¿Quién no se ha cruzado alguna vez con ese trabajador de museo ninja que aparece de la nada justo cuando intentamos hacer una foto a una obra expuesta? Aunque, en realidad, las fotografías en los museos no están prohibidas siempre. Generalmente, lo que suele estar vetado es el uso del flash. Se suele decir que es porque se dañan las pinturas, aunque hay quien cree que es más bien una forma de evitar que los visitantes hagan fotografías y, si quieren una buena instantánea, hagan una compra en la tienda del museo.

Es cierto que podemos hacer una foto sin flash, pero, para colmo, las luces suelen ser demasiado tenues, de modo que las fotografías en los museos no salen demasiado bien. La realidad es que si se decidió prohibir el uso de flash para inmortalizar obras de arte fue con una intención clara: proteger las pinturas.

La luz, tanto la procedente del flash, como la ambiental, pueden dañar algunos pigmentos, afectando claramente al color de los cuadros. Esto es algo que está más que demostrado, aunque hay expertos que señalan que el flash de las cámaras de los teléfonos móviles, por mucho que se acumule, no es tan dañino como lo serían los que se utilizaban en el pasado. Por eso, algunos abogan por la retirada de estas prohibiciones, mientras que otros insisten en que, aunque sea solo por si acaso, se mantengan. Posiblemente lo que se haga con las fotografías en los museos termine siendo una decisión individual de los gestores de cada uno. De momento, por si acaso, lo mejor es, como mucho, captar las imágenes sin flash. Siempre que esté permitido, por supuesto.

El problema de la luz

La luz es una radiación electromagnética, cuya longitud de onda varía dependiendo de su color. Esa longitud de onda también es la responsable de que las partículas que componen la luz, llamadas fotones, tengan más o menos energía.

Por otro lado, la materia, incluyendo los pigmentos de las pinturas de los museos, están compuestas por átomos. Esos átomos contienen un núcleo, en el que se encuentran los protones y los neutrones, rodeado de una corteza, en la que están los electrones.

Por otro lado, los electrones se encuentran ordenados en capas, pero pueden saltar hacia fuera cuando incide energía sobre ellos. Esto se conoce como excitación del átomo. El átomo excitado intenta volver a su configuración habitual, de manera que los electrones vuelven a la capa que les corresponde normalmente. En ese proceso, se libera energía, a menudo en forma de calor o luz. 

El problema es que, en algunos casos, esa energía puede romper los enlaces entre los átomos que forman la materia. Algunos pigmentos son especialmente sensibles, por lo que, al deteriorarse, la pintura pierde su color original. 

Por ese motivo, se controla mucho la luz que incide sobre las obras de arte. No solo se controlan las fotografías en los museos. También se suelen mantener las pinturas en una cierta penumbra. Suficiente para que se puedan ver los cuadros sin problemas, pero no tanta como para que los pigmentos corran peligro.

¿Qué pasa con el flash?

El flash de las cámaras de fotos no deja de ser luz. Si una sola persona hace una fotografía con flash, no le pasará absolutamente nada a las pinturas. El problema es que en algunos museos pueden pasar miles de personas al día delante de un cuadro. Si todas toman imágenes con flash, la luz sí podría dañar los pigmentos. O al menos eso es lo que se cree.

En 1994, el investigador Martin Evans, de la Universidad de Cambridge, publicó una investigación sobre los peligros del flash para las obras de arte. Dicho estudio concluía que el flash electrónico, como el que hoy en día tienen los teléfonos móviles, supone un peligro insignificante para la estabilidad de los pigmentos. Incluso de forma acumulativa. Además, otros investigadores coinciden en que ese peligro mínimo se puede compensar regulando las luces antes de las visitas del público.

capilla sitian
El de la Capilla Sixtina es un caso muy particular. Crédito: Calvin Craig (Unsplash)

Entonces, ¿por qué están prohibidas las fotografías en los museos?

Que el flash no sea un peligro inconmensurable no quiere decir que sea inocuo para las pinturas. Cuando se trata de obras de arte de gran valor, algunas ya con un estado de conservación deteriorado, vale la pena evitar el riesgo, por mínimo que sea.

Ahora bien, también se pueden prohibir las fotografías en los museos por otros motivos. Por ejemplo, que el paso de los visitantes sea más fluido. Si todos se paran a inmortalizar las imágenes, los desplazamientos son más incómodos, y el flujo de personas en algunas obras puede verse atorado.

Esto se aplica tanto para las imágenes con flash como sin flash, por eso en algunos museos se prohíben las fotos por completo. Por otro lado, hay lugares en los que hay otros motivos, puramente económicos y bastante curiosos. Es, por ejemplo, el caso de la Capilla Sixtina. Por supuesto, aquí se debe tener cuidado con el flash de las fotos. Pero, además, no se pueden tomar imágenes ni vídeos de ningún tipo, aun teniendo cuidado con el exceso de luz. Esto empezó teniendo relación con un acuerdo tomado hace 40 años entre el Vaticano y la cadena de televisión japonesa Nippon TV

Las obras de la Capilla Sixtina requerían una restauración millonaria, para la que apenas había fondos. La cadena de televisión nipona se ofreció a financiarlos, pero no por amor al arte, sino para, como contrapartida, tener todos los derechos de explotación de las pinturas de su interior. Esto quiere decir que cualquier documental o reportaje que se grabase allí debería hacerse con su permiso y pagando una importante suma de dinero. Si no, solo sus cámaras podrían inmortalizar estas obras. 

Cabe destacar que esta cesión de derechos finalizó en 1997. Sin embargo, el Vaticano decidió mantener las restricciones, sobre todo para evitar el caos de tener a miles de turistas amontonados para fotografiar la Capilla Sixtina. En este caso, la luz es lo de menos. La búsqueda del orden es la principal razón.