad.

La informática evolucionó increíblemente en estos últimos 30 años, adquirir los conocimientos de un hackers es algo mucho más sencillo. Ya no es necesario copiar a mano porciones de código de revistas e inventar de la nada aplicaciones porque simplemente no existían al momento. Hoy en día internet está repleta de how-to's y las universidades tienen cada vez más alumnos de Ciencias de la Computación, pero hackear una red Wi-Fi y aprender a programar en Java o C++ no es suficiente para ser un hacker, no.

En su libro Cyberia (en el que analiza a la incipiente cultura cibernética allá por mediados de los 90 y utiliza el término Cyberia como metáfora del ciberespacio) Douglas Rushkoff, al hablar sobre Craig Neidorf, editor de la revista Phrack que fue arrestado a principio de la década, explica:

Las autoridades y la mayor parte de la sociedad no están viendo lo importante aquí. Craig y sus compatriotas no están interesados en obtener y vender documentos valiosos. Estos chicos no están robando datos -están navegando por la información. En Cyberia, el ordenador es tanto una metáfora como una herramienta y hackear de un sistema a otro es descubrir habitaciones secretas y pasadizos por los que nadie ha viajado nunca.

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