La saga Bad Boys, ha sido, al menos, irregular. En especial, porque la franquicia, que estrenó su primera película en 1995 bajo la dirección de Michael Bay, nunca ha tenido un objetivo muy claro. Como buddy cop movie que es, por supuesta, toda la energía de su guion ha estado enfocada en su pareja de detectives. Sin embargo, las diferentes tramas de sus secuelas, han sido una combinación de muchas cosas a la vez. De intrigas detectivescas a un relato completo de un amor perdido, las películas de la saga dan para todo.

Herederos inmediatos de la franquicia Arma Mortal, el duo formado por Mike Lowrey (Will Smith) y Marcus Burnett (Martin Lawrence), basa su éxito en la pantalla grande en la química. Algo que primero Bay, después Bilall Fallah y Adil El Arbi explotaron de manera adecuada. Con el sentido del humor y carisma de Smith y la capacidad de Lawrence para la improvisación humorística, las cintas fueron de grandes escenas de acción al sentido del humor más profano. 

Por lo que no es de extrañar que Bad Boys: Ride or Die, cuarta entrega y secuela inmediata del éxito prepandémico del 2020, regrese de nuevo al mismo escenario. Con el dúo de realizadores Adil El Arbi y Bilall Fallah, otra vez a la cabeza, la cinta tiene mucho de homenaje metarreferencial a su universo.

Bad Boys: Ride or Die

Bad Boys: Ride or Die, es mucho más un homenaje a la saga a la que pertenece que una película que agregue mucho al universo del cual procede. Lo que provoca que la película vaya de un lado a otro, entre explosiones, chistes y juegos de palabras, ya muy habituales en la saga y que aquí, llegan al argumento sin originalidad alguna. Con todo, la cinta remonta la cuesta y al menos, consigue ser entretenida.

Puntuación: 3 de 5.

De modo que no faltan secuencias de acción que recuerdan a las más emblemáticas de la franquicia. O chistes que van desde el amor atormentado y trágico de Mike en la tercera entrega — que, en esta ocasión, se ridiculiza — a la condición de abuelo de Marcus. Todo incluido en un estrafalario escenario de persecuciones — ahora, contra los queridos policías titulares , acusados de un crimen— que el guion de Chris Bremner y Will Beall no logra equilibrar del todo. 

Un comienzo lento

Con cuatro años transcurridos desde la anterior entrega, la película dedica una buena cantidad de tiempo — y diálogos innecesarios — a poner el día al posible espectador sobre lo que ha ocurrido. Pero la trama nunca ha sido lo suficientemente profunda como para que el resumen abarque más que el tono y ritmo que tendrá el argumento.

A saber: esta vez, la persecución es por la vida, la integridad y la lealtad de Mike y Marcus, entre sí y a la memoria del fallecido y ahora vilipendiado Capitán Howard (Joe Pantoliano). Un punto que permite a los personajes, tener varios de los mejores momentos en pantalla y sin duda, brindar a Bad Boys: Ride or Die su inagotable aire de entretenimiento y desenfado. Sin embargo, esta vez no es suficiente. 

Una película que no aporta nada al universo

El punto flaco de Bad Boys: Ride or Die, es que hereda muchos de los problemas de sus anteriores entregas. Solo que en esta ocasión los fallos de guion o de puesta en escena, no se solucionan con el encanto de Will Smith. Tampoco, con el humor físico de Martin Lawrence. De hecho, ambos actores parecen encontrarse en un equilibrio precario. 

Aunque tanto uno como otro están cómodos y sus respectivos papeles — y varios de los mejores puntos de la película, es gracias a ellos — también parecen esforzarse en exceso en brindarles atractivo. Lo que hace parecer a Lawrence forzado — en el mejor de los casos, caricaturesco — y a Will Smith, un poco fuera de lugar. En especial, este último hace un esfuerzo por recuperar a su Mike Lowrey en toda su energía y capacidad para seducir. Pero bien sea porque el actor ha perdido algo de su brillo, o porque esta vez el guion no le acompaña, no logra brindar real sustancia a su papel.

Un guion que no resulta del todo

Es evidente que el guion, intenta sacar provecho del bromance entre ambos actores. Pero en esta ocasión, la cinta necesita mucho más que eso para funcionar. La tercera entrega triunfó en taquilla y crítica, gracias a su capacidad para utilizar la exageración y persecuciones ruidosas a su favor. Sin embargo, esta vez la fórmula parece gastada. Por repetida — dos de sus grandes escenas son casi punto a punto idénticas a las que hicieron célebre la primera parte en 1995 —, por no conducir a ninguna parte. Mucho menos aportar nada a la historia. 

De hecho, una vez que el guion desarrolla su superficial conflicto, la trama se queda a medias. El plan para involucrar a los agentes protagonistas en una situación ambigua y potencialmente ilegal apenas se esboza. Pero de inmediato, salta a lo siguiente sin agregar mayor profundidad. Por lo que se concentra, en destacar, todos los elementos que hicieron popular a la franquicia. Solo ahora, con menos habilidad, desparpajo y sin duda, capacidad para sorprender. 

A pesar de todo,
Bad Boys: Ride or Die’ funciona

La cinta sufre, por tanto, en comparación. Es la menos inteligente, ingeniosa y la más tediosa de una saga que se ha distinguido hasta ahora por todo lo contrario. A pesar de eso, por sí sola, Bad Boys: Ride or Die, no es una mala película. 

Mucho más, cuando para su segundo trecho, las persecuciones a través de una Miami sobresaturada recuerdan sus momentos más altos. Pero el problema radica en que como parte de una saga frenética, humorística y dinámica, es el capítulo más flojo. 

Para su final — que deja claro, la historia continuará — la cinta parece más un homenaje a la franquicia que una trama capaz de sostenerse por sí sola. Puede que eso sea suficiente para los fanáticos acérrimos, pero queda por saber si podría serlo para mantener viva la identidad de la saga. Un punto bajo para una serie de películas que conoció mejores — y más brillantes — momentos. 

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