Llega octubre y muchas heladerías cierran sus puertas hasta bien entrada la primavera. Algunas aguantan poco más, pero pocas llegan a diciembre. Es cierto que los helados suelen asociarse al verano. ¿Pero tan raro es comer helado en invierno?

Si retrocedemos en la historia, vemos que, en realidad, el helado nació en invierno. Fue allá por el año 2.000 antes de Cristo, en la antigua China. Los heladeros primitivos preparaban una bola de arroz, leche y especias y la metían en la nieve para que se mantuviese fresca. Más tarde, el emperador Nerón ordenaba tomar la nieve que bajaba de las montañas y mezclarla con jugos de frutas. Por lo tanto, en el pasado comer helados en invierno no era raro. Era el único momento en el que podían hacerlo.

Con el tiempo, se relacionó el hecho de que los helados están fríos con que en verano hace calor. Parecía lógico tomarlos en combinación. Sin embargo, la realidad es que, aun estando fríos, la mayoría de helados no reducen el calor. Hacen más bien todo lo contrario.

Sí, comer helado en invierno puede ser un buen método de calefacción

Por definición, al menos en España, un helado debe tener un 5% de grasa para que se considere como tal. Si no, puede ser un postre frío o un sorbete, pero no un helado. Además, los helados de crema que muchas veces encontramos en las heladerías tienen una proporción de grasa mayor, superior al 8%. Además, suelen tener bastante azúcar.

Todo esto es lo que hace que comer helado en invierno puede ser una buena idea. Y es que, al hacerlo, se produce un fenómeno conocido como termogénesis inducida por la dieta. Significa que, al descomponerse las grasas y los carbohidratos durante el proceso de digestión, se libera mucho calor. Esto hace que nosotros mismos nos sintamos más cálidos.

comer helado
El helado genera un efecto conocido como termogénesis inducida por la dieta. Crédito: Alex Jones (Unsplash)

En el instante de tomar el helado sentimos frío a causa de los receptores de temperatura presentes en la boca y el sistema digestivo. Sin embargo, estos dan paso a una gran sensación de calor. Es cierto que en verano no la identificamos fácilmente. Simplemente creemos que es el calor normal de la época. En cambio, en invierno puede marcar la diferencia, aunque solo sea un poquito.

También te hace más feliz

Las bajas temperaturas y, sobre todo, el aumento de horas de oscuridad en el día hacen que muchas personas se sientan más decaídas en otoño e invierno. Por eso, comer alimentos que generen placer siempre será una buena idea.

En 2005, un equipo de científicos ingleses realizó un estudio en el que se demostraba que tomar una cucharada de helado puede generar en el cerebro sensaciones similares a las de ganar dinero o escuchar música. Lo comprobaron mediante resonancias magnéticas del cerebro de un grupo de participantes, mientras estos realizaban distintas tareas.

Más tarde, en 2013, otro grupo de científicos, en el que se incluían algunos de aquellos investigadores, realizó una nueva investigación en la que se señalaba que la sensación de bienestar podía incluso mejorarse con algunas tareas sencillas como mostrar agradecimiento. No hay que caer en esa psicología que prácticamente nos obliga a ser felices. A veces no hay nada que agradecer. Se pueden buscar momentos del día en los que haya pasado algo bueno, algo cotidiano. Pero si no se puede, no hay que forzarlo. No es necesario buscar continuamente la felicidad.

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Comer helado podría ser comparable a ganar dinero en términos de felicidad. Al menos momentáneamente. Crédito: Alexander Mils (Unsplash)

Pero, si queremos sentirnos bien, comer helado en invierno puede ser una grandísima idea. Y va a estar exactamente igual de sabroso que en verano.

Una única desventaja

Nuestro sistema respiratorio, cuenta con una serie de barreras defensivas en primera línea que nos protegen de la entrada de patógenos, tanto a través de la nariz como de la garganta. Se trata, por un lado, del moco espeso que los atrapa y, por otro, de una especie de escobitas, llamadas cilios, que empujan esos patógenos, solos o atrapados en el moco, hacia fuera.

Esos cilios se mantienen en plena forma en presencia de calor y humedad. Por eso, el frío y el clima seco pueden hacer que se resientan y no trabajen tan bien. Esta es una de las razones por las que nos resfriamos más en invierno (no la única). Pero no es el frío el que nos resfría. Son los virus que entran a través de esa garganta o nariz con los cilios aletargados. Si no hay ningún patógeno, no nos enfermaremos por mucho frío que pasemos.

Al comer helado, puede que se nos enfríe la garganta, pero suele ser un momento. No es como estar expuestos mucho tiempo al aire frío y seco. Por eso, sería una pequeña desventaja de cara a contagiarnos con los virus invernales. Pero muy pequeña, ya que no sería suficiente frío para bajar demasiado esas barreras. Además, si después tomamos algo caliente o nos abrigamos, es totalmente reversible.

En definitiva, comer helado en invierno no es malo. Incluso la única desventaja es pequeña y fácilmente solventable. Ahora solo queda encontrar una heladería que siga abierta en esta época del año.