A lo largo de su vida, una y otra vez quedó demostrado que el liderazgo de Steve Jobs fue el factor determinante para el gigantesco éxito de Apple. Solo un año después del lanzamiento del primer Mac, Steve fue despedido de su propia compañía. Lo consideraban demasiado irreverente para mantenerse a la cabeza de una empresa tan valiosa.

En ese momento las ventas eran decepcionantes, por lo que la junta directiva hizo que Steve Jobs pagara el precio, reemplazándolo con John Sculley, un ejecutivo que el mismo Jobs había convencido de dejar Pepsi para unirse a su equipo en Apple. Por un tiempo, parecía como si hubieran tomado la decisión correcta. Las ventas mejoraron y la promesa de una nueva línea de productos llenaba de optimismo a los ejecutivos. Pero mientras pasaban los años, se dieron cuenta de que en realidad no sabían lo que hacían.

Fabricar tantos productos distintos hizo que Apple perdiera su identidad. Dejaron de ser la empresa de computación más sofisticada, para convertirse en una más del montón. Para 1997, Apple apenas alcanzaba el 3,3 % del mercado de computadoras personales y sus acciones llegaron a venderse por solo $14. Ya nadie pensaba en Apple como una empresa revolucionaria. Hasta que decidieron comprar NeXT, la empresa que Steve Jobs había fundado en el ínterin. Durante su vuelta, Steve Jobs recuperaría su antigua posición como CEO, y el resto es historia.    

Gran parte de la genialidad de Steve Jobs proviene de su filosofía de vida a partir de tres motivaciones importantes: una infancia difícil, las drogas psicodélicas e India. El estadounidense fue adoptado y se vio forzado a cambiar de escuela varias veces. Le costaba adaptarse y frecuentemente era discriminado por sus compañeros de clase, convirtiéndose en un solitario. En su último año de secundaria comenzó a experimentar con LSD, llegando a sentir “el sentimiento más maravilloso de mi vida hasta ese momento”. A los 19 años viajó a la India en busca de sabiduría espiritual. Pasó siete meses visitando a gurús en sus ashrams. Continuó experimentando con psicodélicos y eventualmente comenzó a practicar el budismo Zen. Las lecciones que aprendió se manifiestan claramente en un correo que se envió a sí mismo antes de morir.

El conmovedor email que Steve Jobs se envió a si mismo

Enviado desde su iPad el 2 de septiembre de 2010, el correo electrónico, publicado en el Archivo de Steve Jobs, evidencia cómo la filosofía oriental había influenciado profundamente el punto de vista de Steve Jobs. Escrito en prosa, dice así:

Siembro un poco de la comida que como, y para hacerlo.
No tuve que crear o perfeccionar las semillas.

No produzco mi propia ropa.

Hablo un lenguaje que no inventé ni refiné.

No descubrí las matemáticas que uso.

Me protegen libertades y leyes que yo no concebí ni legislé, y que no hago cumplir ni me adjudico.

Me emociona la música que no compuse yo.

Cuando necesité atención médica, era incapaz de ayudarme a mí mismo a sobrevivir.

No inventé el transistor, ni el microprocesador, ni la programación orientada a objetos, ni la mayoría de la tecnología con la que trabajo. Amo y admiro a mi especie, a los vivos y a los muertos, y mi vida y mi bienestar son totalmente dependiente de ellos.

Steve Jobs nació en los Estados Unidos y vivió la gran mayoría de su vida en ese país, pero sus valores eran orientales. Mientras que la filosofía occidental fundamenta el individualismo, las libertades individuales, la propiedad privada y la democracia, la filosofía oriental —proveniente de la India y de China— enfoca la realidad de manera muy diferente. Le da prioridad al colectivo, a la sociedad, a la familia por encima del individuo.

Para el hinduismo y el budismo —la tercera y la cuarta religión con más creyentes en el mundo— una sola persona es apenas un grano de arena, su importancia individual es mínima. El orgullo no tiene sentido, ya que tu existencia es producto de millardos de factores con los que tú no tuviste nada que ver. A través del Yoga, que significa unión, y la meditación, aquellas culturas buscan tener el ego bajo control y separarse de sus impulsos naturales. Al estar menos involucrado en las preocupaciones individuales, la persona se siente parte de un todo y así actuará consecuentemente.

El correo citado arriba es una síntesis de estos valores, un reconocimiento de que, como todos nosotros, Steve Jobs fue un producto de su sociedad. Si no hubiera nacido en San Francisco, muy cerca de Silicon Valley, seguramente no se hubiera convertido en el CEO de la empresa más valiosa de todos los tiempos. Lo mismo sucede con los genes que heredó y con las demás influencias que lo transformarían en un visionario irrepetible. Al final de su vida reconocía su insignificancia, algo que probablemente lo llenaba de mucha gratitud. Sin embargo, su filosofía de vida tuvo un impacto devastador en su salud.

Steve Jobs joven

Los valores orientales de Steve Jobs fueron parte de los motivos de su muerte temprana

Steve Jobs sucumbió en su lucha contra el cáncer de páncreas el 5 de octubre de 2011. Ese tipo de cáncer resulta fulminante la mayoría de las veces. Afortunadamente, el cáncer que atacó a Jobs formaba parte del 5 % que puede ser curado. Pero el fundador visionario de Apple no lo aprovecharía. Optaría por pasar varios meses probando todo tipo de terapias alternativas, como la sanación espiritual, consumir ciertas raíces medicinales, o comer únicamente frutas, entre otros.

Luego de nueve meses de experimentación con la medicina espiritual, su familia logró convencerlo de que se operara de la manera tradicional. Pero para entonces ya era muy tarde, el cáncer se había esparcido a los tejidos que rodeaban su páncreas. Cuando su biógrafo, Walter Isaacson, le preguntó sobre por qué había tomado esa decisión, Jobs afirmó que no quería que los médicos abrieran su cuerpo, ya que lo consideraría una especie de violación. Con el tiempo llegó a arrepentirse de su elección.

Según su biógrafo, en muchas ocasiones diferentes, Steve Jobs prefería ignorar los problemas que no quería que existieran. Esto le permitía tener una especie de pensamiento mágico, imaginando más allá de las posibilidades presentes. Pensar así le había funcionado antes para alcanzar sus metas. Pero en el momento más crítico para su salud, este protocolo le jugó en contra. Los valores que lo hacían único acabaron con su vida antes de tiempo.