Los vuelos de larga distancia pueden convertirse en una verdadera odisea para muchas personas. Por si fuera poco, a la llegada al destino suele haber varias horas de diferencia, por lo que, si no se ha descansado adecuadamente en el avión, el jet lag puede golpear aún más duramente. Es por esto por lo que, normalmente, intentamos dormir en la medida de lo posible. Lamentablemente, las condiciones no son las mejores para conciliar el sueño, por lo que hay quien busca una ayudita en el carrito del alcohol. Esto, en realidad, es contraproducente, pues la idea de que el alcohol ayuda a dormir no es más que un mito. Pero eso no es lo peor. Según un estudio publicado recientemente, beber alcohol en el avión antes de dormir puede ser muy peligroso.

Dicho estudio lo ha realizado un equipo de científicos procedentes del Instituto de Medicina Aeroespacial del Centro Aeroespacial Alemán y la Universidad RWTH de Aquisgrán. Para realizarlo partieron de la premisa de que la presión de la cabina en los vuelos de larga distancia disminuye la saturación de oxígeno en sangre, por lo que el alcohol en el avión no haría más que empeorar la situación.

Para comprobarlo, simularon un avión en su laboratorio y realizaron varios experimentos con la colaboración de 48 personas voluntarias. Los resultados, como esperaban, mostraron que habría que cambiar algunas normas sobre el consumo de alcohol en el avión.

Los problemas de la presión de cabina

Durante los vuelos de larga distancia, los aviones viajan a una gran altura, ya que así evitan muchas perturbaciones que podrían dificultar su desplazamiento. En algunos casos pueden alcanzar incluso más de 12.000 metros. Eso es ideal para el avión, pero no tanto para los pasajeros.

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En los vuelos de larga distancia los aviones se desplazan a gran altura. Crédito: Ross Parmly (Unsplash)

A medida que los humanos ascendemos a más altura, la concentración de oxígeno en el aire sigue siendo la misma. Eso no cambia. Sin embargo, la presión atmosférica sí que disminuye. A grandes rasgos, se debe a que tenemos una columna de aire menor presionando sobre nuestras cabezas. La presión de una mezcla de gases, como el aire, se compone de la suma de las presiones parciales de los gases que la componen. Por lo tanto, si la presión total disminuye, lo hace también la de cada uno de sus componentes. En el caso del aire, al ascender, disminuye la presión de oxígeno. Eso significa que hay una menor cantidad de moléculas para el mismo volumen de aire. Por lo tanto, cuando respiramos a gran altura, entra menos oxígeno en nuestros pulmones.

Lo máximo que soportamos bruscamente los seres humanos sin que se afecte nuestra salud es la presión equivalente a unos 2.400 metros de altura. Eso es mucho menos de lo que se alcanza en los vuelos de larga distancia. Por eso, las cabinas se presurizan, imitando la presión que hay a esos 2.400 metros. No se puede aumentar la presión tanto como si estuviésemos al nivel del mar, pero eso es aceptable para que todo funcione correctamente.

A esa presión, nuestra saturación de oxígeno desciende aproximadamente a un 90%. Esta no es una cifra baja, a pesar de que normalmente, si estamos sanos, nos encontramos entre el 95% y el 100%. Sin embargo, si bajamos de ese 90% la situación sí puede ser más peligrosa. Beber alcohol en el avión o en cualquier otro sitio puede afectar a la saturación de oxígeno. Por eso, estos científicos quisieron ver hasta qué punto resulta perjudicial. 

El riesgo de beber alcohol en el avión

Estudios anteriores a este han demostrado que el consumo de alcohol puede aumentar la frecuencia cardíaca, sobre todo durante el sueño. Cuando la saturación de oxígeno disminuye, la frecuencia cardíaca también aumenta, pues el corazón bombea más rápido para intentar compensar esa carencia de oxígeno llegando a los tejidos.

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Beber alcohol afecta a la frecuencia cardíaca, incluso si no estamos en un avión. Crédito: Helena Yankovska (Unsplash)

¿Qué pasaría si se sumasen ambos fenómenos al beber alcohol en el avión? Para responder a esta pregunta, los 48 participantes del estudio se dividieron en dos grupos: el control y el grupo de vuelo. Los del grupo control tuvieron que dormir en el laboratorio en condiciones normales de presión y oxígeno. En cambio, los del grupo de vuelo durmieron en una sala presurizada como la cabina de un avión de larga distancia. Incluso se reprodujeron los sonidos grabados en un vuelo de Colonia a El Cairo, para dar más realismo.

La mitad de cada grupo durmió cuatro horas sin tomar nada de alcohol, mientras que la otra mitad durmió el mismo tiempo, pero tras beber una cantidad de vodka equivalente a dos latas de cerveza al 5%. Tras dos noches de recuperación, se repitió el experimento cambiando las tornas. Es decir, los que habían bebido durmieron sin alcohol y los que no tomaron nada tuvieron que dormir tras una ración de vodka.

Así, en aquellos que imitaron beber alcohol en el avión, la saturación de oxígeno bajó hasta un 85% aproximadamente. En cuanto a la frecuencia cardíaca, fue de 87,73 latidos por minuto de media. Las cifras fueron mucho mejores para los que durmieron en un entorno de vuelo simulado, pero sin nada de alcohol. La saturación de oxígeno fue del 88%, mientras que las pulsaciones fueron de una media de 72,90 latidos por minuto. 

Las cifras, por supuesto, fueron mucho mejores para los que no imitaron un vuelo. De cualquier modo, en el caso de la simulación de viaje en avión, las constantes no llegan a ser peligrosas si no se bebe alcohol. 

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La salud del corazón podría verse afectada, sobre todo en personas mayores y con patologías de riesgo. Unsplash | Jesse Orrico

Sería necesario controlar el alcohol en los aviones

Las personas mayores o con enfermedades que aumenten el riesgo de problemas cardíacos podrían sufrir las consecuencias de beber alcohol en el avión y luego echarse a dormir. Lógicamente, la solución no es evitar dormir. En los vuelos a distancia eso puede ser una verdadera tortura. Además, tampoco sería saludable. 

Por eso, la mejor solución es reducir o incluso eliminar la venta de alcohol en el avión en vuelos de larga distancia. De hecho, lo ideal sería eliminarlo de todos los vuelos. No es indispensable y se gana mucha salud al evitarlo. Quizás ese sea el futuro, pero de momento se necesitan más estudios como este para animar a las aerolíneas a que se pongan en ello.