Los porteros de fútbol tienen algo especial. Debido a su posición en el campo de juego, deben tomar decisiones rapidísimas, a partir de información incompleta procedente de varios sentidos. Por ejemplo, la posición del delantero y el sonido del balón al chocar con su pie, pueden ser la clave para decidir cuándo y hacia dónde deben lanzarse para evitar el gol. Pero puede que todo eso cambie en un relámpago, si otro jugador interviene. 

Todo esto ha llevado a muchos científicos a sospechar que el cerebro de los porteros debe estar hecho de otra pasta. Que hay algo que les permite tomar decisiones mucho más deprisa que casi cualquier persona. Sin embargo, nunca se había llevado a cabo una investigación para demostrarlo. Los primeros en hacerlo han sido los miembros de un equipo de investigadores de la Universidad de la Ciudad de Dublín, en Irlanda. El primer autor del estudio es Michael Quinn, psicólogo y ex portero profesional de fútbol. Aunque es mucho más conocido por este deporte su padre, Niall Quinn, quien llegó a ser delantero de la selección irlandesa.

Quinn y el resto del equipo realizaron una serie de pruebas a un grupo de voluntarios formado por tres grupos de población: porteros de fútbol, jugadores de este mismo deporte, pero en otras posiciones, y población general, que no tenía nada que ver con el sector futbolístico. Tras la realización de este experimento, se demostró por primera vez que, efectivamente, los porteros de fútbol procesan el mundo que les rodea de un modo diferente a como lo hacemos el resto de mortales. Ahora bien, ¿fue antes el huevo o la gallina?

La mente especial de los porteros de fútbol

Quinn y sus compañeros quisieron calcular la ventana de enlace temporal de los participantes del estudio. Este término hace referencia a la ventana temporal en la cual las entradas procedentes de diferentes sentidos se fusionan para dar lugar a un solo evento perceptivo. Dicho de otro modo, se trata del tiempo que se tarda en integrar la información proveniente de diferentes sentidos para poder usarla en conjunto.

Esta ventana debe ser lo suficientemente ancha como para incluir todos los estímulos que estén relacionados contextualmente, pero también suficientemente estrecha para usarlos en conjunto y excluir los que no sean relevantes. En el caso de los porteros de fútbol, deben ser capaces de excluir, por ejemplo, el sonido de alguien que silba en las gradas, pero utilizar simultáneamente la información visual de la posición del balón y el sonido del chute del delantero hacia puerta. 

Para medir este parámetros normalmente se usa una prueba que consiste en hacer que los participantes observen una serie de destellos (información visual) seguidos de pitidos (información auditiva) y calculen la cantidad de pulsos de cada estímulo que han visto u oído. Cuando los estímulos se dan muy seguidos, puede haber confusiones, como creer que el número de pitidos ha sido el mismo que el de destellos. No obstante, cuando se van separando en el tiempo, va siendo más fácil discernir unos de otros. Así, se puede ver si se están procesando las dos cosas a la vez y no una primero y otra después. 

Al hacer este experimento, se vio que la ventana de enlace temporal era más estrecha en los porteros de fútbol. Es decir, eran capaces de integrar mucho más rápido la información proveniente de varios sentidos y usarla a la vez.

Eso explicaría por qué pueden tomar decisiones tan deprisa, en comparación con otros jugadores de fútbol y, sobre todo, con otras personas del resto de la población.

¿Qué fue antes, el huevo o la gallina?

porteros de fútbol
Los niños porteros se entrenan durante muchas horas. ¿Eso les hace ver el mundo de otra forma o ya estaban predispuestos y por eso acaban en la portería? Crédito: Baylee Gramling (Unsplash)

Una vez que estos autores han visto la forma de demostrar esa mentalidad especial de los porteros de fútbol, quieren dar más pasos. El primero será comprobar si hay otras profesiones, o incluso otras posiciones concretas de futbolistas, que tengan una ventana aún más estrecha. 

Después, quieren discernir el orden de los fenómenos. Es decir, buscan saber si el entrenamiento exhaustivo al que se someten los porteros moldea su cerebro para integrar mejor la información de los sentidos. O si, por el contrario, las personas que tienen esta habilidad de nacimiento se ven más predispuestas a jugar al fútbol. Puede que pasen por varias posiciones y, al comprobar el entrenador que lo suyo es parar goles, se queden ya en la portería.

De momento, esto es un misterio. Lo que está claro es que los porteros del fútbol ven el mundo de otra manera. No importa si es un don o el resultado de años y años de entrenamiento.

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