16 de octubre de 1962, comienza la Crisis de los misiles de Cuba, el momento en que la humanidad ha estado más cerca de un apocalipsis nuclear. El Presidente John F. Kennedy convoca un consejo conformado por sus consejeros más cercanos y por oficiales importantes del ejército. A pesar de que estaban dependiendo de información suministrada por el recurso más valioso de la CIA dentro de Rusia, un doble agente llamado Oleg Penkovsky, sabemos que Kennedy no se atrevió a mencionar su nombre (el Presidente grabó todas estas conversaciones en secreto), ni siquiera su nombre clave, Ironbark. Consideraban que este espía era demasiado importante como para arriesgarse a revelar su identidad, por lo que lo protegían incluso en contextos de completa confianza.

Oleg Penkovsky tenía acceso directo a toda la información que los estadounidenses podrían querer, ya que ocupaba el cargo de subjefe de la sección extranjera del Comité estatal para la investigación científica. Y como su deber era conseguir inteligencia científica y tecnológica de los países capitalistas, se le permitía viajar al extranjero con regularidad. Era considerado la fuente perfecta: motivado, de alto rango y accesible.

El soviético tenía deseos de venganza contra su país. Albergaba resentimiento por no haber sido ascendido y culpaba tanto al sistema comunista como al secretario general del partido, Nikita Khrushchev. Por eso estaba dispuesto a convertirse en uno de los traidores más prolíficos en la historia de la geopolítica. Resulta que odiaba tanto a su país que intentaría comenzar una guerra nuclear.

Nikita Khrushchev no se imaginaba que su contrincante tenía acceso a información tan privilegiada. Imagen generada con IA.

Como Oleg Penkovsky salvó al mundo

En 1961, Moscú era la ciudad más peligrosa para cualquiera que quisiera dedicarse al espionaje. Decenas de miles de agentes de la KGB llevaban a cabo operaciones de contrainteligencia, dedicando una división entera a vigilar a los pocos extranjeros. La capital rusa estaba llena de micrófonos instalados en apartamentos, oficinas y en cualquier lugar público. Los líderes de la Unión Soviética comprendían que un monopolio informativo era necesario, si querían mantener su despiadado régimen.

Al mismo tiempo que esto estaba sucediendo, el coronel Oleg Penkovsky se dedicaba a usar su cámara en miniatura para documentar en microfilme la información confidencial más sensible posible. Le entregaba el material a la esposa del jefe del MI6 en la ciudad (la agencia de inteligencia inglesa), disfrazando el microfilme como si se tratara de una caja de cigarrillos o de dulces. Salirse con la suya era casi imposible en estas circunstancias, pero el soviético se las arregló para entregar más de 110 rollos de fime usando diversos métodos para burlar la constante vigilancia.

Pareciera ser obra del destino que los Estados Unidos contara con una fuente de información en las profundidades de su enemigo más importante, justo durante el momento más peligroso de su rivalidad. La contribución principal de Oleg Penkovsky fueron los manuales de funcionamiento de los misiles soviéticos SS-4. Ya que estos revelaron que las poderosas armas tardaban al menos seis horas en estar listas para el lanzamiento, mientras que los misiles americanos Minuteman necesitaban solo unos cuantos minutos. Armado con esta información, el Presidente Kennedy comprendió que contaban con una ventaja muy importante, lo que le permitió adoptar una actitud retadora durante las negociaciones.

Una sonrisa cortesía de Oleg Penkovsky. Imagen generada con IA.

El líder de la división de misiles guiados de la CIA, Sidney Graybeal, luego diría que los manuales fotografiados por Penkovsky fueron la fuente principal que utilizó para aconsejar al Presidente Kennedy y a los demás miembros del comité sobre cómo resolver la crisis más peligrosa en la historia de la humanidad. Conocer todos los detalles acerca del funcionamiento de los misiles rusos encontrados en Cuba fue una pieza de información fundamental que evitó una invasión a la isla, lo cual seguramente hubiera desencadenado un apocalíptico intercambio nuclear.

Como Oleg Penkovsky casi destruye el mundo

El ruso trabajó para las agencias de inteligencia anglosajonas durante dieciocho meses. Con la excusa de asistir a ferias científicas y tecnológicas, Penkovsky viajó a Londres y a París. Allí sería entrevistado por agentes tanto de la CIA como del MI6. Esto resultó en ciento cuarenta horas de entrevistas, las cuales al ser transcritas sumaban más de diez mil páginas. Durante esas conversaciones, reveló todos los detalles que conocía sobre cómo funcionaba la Unión Soviética desde adentro, a nivel social, político, militar, etc. También idearon un sistema de señales telefónicas para que este pudiera alertar a los Estados Unidos en caso de un ataque nuclear inminente. Si recibían una llamada del espía, este debía soplar tres veces y luego colgar, así sabrían que los misiles estaban por ser lanzados.

Oleg Penkovsky fue arrestado por la KGB el 22 de octubre de 1962, en medio de la Crisis de los misiles de Cuba (por supuesto los estadounidenses no se enteraron de esto en el momento). Diez días más tarde, las agencias de inteligencia recibirían la señal de que existía un ataque nuclear inminente contra Occidente. A pesar de que ambos ejércitos seguían en estado de alerta, el representante del MI6 que recibió la llamada automáticamente pensó que se trataba de una falsa alarma. Decidió que ni siquiera valía la pena informar a sus superiores, ya que sospechaba que el importante espía probablemente había sido arrestado durante al crisis.

En un universo paralelo. Imagen generada con IA.

El agente de la CIA que recibió la llamada actuó de manera diferente. Avisó a sus superiores de que la alerta de ataque nuclear había sido recibida. Por eso estos decidieron enviar a un agente a Moscú para revisar los sitios acostumbrados de entrega, a ver si el espía les había dejado información más detallada. Resultó ser una trampa. Dick Jacob, el hombre al que le encargaron la misión, fue arrestado al llegar a Rusia.

Resulta que los agentes de la KGB pensaban que esa señal telefónica solamente comunicaba que el espía estaba en peligro. Se cree que Oleg Penkovsky les reveló el protocolo que había acordado con las agencias de inteligencia, dejando afuera su verdadero significado, quizá con la esperanza de que la señal fuera tomada en serio y así los americanos convertirían a Moscú en cenizas. Esto tiene sentido, ya que la KGB no se hubiera arriesgado a causar una guerra nuclear, especialmente en esa época de tensiones altas. El soviético sabía que sería condenado a muerte por su traición, por lo que esta broma telefónica parece haber sido un intento desesperado por llevarse a la Unión Soviética consigo.