La antología True Detective ha pasado por todo tipo de altibajos. En especial, luego que la primera temporada, estrenada en 2014, se volviera un clásico de culto instantáneo. Las siguientes entregas debieron competir con ese éxito y además, tratar de superarlo. Ninguna pudo. Ahora, True Detective: Noche Polar no solo alcanza el mismo nivel de calidad, sino que hace algo más. Define lo que en realidad es el estilo de la serie de historias. Lograr una atmósfera incómoda, bien construida y dura, en que los hechos que se investigan, reflejan la oscuridad moral e intelectual de los personajes. 

El guion de Issa López — que también dirige la serie — analiza con cuidado lo que se oculta detrás de un caso con tintes sobrenaturales. Eso, en mitad de la noche eterna de Alaska. La premisa puede parecer corriente — no es la primera vez que la oscuridad perpetúa de la zona, se toma como escenario — hasta que enlaza el mito y un entorno inquietante.

Pero en lugar de decantarse por completo por el terror, la escritora toma una decisión brillante. Crear una especie de subgénero basado precisamente en esos elementos. Un noir paranormal, en que las apariciones espectrales, el miedo a lo que se esconde en la penumbra e incluso, fenómenos inexplicables en la fauna, son un escenario único. Al otro lado, dos oficiales intentan resolver el misterio de lo que parece un asesinato múltiple, enfrentándose al enigma físico. Pero también a los conflictos que las separan y las unen. 

Dos mujeres complejas

Por separado, Danvers (Jodie Foster) y Navarro (Kali Reis) atraviesan todo tipo de conflictos, que, a la vez, repercutirán en la investigación. Una y otra, comparten un pasado que las y al mismo tiempo, las conecta con lo que sea está ocurriendo en la región. La posibilidad que la respuesta a los crímenes múltiples que ambas investigan, solo puedan ser resueltos si colaboran entre sí, es evidente.

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Pero de la misma manera que en la primera temporada de True Detective, la cuarta tiene en cuenta que esa noción sobre lo que esconde el miedo. La guionista y directora, toma todo lo relativo este contexto complejo y profundizar en la muerte de un grupo de científicos. Además, convertir el caso — con método criminal, incluido — en un relato de terror impredecible. 

Un segundo capítulo revelador

En su segundo episodio, la serie deja claro hacia dónde se dirige. No solo se trata de la reaparición del simbolo del espiral, conocido e incluido en el argumento de la primera temporada. También, la mención expresa del nombre de una de las víctimas, cuyo apellido es Cohle, como lo era el del personaje encarnado por Matthew McConaughey. Al mismo tiempo, la serie se retrotrae a sus orígenes, con la mención a una misteriosa corporación Tutle. Tal y como se recordará, es el apellido de los líderes del culto a la muerte de la entrega inicial.

Todo lo anterior deja claro, que True Detective: Noche Polar, se vincula con la primera historia de manera profunda. Lo que podría explicar la insinuación que el pueblo ficticio en que ocurre la trama guarda un secreto, que es más evidente que nunca. Por lo que la narración, toma una dirección por completo nueva. A pesar de que sigue siendo una narración de detectives — lo que envía a Danvers y a Navarro en busca de pistas concretas — se sostiene en un trasfondo inexplicable. Lo que permite a la historia combinar dos géneros. La historia de la temporada es policiaca, con la estructura habitual de la investigación que lleva a caminos tenebrosos. 

Sin embargo, también es la historia del pueblo, sus habitantes, los terroríficos eventos que se extienden como una ola expansiva a través de la noche de Alaska. Lo interesante del experimento narrativo de Issa López, es que tomó la propuesta central de Nick Pizzolatto (guionista de la temporada original) y la hizo más tortuosa. ¿Qué pasaría si la ley y las investigaciones de un grupo de policías deben enfrentar un suceso que se escapa de su comprensión? López explora entonces en sus personajes, lo que permite que la serie se vincule directamente con su aclamada primera temporada. El miedo y el horror están en los extremos de lo que es una historia con un secreto incómodo.

La gran antología de HBO recupera su esencia

En la ya icónica primera entrega de True Detective, no había inmediatos elementos sobrenaturales. Pero, aun así, los detectives Rust Cohle (Matthew McConaughey) y Martin Hart (Woody Harrelson), luchaban por resolver un caso que marcó sus vidas. Nick Pizzolatto y el director Cary Fukunaga, narraron lo que podría ser solo una narración de un caso trágico desde dos protagonistas ambiguos. A la vez, el guion utilizó la región, las vivencias de sus personajes, traumas y dolores, para crear un trayecto hacia la oscuridad moral. Poco a poco, la serie dejaba claro que no era tan importante lo que había ocurrido, como la forma en que sus protagonistas lo recordaban. Algo que creaba la sensación de un horror latente y medias verdades que dotaron de una atmósfera densa y dura a la producción. 

Lo mismo ocurre con True Detective: Noche Polar. La matanza que dejó a su paso cadáveres que cuentan un suceso inexplicable, es solo el primero paso hacia algo más. En especial, porque el guion deja claro que todo lo que está pasando, se relaciona con un evento que desborda por completo el conocimiento de los que los investigan. Renos que se suicidan sin explicación, la reacción de otros animales a lo que parece una fuerza imparable. Apariciones y voces en la noche. Un pasado doloroso y críptico. Al igual que la escena que muestra a Danvers investigando, la serie se abre en un laberinto de imágenes que se hace más complicado — y, por tanto, interesante — capítulo a capítulo. 

Una noche blanca y sangrienta

Pero en particular, el segundo episodio de True Detective: Noche Polar, explora en un tipo de género híbrido que deja claro que la serie apuesta a lo ambicioso. Con sus tintes paranormales que se extienden en una investigación que involucra a todo el aparato de la ley, esta versión del procedimental táctico relacionado con lo espeluznante, es un delicado equilibrio.

 A un extremo, se encuentra los tópicos del terror y gore, reinventados para la serie. Por el otro, la cuidadosa idea que la muerte de las víctimas, es más un síntoma que una consecuencia que un hecho mayor. La cuarta temporada de True Detective alcanza, ahora, un terreno que la define. La de sostener que toda obra humana puede ser investigada y castigada, pero que lo hay más allá de ella, es también una amenaza. El punto de mayor interés de la producción.

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