Cuando las áreas pobladas aumentan, hay que hacer espacio para los vivos, pero no es tan sencillo hacer lo propio con los muertos. Por eso, en Portugal llevan desde los años 60 utilizando tumbas temporales. Es decir, se hace un enterramiento convencional; pero, una vez que el cadáver se descompone y se reduce a huesos, se traslada a una tumba mucho más pequeña. El problema es que, cuando abren el ataúd, muchos de ellos siguen sin descomponerse por completo. Incluso algunos no llegan a hacerlo nunca, porque acaban transformándose en momias.

Esto es algo que parece ocurrir de forma totalmente aleatoria. No se sabe cuáles son los factores que hacen que unos cadáveres se momifiquen y otros no. Y eso es todo un problema para los familiares, que a veces se pasan la vida enterrando y desenterrando a sus familiares una y otra vez, a la espera de ver si ya se han descompuesto.

La solución podría estar en sustituir entierros por incineraciones. Sin embargo, los enterramientos convencionales son una costumbre muy arraigada en Portugal, de ahí que ya haya científicos buscando la solución a este misterio, para no tener que cambiar la tradición por algo que escapa al entendimiento humano.

El entierro que no deja de repetirse

La normativa portuguesa establece que, tres años después del primer entierro, los sepultureros deben exhumar los cadáveres y comprobar si ya se han descompuesto. Para que puedan trasladarse ya no deben quedar partes blandas. Debe ser todo huesos. En caso de que no sea así, se vuelve a enterrar y se repite el mismo procedimiento una vez cada dos años.

Según una encuesta realizada en Oporto entre 2006 y 2015, entre el 55% y el 64% de los cadáveres no se habían descompuesto la primera vez que se desenterraron. No obstante, muchos de ellos sí estaban listos en cinco años. Otros tardaron un poco más. En algunos casos, se tardan décadas, en las que los familiares reviven el entierro una y otra vez.

Pero, en algunos casos, la situación es aún peor, pues la descomposición no llega nunca. Es lo que ocurre con los cadáveres momificados. No se trata de momias como las egipcias, con las que se retiraban los órganos y se usaban vendas impregnadas en resinas y unas condiciones de enterramiento muy concretas para favorecer la momificación. Esto ocurre por casualidad. No es algo raro.

Se ha observado en numerosas ocasiones, sobre todo en cadáveres que se conservan en climas muy extremos, como los glaciares o los desiertos. O simplemente en lugares con temperaturas o muy altas o muy bajas. También ocurre bajo condiciones de humedad muy bajas o por falta de aire. Pero no parece el caso en Portugal. Por eso, algunos científicos, como la antropóloga forense Angela Silva Bessa, están intentando encontrar algún factor común a todos los cadáveres que acaban convirtiéndose en momias.

isabel II, ataúd plomo
Pavel Danilyuk (Pexels)

Condiciones para convertirse en momias

Con el lógico y necesario permiso de los familiares, Silva Bessa tomó muestras de tejido de algunos de los cadáveres del cementerio, así como del terreno en el que se encuentran.

En este último, analizó características como la temperatura, la acidez, la humedad, la densidad, la contaminación por metales pesados y la presencia de materia orgánica. Sin embargo, desde el principio supo que no iba a encontrar un patrón, pues en un mismo terreno había cadáveres muy diferentes. Unos que se habían transformado totalmente en huesos, otros que se descomponían muy lentamente y otros que se habían convertido directamente en momias.

De hecho, incluso había cadáveres que eran casi todo huesos, pero tenían algunas partes del cuerpo aún sin descomponer y otras momificadas. Ningún patrón.

Cabe destacar que esto podría no ser algo único de Portugal. Otros países no tienen esa norma de desenterrar a sus muertos una y otra vez. Podría ser que muchas tumbas contengan momias sin que nadie llegue a saberlo. Pero, dadas las necesidades del país luso, habría que intentar encontrar los motivos y dar con ese deseado patrón. 

Por eso, la segunda parte de esta investigación, que Silva está realizando para su tesis doctoral, será buscar esos patrones en la propia vida de esos cadáveres. Es decir, comprobar si hay alguna característica suya en vida que pudiese interferir con su capacidad para descomponerse o momificarse. Entre estas características podrían estar, por ejemplo, el tabaquismo o el consumo de ciertos medicamentos.

Mientras tanto, los familiares que no quieran jugársela a tener que desenterrar a sus muertos una y otra vez deberían recurrir a la cremación. Ya está haciéndose más intensa a pesar del arraigo cultural. De hecho, según declaraciones a Business Insider de Paulo Carreira, de la asociación funeraria de Portugal, en su propia funeraria han pasado de tener 4 crematorios a necesitar instalar 38. Claramente, la demanda ha aumentado. Pero aún son muchas las personas que insisten en el enterramiento de toda la vida. Visto lo visto, prefieren seguir la tradición y jugársela a que sus seres queridos puedan terminar convirtiéndose en momias.

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