El director Matthew Vaughn (Kingsman: El servicio secreto) tiene un sentido acrobático del cine de acción. Pero más que eso, de convertir las grandes secuencias de disparos, peleas a mano limpias y muertes, en una inteligente forma de hacer avanzar la acción. No solo están ahí para ser sorprendentes o en cualquier caso, para rellenar el espacio. Para el realizador, las balas y puñetazos significan poder. En el mejor de los casos, una exploración del mundo que plantea. 

Algo, más que obvio en su nueva película Argylle: Agente secreto, en la que el cineasta explora en profundidad su estilo. Pero, en específico, lo convierte en el centro de una historia, que combina las secuencias visualmente extraordinarias con una trama metarreferencial. A saber: el libro homónimo es real y está escrito por la autora Elly Conway. Un nombre que, podría ser un seudónimo porque, en realidad, se sabe poco o nada sobre ella. El caso es que el guion de Jason Fuchs, adapta su libro usando el mismo truco que la escritora en la vida real. Lo que lleva a toda la historia, a una especie de juegos y guiños acerca de lo que es cierto — o no — en este argumento tramposo. 

Argylle: Agente secreto

Divertida, dinámica y visualmente deslumbrante, durante su primera hora. Pero después, se toma en serio y el guion se vuelve una conspiración exagerada, que se hace desordenada y sin mayor atractivo. Su final es predecible y aburrido: entretenida pero completamente hueca.

Puntuación: 3.5 de 5.

En la pantalla grande, el relato verídico de la escritora misteriosa se reproduce casi detalle a detalle. Elly Conway (Bryce Dallas Howard) se hizo famosa casi por un golpe de suerte, con sus apasionantes novelas sobre espías. Va por comenzar la quinta y está decidida a revelar todos los secretos que acumuló en las anteriores. Lo que incluye una traición a alto nivel que pone el peligro la vida del personaje principal y una organización enigmática, que esconde un acto de corrupción escandaloso. La cinta dedica una buena cantidad de tiempo a mostrar que Elly, imagina todo lo que añade a sus elaboradas narraciones. Por lo que no hay explicación, al momento en que sus tramas empiezan a ocurrir en la realidad, casi de manera exacta. 

Es entonces cuando el guion intenta desdoblarse — sin lograrlo — para dar la sensación que es también una especie de versión de la realidad convertida en ficción. La referencia al libro y a la escritora misteriosa es constante, pero no lo suficientemente cautivadora. De hecho, uno de los problemas es que nunca termina de ser creíble el juego de guiños. Eso, acerca de la posibilidad que Elly — la real y la cinematográfica — esté en el medio de una conjura que podría poner en peligro su vida de manera inminente. 

Las predicciones de una escritora ansiosa

Con distancia, lo mejor de la película es su primera media hora. Chispeante, llena de un sentido del humor delicioso y con una Bryce Dallas Howard llena de energía, cuenta todos los detalles necesarios sin revelar sus secretos. Por lo que de estar en un escritorio tecleando a ser perseguida en una conjura internacional, el personaje es el punto central de todo lo que ocurre con frenética rapidez. El director aprovecha la sensación de irrealidad que rodea a Elly, para plantear un dilema. ¿Es real lo que está pasando o se trata del libro, tal y como lo imagina su autora?

Pero esa interesante premisa, de inmediato, se pierde cuando Elly comienza a ser perseguida para ser asesinada. Lo que confirma sus temores y deshace el misterio. Por supuesto, la comparación entre la película La ciudad perdida de los hermanos Nee y protagonizada por Sandra Bullock es inevitable. No obstante, Matthew Vaughn se decanta mucho más por una versión más entretenida y superficial de su conocida saga Kingsman. Lo cual, por un lado, puede parecer es una ventaja, pero en realidad convierte a Argylle: Agente secreto en una copia barata y no demasiado interesante de la trilogía del director.

En realidad, uno de los problemas más complejos que atraviesa la película, es alejarse de comparaciones. Lo que no logra, a pesar de que el elenco le brinda una entusiasta mirada a este mundo de espías y traiciones. En especial, Henry Cavill como el agente secreto titular, que le da un curioso sentido del humor absurdo a su personaje. Es un placer la forma en que el actor crea un estereotipo exagerado y la mayoría de las veces plano, para jugar con la imagen de lo que se espera, podría ser un agente secreto.

Pero quien sorprende es Dua Lipa, que se pasa a la actuación con un encanto elegante que se roba todas las escenas en la que aparece. Sin embargo de nuevo, el director está más interesado en movimientos de cámaras alucinantes y escenas de peleas aparatosas como prestar más atención al guion. 

El punto bajo de la película, es que mientras el argumento insinúa una buena cantidad de ideas al fondo, Vaughn desea sorprender a nivel visual. Lo logra — tiene todos los recursos para hacerlo — pero no llega al nivel de inventiva de otras oportunidades. De nuevo, hay una pelea con baile — que recuerda más de lo conveniente al Rasputin de King’s Man: La primera misión — y abundante sangre derramada. Pero esta vez, sabe a poco y quizás se deba a que la película que insinúa — y no ocurre — es más interesante que la que narra con tomas apresuradas. Lastimosamente, la película también sufre de efectos especiales de baja calidad, lo que arruina su tramo medio y final. 

Poco que contar, mucho que mostrar

Mientras Elly, con gato incluido, intenta salvar su vida y además, al mundo civilizado, Argylle: Agente secreto pierde energía y sentido. Para sus últimas escenas, el largometraje visual que no se recupera en ningún punto. Algo que también ocurre con su trama, que termina por rellenar los espacios sin mucho tino y sin demasiado interés. 

Con escena poscréditos incluida, la premisa da para mucho más, pero la ambición no está al servicio de contar bien una historia compleja. Con giros de guion forzados para despistar, mucha trampa sin sustancia y al final, un cierre predecible, la película decepciona. Aún peor, aburre. Lo peor que puede decirse de una premisa cuyo mayor punto es ser un espectáculo entre risas y suspense. 

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