Robert J. Oppenheimer y compañía cambiaron el mundo para siempre. Como ilustra la insuperable obra maestra de Christopher Nolan, el Proyecto Manhattan reclutó a las mentes más brillantes de la época para desencadenar una de las revoluciones científicas más trascendentales de la historia. Esto no solo fue clave para la victoria de los Aliados en la Segunda Guerra Mundial, sino que dio vuelta a todas las consideraciones geopolíticas de la época. Desde entonces, si querías ser tomado en serio como país, necesitabas conseguir tus propias bombas atómicas. Efectivamente, tenías que construir tu propia máquina del apocalipsis.
El razonamiento era que si todo el mundo tenía una, nadie sería tan tonto como para usarla. Como en el caso de un duelo en el que cada integrante le apunta una pistola a otro mientras también es apuntado por alguien más, con la particularidad de que este duelo a gran escala podría significar la destrucción del mundo, o al menos el fin de la civilización. La Crisis de los misiles de Cuba fue el momento en que la humanidad estuvo más cerca de causar su propia destrucción. La tensión entre los Estados Unidos y la Unión Soviética estuvo a punto de empujar al mundo a una apocalíptica Tercera Guerra Mundial.
Hoy en día, las condiciones de la destrucción mutua asegurada (M.A.D. por sus siglas en inglés) siguen tan vigentes como siempre. Por eso resulta ridículo cuando algunos medios de comunicación se toman en serio las amenazas nucleares del presidente de Rusia. Como si fuera el único que tuviera acceso a esas armas. Que múltiples países tengan misiles nucleares apuntados hacia territorio ruso garantiza que Putin jamás apretará el botón rojo, sería el fin de su país y él lo sabe. Para mantener esta táctica de disuasión, el Pentágono planea una actualización radical de la máquina del apocalipsis americana, tanto así que sus implicaciones llenan de miedo a los analistas.
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El plan del Pentágono
Actualmente, los Estados Unidos cuenta con 450 silos equipados con misiles balísticos intercontinentales tipo Minuteman III. Se encuentran esparcidos por los estados de Dakota del Norte, Montana, Colorado, Wyoming y Nebraska. El Pentágono planea reemplazarlos todos por misiles Sentinel, la nueva generación de la máquina del apocalipsis que fundamentará la estrategia nuclear americana en las décadas venideras. En comparación con el sistema actual, los Sentinel cuentan con rango aumentado, mayor precisión, son más fáciles de mantener, son más ligeros, tienen el potencial de ser tres veces más destructivos y sus comunicaciones son más eficientes. La Fuerza aérea quiere comprar 634 de estos misiles, modernizar 400 silos junto con 600 instalaciones relacionadas. Por un costo total estimado de 141 millardos de dólares.
Los misiles Minuteman son legendarios, ya que durante la Guerra Fría resultaron ser un diseño muy superior frente a sus contrapartes soviéticas. Debido a que trabajaban con combustible sólido, un misil Minuteman podía estar listo para su lanzamiento en cuestión de minutos, de ahí su nombre. Mientras tanto, como cubrimos en este artículo, los misiles soviéticos, que dependían de combustible líquido, necesitaban varias horas de preparación. Kennedy sabía esto, gracias al espía Oleg Penkovsky, y esa información le permitió negociar con Khrushchev desde un punto ventajoso, saliendo victorioso de la Crisis de los misiles cubanos.
Los misiles balísticos intercontinentales (ICBMs por sus siglas en inglés) forman parte de la "triada nuclear", un término de la Guerra Fría que hace referencia a los tres componentes de la estrategia de disuasión responsable por mantener a estas peligrosas armas en sus silos. Los otros dos componentes son los bombarderos estratégicos y los submarinos nucleares. La idea era que, si uno de los miembros de la tríada nuclear fallaban, los otros dos prevalecerían. La prioridad es dar la impresión de siempre estar preparado para aniquilar por completo al enemigo.
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Críticas a la máquina del apocalipsis superpotenciada
Los críticos del plan afirman que los misiles nucleares intercontinentales son meras reliquias del estado de alerta constante que se vivió durante la Guerra Fría. Afirman que los bombarderos y los submarinos son herramientas suficientes para mantener a raya a cualquier otra potencia nuclear. Piensan que la paranoia extrema, producto de esa época tan peligrosa, es la única responsable por la existencia del costoso plan del Pentágono.
También cuestionan una de las funciones estratégicas de mantener los silos nucleares en ese grupo de estados. Porque lo que se busca es atraer un ataque nuclear enemigo, ya que es preferible que esos lugares sean impactados, en vez de sitios con poblaciones más densas como las principales ciudades de la nación. Pero el efecto que podría tener esta táctica sería diminuto. Por la naturaleza de la radiación, la destrucción causada por una detonación nuclear se esparciría por todo el continente, sin importar cuál sería el punto de impacto original.
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Por otro lado, los defensores del plan para modernizar la máquina del apocalipsis estadounidense sostienen que las consideraciones estratégicas que dieron pie a la Guerra Fría siguen vigentes el día de hoy. Los enemigos han cambiado, la tecnología ha avanzado, pero el pronóstico de una devastadora Tercera Guerra Mundial sigue siendo perturbadoramente probable.
Ostentar el potencial militar de los Estados Unidos (país que invierte más en su ejército que el resto de las naciones que componen el top 10 mundial combinadas) sigue siendo una prioridad para que las demás naciones poderosas del mundo tomen en cuenta el potencial destructor de los americanos al considerar cualquier acción violenta. Así es que el Departamento de defensa ha concluido que el proyecto es necesario para garantizar la seguridad nacional de los Estados Unidos. Se espera que la nueva máquina del apocalipsis esté lista para el 2036. Se estima que el nuevo sistema estará vigente al menos hasta el 2075.