¿Qué tienen que ver Jack el Destripador y el Hombre Elefante? A bote pronto nada, pero lo cierto es que, según la biógrafa Jo Vigor-Mungovin, el primero podría haber sido la clave para encontrar la tumba perdida del segundo.

Tras la muerte de Joseph Merrick, más conocido como el Hombre Elefante, sus huesos quedaron guardados en el Royal London Hospital, donde pasó sus últimos días. Sin embargo, sus tejidos blandos fueron enterrados en algún lugar de la ciudad británica, que se ha mantenido como un misterio, al menos hasta ahora, cuando la autora de la biografía de Merrick asegura tener pruebas sólidas de la que podría ser la ubicación de su enterramiento. Y, efectivamente, el temido asesino en serie de la Inglaterra victoriana parece estar detrás del hallazgo.

Fechas coincidentes

Joseph Merrick murió el 11 de abril de 1890, posiblemente a causa de una mala postura que le dañó la nuca y le impidió respirar mientras dormía. Por aquel entonces había un gran número de cementerios en uso en Londres y su enterramiento no quedó registrado en ningún lugar, por lo que hasta la actualidad había sido imposible determinar su ubicación. Sin embargo, una ola de crímenes acaecida solo dos años antes de su fallecimiento dio la respuesta al misterio.

En 1888, un asesino en serie, conocido como Jack el Destripador, llevó a cabo al menos cinco brutales homicidios, todos a mujeres que ejercían la prostitución en torno al barrio londinense de Whitechapel, en el distrito en el que poco después fallecería Merrick.

La coincidencia en el tiempo y el espacio de ambos sucesos históricos llevó a Vigor-Mungovin a pensar que se podrían haber llevado los misteriosos restos del hombre al mismo lugar en el que poco antes se enterraron algunas de las víctimas del Destripador. Buscando en los registros de la época, dio con el lugar en el que se encontraban las tumbas de dos de ellas: Catherine Eddowes y Mary Ann Nichols.

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No perdía nada por investigar un poco más, por lo que fue hasta allí, en busca de alguna tumba que le diera respuestas sobre Merrick. Y así fue como encontró el que podría ser su lugar de enterramiento. Se trataba de una lápida anónima, en cuyo registro solo rezaba que se había realizado el sepelio de un hombre de 28 años, el 24 de abril de 1890. Merrick murió a los 27, pero es frecuente encontrar mal registrada su fecha de nacimiento. Además, la fecha coincide, pues no sería enterrado hasta unos días después de su muerte, y lo que es más importante: en su lugar de procedencia figuraba el hospital al que fue trasladado después de dar algunos tumbos como personaje de circo. Todo esto, como cuenta la biógrafa a BBC, la llevó a concluir con poco lugar a dudas que se debe tratar de él.

En cuanto a la posibilidad de analizar los restos, Vigor-Mungovin ha explicado a Hipertextual que no sería correcto realizar la exhumación y que, además, lo más probable es que no quede nada, ya que sus huesos se conservaron en el hospital como espécimen anatómico.

Queen Mary University of London

La enfermedad de Merrick

Joseph Merrick nació en 1862 en Leicester, donde comenzó a crecer como un niño aparentemente sano. Sin embargo, a los cinco empezó a desarrollar algunos síntomas muy raros, entre los que destacaba el crecimiento desmesurado de ciertas partes de su piel y sus huesos, especialmente al nivel del cráneo y uno de sus brazos. A los diecisiete años se le confinó en una casa de trabajo y más tarde se le envió a un circo, en el que se le mostraba como a un ser monstruoso, sin prestar atención a lo grave de la enfermedad que padecía. Pasado un tiempo, en uno de estos espectáculos fue visto por el médico Frederick Treves, que lo invitó a acompañarle a una reunión de la Sociedad de Patología de Londres, donde sería expuesto para el estudio de su caso. Después de aquel día, volvió a los espectáculos de rarezas, pero estos poco a poco habían comenzado a perder el interés del público, por lo que terminó viéndose solo en mitad de Bruselas, hasta donde había llegado con sus funciones. Desde allí se las ingenió para llegar de vuelta a Reino Unido, donde gracias a la tarjeta de visita del doctor Treves logró volver a reunirse con él, que lo llevó al hospital en el que vivió hasta el fin de sus días.

Por aquel entonces no supieron dar con su enfermedad, aunque análisis posteriores han concluido que posiblemente padecía síndrome de Proteus, una enfermedad de la que solo se han documentado poco más de un centenar de casos en todo el mundo. La aparición desmesurada de bultos y deformidades, como en el caso de Merrick, no es lo más frecuente, ya que por lo general solo se da una aparición más leve de tumores y manchas a causa del crecimiento anómalo de los huesos y la piel. Sin embargo, y a pesar de lo radical de sus síntomas, es la explicación más probable a su apariencia. Algunos expertos creen que en su caso la enfermedad pudo manifestarse junto a otra, llamada neurofibromatosis, que se caracteriza por el crecimiento de tumores en los nervios.

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Lo que está claro es que Merrick no era más que un hombre, que sufrió hasta el extremo la maldad de los que machacan a aquellos que son diferentes. Un pobre enfermo que padeció la indiferencia de los demás hasta el punto de ser enterrado sin un nombre que lo identificara. Al menos, ahora es posible que hayan encontrado un lugar al que poder llevarle flores.

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