Desde el punto de vista estrictamente taxonómico, los seres humanos no somos nada demasiado especial. No somos mucho más diferentes de nuestros hermanos primates superiores que un perro de un zorro, y hay que reconocer que eso es parecerse bastante. Sin embargo, estamos más acostumbrados a que nos comparen con nuestros primos más cercanos, los chimpancés y los bonobos, que con las ovejas negras de la familia, los torpes y no demasiado inteligentes gorilas.

Sin embargo, un equipo de biólogos de la Universidad de Portsmouth en el Reino Unido han observado a los gorilas en cinco zoológicos europeos y han descubierto que éstos juegan a un juego esencialmente idéntico al que conocemos como pilla-pilla. Lo sorprendente de esto es que, a diferencia de los juegos de persecución de otros animales como por ejemplo los gatos, los de los gorilas mantienen una estructura, casi lo que podríamos considerar reglas. Cuando un gorila que «la lleva» atrapa a otro, los papeles se invierten inmediatamente y el cazador pasa a ser el cazado, igual que en los juegos de patio de colegio de los humanos.

Si bien el fenómeno se ha observado en gorilas, los científicos encargados del estudio consideran muy probable que sea un comportamiento extendido a todos los primates superiores e incluso en otros simios. La hipótesis es que la función que cumplen estos juegos es la de aprender a enfrentarse a situaciones de disparidad de fuerzas sin tener que exponerse a los riesgos que suponen éstas en el mundo real. De ese modo, podría decirse que cumple una función casi idéntica en el desarrollo de los gorilas a la que el juego en general cumple en seres humanos.

Aparte de las consecuencias estrictamente científicas de este estudio, tal vez debería servir para recordarnos que no somos tan especiales, y que nuestro lugar en la naturaleza es el de una especie más. Sí, de acuerdo, una especie con capacidades tecnológicas más allá de las que haya desarrollado ninguna otra —por lo menos en nuestro planeta— pero animales al fin y al cabo. Recordemos que, precisamente debido a nuestro éxito, somos la única especie de primates superiores cuya conservación no se encuentra amenazada y que nuestro raciocinio precisamente es lo que nos hace responsables. Tenemos que cuidar un poco más a nuestros primos, porque aunque sean un poco más tontos y un poco más peludos, se parecen a nosotros más de lo que pensamos.

Imagen: Wikimedia Commons

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