El terror a lo que la tecnología puede hacer es una de las grandes obsesiones actuales. Una que Black Mirror exploró desde su estreno en 2011. La serie británica exploraba la distopía de que la tecnología se convirtiera en una trampa para el ser humano. Con peores y mejores momentos, la producción se convirtió en pionera del horror ambientado en la ciencia ficción. Un testigo que toma Cassandra (2024). La miniserie alemana, de seis episodios, llega al catálogo de Netflix con la promesa de explorar el horror del futuro de una manera nueva; y plantear el dilema de que hasta qué punto los adelantos tecnológicos pueden ser terreno de riesgo mortal.

El guion sigue a una familia que se esfuerza por comenzar una nueva vida luego de un suceso trágico. Samira (Mina Tander) y David (Michael Klammer), son un matrimonio en horas bajas. A pesar de eso, intentan educar juntos a sus dos hijos, Fynn (Joshua Kantara) y Juno (Mary Amber Oseremen Tölle). También, superar el trauma del pasado. Para eso, se mudan a una propiedad que permaneció cerrada por 50 años y que necesitará del trabajo de todos para volverse un hogar. Pero mientras se ponen manos a la obra, descubren en el sótano un antiquísimo autómata, primer intento de una casa automatizada. 

Se trata de Cassandra (Lavinia Wilson), una especie de robot doméstico capaz de hacer las labores cotidianas. La serie evita clichés para mostrar a su extraña protagonista, por lo que su aspecto es el de una criatura tecnológica anacrónica con una cabeza en forma de televisión. En la pantalla se retransmite el rostro de una mujer sonriente que, una vez encendida, anuncia de inmediato que es el hada madrina del hogar y que se ocupará de todos los oficios molestos.

El guion del también creador de la serie, Benjamin Gutsche, profundiza en la capacidad de Cassandra para demostrar que es útil. Pero también, para volverse progresivamente peligrosa. Construida antes de cualquier algoritmo de seguridad, el singular robot es una presencia extraña que recorre la casa de la familia haciendo sus vidas más sencillas. A la vez, se vuelve una observadora minuciosa de sus rutinas, comportamientos y hasta su vida privada a través de las docenas de pantallas en las paredes del lugar. De modo que muy pronto, Cassandra deja de ser solo una curiosidad graciosa, para pasar a ser un objeto imprescindible y después, una amenaza. 

El miedo a la tecnología en ‘Cassandra’

Pronto, el robot empezará a mostrar paulatinamente sus rasgos más aterradores. Al principio, aplasta a un ratón y deja a su paso un reguero de vísceras y sangre que muestra con claridad que Cassandra no tiene especial preocupación con matar. Luego comienza a importunar a Samira, a la que no siempre obedece y que intenta ridiculizar de formas mucho más humanas de las que podría suponerse de un artefacto de inteligencia artificial. Parte del impacto de Cassandra como producción es mostrar rápidamente el inquietante escenario de la tecnología que toma rasgos humanos, ya sea por asimilación o por algo más siniestro, como es el caso en la serie. 

Que es justo lo que ocurrirá, cuando el robot doméstico dé muestras de ser algo más que solo tecnología para el uso casero. De expresar un interés casi romántico por David a prestar su apoyo a la pequeña Juno. Gradualmente, Cassandra se convierte en una presencia cada vez más humana para los miembros de la familia. A la vez, dedica esfuerzo y una inesperada malevolencia, para humillar, aislar y hasta engañar a Samira, a la que considera una enemiga.

La distopía se cuenta de una manera distinta en 'Cassandra'

De la misma forma en que lo hizo Black Mirror en su momento, Cassandra relata un escenario en que la tecnología se convierte en un peligro. Asimismo, en la que la autonomía e independencia de la inteligencia artificial con respecto al control de sus usuarios, se vuelve un escenario macabro. Paso a paso, el robot asumirá la identidad de un protector enfurecido y violento, que percibe a Samira, cansada y deprimida, como un enemigo a la armonía que espera brindar.

Por lo que se esforzará no solo en apartarla de su esposo e hijos. También, suprimir su influencia y presencia como parte de la familia. Algo que claro está, convertirá a Cassandra en una némesis a vencer y a Samira, en una víctima confusa que no sabrá, con exactitud, cómo enfrentarle. Un giro aterrador y claustrofóbico, que muestra al robot volverse obsesivo, cruel y directamente violento, a medida que su comportamiento se aparta de sus directrices de cuidar y proteger. Todo para intentar tomar el lugar de la madre en una familia que está convencido, debe mantener a salvo a cualquier precio. 

Una buena combinación de ciencia ficción y terror

Cassandra es mucho más que un dispositivo. De modo que Samira deberá intentar descubrir qué ocurrió con los anteriores habitantes de la casa. Mucho más al intuir que la apariencia, comportamiento y programación del robot, son mucho más que decisiones de diseño. La serie es hábil al lograr convertir todo lo relacionado con su macabro villano tecnológico en la oportunidad de cuestionar la ética al crear dispositivos para diverso uso. Incluso los que están inspirados en las mejores intenciones, como fue el caso del robot de la trama.

A lo largo de sus seis episodios, Cassandra logra explorar en tópicos dispares, sin perder la tensión de su premisa central. Que va desde la misoginia, el dolor femenino, el abuso de los recursos técnicos, al miedo a la tecnología y cómo puede impactar en el desarrollo intelectual de nuestra época. 

Con un cierre incómodo, la serie deja abierta la puerta para una continuación. Para sus últimas escenas, además, algo es evidente: el mundo del futuro muestra una serie de escenarios excitantes para la ambición humana por crear y modificar el entorno a su antojo. Solo que, ese anhelo, puede volverse en su contra muy pronto. Una moraleja que Cassandra profundiza con inteligencia en su argumento.