Este domingo, 28 de enero, dos activistas lanzaron una sopa sobre la famosa Gioconda, expuesta en el Louvre. Afortunadamente, el cuadro de Leonardo de Vinci no ha sufrido ningún daño, gracias al cristal blindado que la protege. Sin embargo, las dos mujeres han logrado lo que querían. Que los titulares de todo el planeta hablen sobre ellas y su lucha por los cambios en el modelo alimentario global. Además, muchas personas se han lanzado a criticar el riesgo de realizar este tipo de ataques sobre obras de arte; a pesar de que, en realidad, el peligro, al menos en obras tan protegidas como esta, es nulo. De hecho, el ataque a la Gioconda con un plato de sopa es el menor de sus problemas, pues lo que se encierra bajo el cristal está mucho más dañado que lo que hay encima. 

Para entender esta afirmación, sería necesario viajar precisamente a España. En el Museo del Prado, en Madrid, puede verse una copia del cuadro de da Vinci, ejecutada por uno de sus discípulos. No se sabe bien quién pudo ser el responsable, aunque muchos expertos apuntan a Gian Giacomo Caprotti o Giovan Francesco Melzi. Fuese quien fuese, los análisis posteriores de la obra han demostrado que la pintó a la par que su maestro, realizando sobre ella los mismos cambios que iba llevando a cabo Leonardo. Pero a día de hoy hay una gran diferencia. La Gioconda del Prado ha pasado por menos penurias y, además, sí que ha sido restaurada, por lo que pueden verse bien los que fueron sus colores originales.

En cambio, la obra del Louvre está oscurecida por el paso del tiempo. El ataque a la Gioconda, de no haber tenido el cristal protector, quizás podría haberla deteriorado, pero de eso ya se ha encargado el paso del tiempo. Lógicamente, es algo que pasa con todos los cuadros, sobre todo cuando pasan por las calamidades a las que se ha visto expuesta la también llamada Mona Lisa. El problema es que el Louvre se niega a restaurarla, como si lo único que la pudiese dañar fuese un triste plato de sopa.

¿El ataque a la Gioconda es lo de menos?

En realidad, las responsables del ataque a la Gioconda han logrado lo que buscaban. Son dos activistas del colectivo Riposte Alimentaire, cuya misión es concienciar sobre los riesgos del modelo alimentario actual.

Reivindican la necesidad de hacer cambios muy profundos, tanto a nivel agrícola como industrial. Por supuesto, consideran que también deberían cambiarse las opciones alimentarias de la población, a nivel individualizado. Y para ello necesitan que los medios les escuchen. En el último año, muchos colectivos como el suyo a lo ancho del planeta han realizado reivindicaciones similares al ataque de la Gioconda. Casi siempre con comida o pintura y sobre obras de arte de gran envergadura.

La parte buena de todo esto es que, precisamente por su gran envergadura, son obras muy bien protegidas, de ahí que no hayan sufrido daños serios, más allá de algún marco. No se debe minimizar la responsabilidad de atacar de esta forma el patrimonio cultural. Es innegable que debe haber otras formas de hacerlo. Ahora bien, si de verdad creemos que el mayor problema de la integridad de la Mona Lisa es ese plato de sopa es que nos falta información.

gioconda del prado
Los colores de la Gioconda Del Prado se parecen más a los originales. Crédito: Museo Del Prado.

No es un cuadro elegido al azar

El ataque a la Gioconda no ha sido casual. Esta se considera una de las obras de arte más importantes de todos los tiempos. Sin duda, artísticamente tiene una gran relevancia, ¿pero qué la hace diferente al resto?

Podrían mencionarse muchos motivos, aunque sus desapariciones y ataques posiblemente sean la mayor razón. Porque no, este ataque a la Gioconda no ha sido el primero. Ni muchísimo menos.

Todo empezó el 22 de agosto de 1911 cuando la Mona Lisa desapareció del Louvre. Tras buscarla por todas partes, los trabajadores del museo comprendieron que acababan de sufrir un tremendo robo. La noticia no tardó en correr como la pólvora, llegando a los periódicos de todo el mundo. El público se agolpaba para visitar el hueco vacío en las paredes del museo. Y de repente, un cuadro que solo conocían unos pocos expertos, se convirtió en un icono cultural.

Precisamente puede que esa fama renovada sea la que permitió encontrar a su ladrón, un trabajador del museo llamado Vincenzo Peruggia. Unos años después del robo, cuando creía que las aguas se habían calmado, intentó vender el cuadro en Florencia, pero esta ya no era una pintura desconocida, por lo que fue fácil dar con él y detenerle.

Los bombaredeos de la Segunda Guerra Mundial pusieron de nuevo en peligro la obra. También los saqueos de los nazis. Por eso, el cuadro de da Vinci fue evacuado en varias ocasiones, para que el ejército alemán no lograse dar con ella. Afortunadamente, lo consiguieron.

Más tarde, en 1956, alguien lanzó una piedra sobre el cristal que la protegía. Este ataque a la Gioconda fue más dañino que el de las activistas, pues el proyectil atravesó el cristal y dañó la obra a la altura del codo de la modelo. A pesar de la restauración que se realizó después, aún quedan algunos vestigios de este deterioro. 

Ataques a la Gioconda en el siglo XXI

El primer ataque a la Gioconda del siglo XXI ocurrió en 2009, cuando una mujer rusa lanzó una taza contra el cristal del cuadro, como protesta por haberle sido denegada la ciudadanía francesa. Por ese entonces la seguridad del cuadro era mucho mayor, como en 2022, cuando un hombre arrojó un trozo de tarta contra el cristal blindado. Este último, por lo tanto, no ha sido ni mucho menos el primer ataque a la Gioconda. 

La parte buena es que, por fuera, está muy bien protegida. No se puede decir lo mismo por dentro.

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Los pigmentos se degradan con el paso del tiempo. Crédito: Zhang Xinxin (Unsplash)

Los motivos del oscurecimiento de la Mona Lisa

Con el paso del tiempo, los pigmentos de las obras de arte se van descomponiendo, cambiando su coloración. Este es un proceso que se acelera con la exposición a la luz, de ahí que las obras expuestas en museos acaben degradándose más deprisa que las que se almacenan en lugares oscuros. Además, es la razón por la que en la mayoría de museos están prohibidas las fotografías con flash.

Por otro lado, la suciedad del ambiente puede penetrar en las capas de pintura sin barnizar. En el caso de la Gioconda, sí que está barnizada, por lo que la pintura está protegida de la suciedad. No obstante, los barnices también se oscurecen y amarillean, como bien puede verse en sus colores predominantes.

Todo esto ha provocado que los colores de la obra original de da Vinci disten mucho de los de la Gioconda del Prado. Afortunadamente, podría solucionarse con una restauración; pero, de momento, los responsables del Louvre se niegan a llevarla a cabo.

En las pocas declaraciones realizadas al respecto, desde el museo han asegurado que una restauración causaría el rechazo del público, ya que los nuevos colores no se corresponderían con los que todo el mundo asocia con la obra. También hay quien cree que se debe a que supondría tener el cuadro sin exponer durante mucho tiempo y eso afectaría a la afluencia de visitantes.

Sea por un motivo o por otro, sigue resultando curiosa la preocupación por una sopa que solo ha manchado un cristal, y no por el deterioro real de una de las obras de arte más importantes de todos los tiempos. 

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