El director Guy Ritchie tiene una visión distintiva sobre la acción. Es brutal y siempre vistosa en pantalla. Sus personajes son retorcidos, con un humor negro que roza lo blasfemo y siempre, a punto de caer en el desastre. Entre todo eso, sus cintas avanzan con frenética rapidez en medio de guiones que parecen disparados, pero en no lo son. En realidad, son piezas que se unen antes o después en un gran escenario que lleva — casi siempre — a una conclusión épica. 

The Gentlemen, que adapta en Netlix la película del director del mismo nombre estrenada en el 2019, resume lo anterior en ocho episodios. Pero más allá, toma la premisa de la cinta —  que narra una disputa territorial entre criminales carismáticos — y  la explora desde otro ángulo. No solo porque tiene más tiempo para profundizar en arcos y situaciones. También, debido a que muestra la violencia como un lenguaje válido. En la producción, disparar, pelear a mano limpia y romper cabezas, tiene el mismo sentido que una negociación en voz alta. Lo que hace que Ritchie haga lo que mejor sabe hacer. Contar una historia brutal, cínica y llena de matices, a través de circunstancias que, en ocasiones, hacen reír por exageradas. 

The Gentlemen

The Gentlemen es una historia sofisticada sobre el submundo criminal, que utiliza cada uno de sus ocho capítulos para hacerse más oscura y densa de la premisa de la que proviene. Guy Ritchie, que dirige la mayoría de los episodios y también escribe el guion, retoma su narración sobre una guerra entre caudillos criminales y le da un giro novedoso. El resultado, es el celebrado estilo del director, ahora en la forma de un argumento más cuidadoso, denso y burlón.

Puntuación: 4.5 de 5.

Al igual que en la película, el guion de Matthew Read y Guy Ritchie narra un punto de partida complicado. Eddie Horniman (Theo James), debe abandonar su servicio en el estamento militar para atender un problema familiar. Al principio, la serie no da demasiados datos y se dedica a dar detalles de sus personajes. Por lo que aclara, que Eddie es agresivo, pero por ahora, toda esa energía perversa, está dirigida a su entrenamiento y vida cotidiana como funcionario. Así que atender una emergencia familiar, detiene, en cierta forma, la decisión que el personaje había tomado de mantenerse en control. 

La rivalidad de dos hermanos y una pelea entre bandas

Al otro lado, su hermano mayor, Freddie (Daniel Ings), es, en apariencia, el que heredará el considerable patrimonio de la familia de Eddie. Pero al morir el padre y en un extraño cambio de papeles que Richie usa para plantear la tensión, el hijo menor termina por heredar. Sin embargo, no solo será dinero, también el secreto de dónde proviene la fortuna que sostiene a los Horniman. A saber: que el patriarca era un traficante de marihuana que usaba la mansión familiar como centro de operaciones. 

A partir de esa revelación, la serie adquiere de inmediato un ritmo rápido que recuerda a las películas de Ritchie, pero con giros más sustanciosos y mejor desarrollados. Es evidente que al director, le beneficia tener más tiempo y mayores recursos para contar una historia. The Gentlemen corrige los errores que usualmente se le achacan al realizador y convierte sus fortalezas en puntos muy fuertes del argumento. La forma en que los hijos de un traficante muerto deben decidir si siguen los negocios del padre o dan un paso atrás, es ingeniosa y bien narrada. 

En particular, porque todo se debe a una sociedad retorcida con Susie Glass (Kaya Scodelario), misteriosa y manipuladora. Eddie, que siempre creyó que podría mantenerse a salvo de su parte más agresiva, descubre que no le molesta tanto lidiar con criminales. Por lo que Susie, explora, con disimular y con mano diestra, la peor parte de su ahora cómplice. Guy Ritchie, experto en que sus personajes tengan más puntos retorcidos y oscuros que claros, logra en The Gentlemen, mostrar un proceso de degradación moral progresivo.

Pero no lo hace desde el sermón, sino a través de las ventajas — por extraño que parezca — que brinda esa caída en el lado oscuro. El director toma sus obsesiones en cine y las transforma en los giros más hábiles e hilarantes de la serie. Pero la risa no llega por alivios cómicos o por chistes superficiales. En su lugar, el guion muestra que sus protagonistas son contradictorios y cínicamente depravados, eso en una dimensión burlona. 

Guy Ritchie, del cine al streaming

Con episodios de apenas 45 minutos — y algunos, incluso con menor duración — The Gentlemen cuenta su conflicto con rapidez, pero sin hacerlo parecer banal. Bajo el humor perverso, los juegos de palabras y la violencia que estalla casi de manera accidental, la serie deja claro que esto es una exploración del mundo criminal. De modo que el argumento deja a un lado los numerosos grupos de personajes del cine de Guy Ritchie, para explorar cómo funciona el submundo de delincuentes inglés.

El resultado es una combinación de una producción que narra todos los aspectos de un negocio que se hace cada vez más peligroso con detalle. Al otro extremo, también dedica interés en cómo afecta eso a personajes que, en un principio, intentan evitar ser corrompidos. Pero al final, todos caen en la avaricia, la competencia violenta y el asesinato. En medio de todo, el director imprime a la serie el mismo aire de tramas interconectadas en escenarios distintos. El arco central avanza en profundizar acerca de la posibilidad de un negocio demasiado suculento para abandonarse, pero en general, la importancia de la trama sigue estando en hacer brillar a sus personajes. 

El único problema real de la serie, es su apartado visual. Con menos recursos de los que suele disponer, Guy Ritchie parece tener problemas para sus grandes giros de cámaras o componer atmósferas. A pesar de eso, utiliza lo que tiene a disposición y para los últimos capítulos, la serie encuentra sus mejores momentos con balaceras ralentizadas y persecuciones.

Al final, una cosa queda clara. Esta es una historia de Guy Ritchie, con todas sus obsesiones y puntos de vista muy precisos. Lo que juega en favor de una serie que busca su identidad y la encuentra para convertirse en una premisa a la altura de la que proviene. 

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