El año pasado, Oz Perkins convirtió la búsqueda de un asesino en serie en una revisión contemporánea y sádica al pánico satánico. Longlegs se basaba en largos silencios y símbolos diabólicos insinuados en algunas de sus escenas. Pero con The Monkey, el director se va al otro extremo. La película es una sucesión de gráficas de muertes espeluznantes, teñidas de un humor macabro. El resultado es una insólita adaptación del cuento corto de Stephen King, que sigue a una herencia maldita a lo largo de las décadas. Una combinación traviesa y tenebrosa que resulta lo mejor de la cinta.
De hecho, el punto más interesante de la premisa es la capacidad de Perkins para burlarse de los clichés del cine de terror. Así que toma muchos los tópicos tradicionales y los convierte en algo más raro e incómodo. Así que la historia comienza con una estupenda escena de prólogo, al estilo del género los ochenta. Gracias a la cual explica, a grandes rasgos, todo lo que hay que conocer acerca del argumento. A saber: el feo, deforme y maligno juguete está maldito. Y sea cuál la fuerza que opera en él, provocará todo tipo de muertes absurdas y violentas, aparentemente accidentales. Solo que no lo son. En su estupenda secuencia de inicio, un hombre desesperado (Adam Scott, en un divertido cameo) intenta deshacerse del objeto.
Pero sus esfuerzos se quedan en nada, cuando el mal actúa a sus anchas. Perkins ya había demostrado que tiene buenas ideas para mostrar lo sobrenatural. En The Monkey, las lleva a un ángulo exagerado y gráfico. Así que mostrar la manera en que los personajes deben lidiar con el oscuro poder del mono, se volverá la parte más importante de la trama conforme la película avanza hacia terrenos más siniestros: las condenas que se heredan y el terror a lo desconocido.
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The Monkey
The Monkey, toma el relato corto de Stephen King y lo transforma en una sucesión de escenas de gore explícito que sorprenden por su naturaleza sangrienta. Todo, en medio de un argumento lleno de un inesperado humor macabro. La combinación funciona, mientras la cinta se mantiene simple y directa. Pero cuando intenta explicar el origen de su espeluznante objeto maldito, se vuelve predecible y tediosa.
Una película de terror capaz de hacer reír
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Por ello, uno de los elementos más interesantes en The Monkey es lo poco en serio que se toma a sí misma. Y eso a pesar de no ser una comedia, y que el mayor peso del argumento se lo lleva el body horror explícito. Algo más que evidente cuando, después de detallar lo que realmente puede hacer el siniestro objeto, la trama dedica tiempo en plantear su escenario. La víctima de la escena inicial tiene una familia, por lo que tratará de alejarse de ellos todo lo posible para evitar que alguno termine muerto. Aunque eso signifique abandonar a sus gemelos adolescentes Hal y Bill (Christian Convery en doble papel). Todo, sin explicar el motivo y ocasionando que el juguete caiga en manos de los chicos.
Una decisión que, como era de esperarse, tendrá fatales consecuencias. Sin aviso, el mecanismo del mono comenzará a funcionar de nuevo y dejará a su paso todo tipo de mutilaciones y muertes estrafalarias. El director — que también escribe el guion — conserva del relato original el aire impredecible que rodea al funcionamiento del mono. O al menos, e a su parte más inexplicable. Pero además, establece algunas líneas para dejar claro que las desgracias sobrenaturales no son necesariamente imparables.
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La cinta pasa sus primeros minutos haciéndose cada vez más oscura, burlona e hilarante. En una mezcla de la saga Destino Final con un giro demoníaco, The Monkey encuentra sus mejores momentos en relatar sus muertes imposibles. De piezas de metal que siguen una trayectoria aleatoria para cortar venas y tendones, a objetos pesados que parecen cobrar vida propia. Lo cierto es que la película dedica buena parte del tiempo en hacer memorables cada una de sus secuencias de horror y en mostrar todo lo que el juguete puede hacer.
Oscura, directa y disfrutable
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En el cuento original, Stephen King no explica demasiado qué es lo que contaminó al mono hasta provocar que sea capaz de matar de manera indirecta. Un giro que The Monkey hereda y le permite evitar — al menos al principio — tener que dar detalles o ajustarse a reglas para funcionar como historia. Al contrario, el guion oculta deliradamente cualquier cosa muy explícita sobre qué hace funcionar al objeto en primer lugar, por lo que tampoco está muy claro si es posible que pueda ser destruido.
Luego de que el juguete siniestro demuestra el potencial de su tétrico poder a sus nuevos propietarios, el argumento avanza 25 años. Ahora Bill y Hal (Theo James en doble papel), deben enfrentar no solo lo que saben sobre el muñeco, sino la aparente responsabilidad de detener lo que ocasiona. Paso a paso, The Monkey enlaza entonces su historia, con insinuaciones de un mal que se transmite de generación en generación y que requiere de cierto compromiso moral para ser detenido.
Un final torpe para ‘The Monkey’
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Esta capa adicional de complejidad evita que la cinta siga por el camino de hacer reír gracias al humor macabro. Por lo que a medida que se vuelve más seria, e incluso dramática, The Monkey pierde lo que, justamente, le hacía más original. Con todo, el guion sigue siendo original en toda su retorcida gloria de vísceras derramadas y horrores sin cuento. Así que el bache de querer explicar todo lo que sucede, no evita que sea un disfrute para los amantes del terror gamberro y exagerado.
Para sus escenas finales — las más flojas y predecibles — The Monkey se deshace de mucho de lo que la hizo ingeniosa en primer lugar. Aun así, sus puntos altos son más interesantes que los bajos, por lo que en conjunto tiene mucho más que ofrecer, más allá de ser una nueva adaptación de King. Una sorpresa para los amantes del mundo del escritor y buenas noticias para los devotos del cine de terror en general.