Apagar la radio para aparcar o ponernos las gafas para hablar por teléfono son algunos de los actos cotidianos en los que mezclamos los sentidos sin darnos cuenta. Quizás lo de apagar la radio para aparcar podría justificarse con una gran necesidad de concentración. Pero no hay concentración que explique el asunto de las gafas, ni tampoco otras muchas situaciones parecidas. Las personas con sinestesia llevan al extremo este enlace de sentidos, siendo capaces de dibujar sonidos o ver poesía en los números. Pero el resto de los mortales también realizamos algunas pequeñas asociaciones de forma inconsciente. Por ejemplo, los olores influyen en nuestra percepción de los colores.
Es algo muy sutil, de lo que no nos damos cuenta. No obstante, según un estudio que se acaba de publicar en Frontiers in Psychology, es algo bastante habitual. Esta investigación llega para complementar otras anteriores, como la que demostraba que los colores influyen en la percepción del sabor, o que los olores tienen que ver con nuestra percepción del movimiento.
Es importante reconocer que el estudio se ha llevado a cabo con pocos participantes. No obstante, los resultados son suficientemente significativos como para tenerlos en cuenta. ¿Pero qué es lo que han visto exactamente?
El color de los olores
En este estudio participaron 24 personas adultas, que se sentaron en una habitación oscura frente a un ordenador. Durante los primeros cuatro minutos que estuvieron sentados, se utilizó un purificador para limpiar el aire. Después, durante 5 minutos, se difundió un olor en la estancia. No se les avisó cuándo se liberaba el olor ni cuál sería. De hecho, este se eligió al azar de una lista que incluía caramelo, café, menta, limón y cereza. Además, en algunos casos se usó agua limpia en vez de una fragancia.
Mientras se daba este proceso de limpieza y perfume del aire, los participantes vieron en la pantalla del ordenador un parche deslizante que podía ser de dos tipos. En un caso iba del amarillo al azul y en otro del verde al rojo, hasta llegar a un gris neutro en ambos casos.
El objetivo era comprobar si el aroma que olían en cada momento influía en la percepción de la evolución del color. Y así fue. Cuando simplemente se liberaba agua, los colores se percibían exactamente como se manifestaban en la pantalla. pero cuando había perfumes concretos la cosa cambiaba. Esto se ve sobre todo en el gris.
Por ejemplo, con el aroma a café, los participantes en su mayoría describieron el gris como un tono más bien marrón rojizo que neutro. En cambio, con el olor a caramelo se convertía en un gris amarillento. En general hubo cambios con todos los aromas, menos con el de menta.
¿Para qué sirve todo esto?
Nuestro cerebro recibe continuamente información procedente de todos los sentidos, que debe integrarse para funcionar de una forma más eficiente. Es algo que se ve en un estudio reciente, que demostró precisamente que los porteros de fútbol tienen una mayor capacidad para integrar rápidamente esa información y que eso les ayuda a tomar decisiones rápidamente, en lo que un balón recién chutado tarda en llegar a la portería.
Por eso, es importante tener constancia de cómo interaccionan los sentidos entre sí. Está bastante bien estudiado el caso del sabor y los colores. De hecho, en 1980 se publicó un estudio en el que se demostraba que los colores de una bebida pueden influir en el sabor que se percibe. Por ejemplo, si una persona bebía un refresco de cereza, pero de color anaranjado, creían que en realidad era una bebida de naranja.
Esto ayuda a los fabricantes de alimentos y bebidas a potenciar los sabores que buscan con algo tan simple como la adición de colorante.
También se han realizado estudios previos sobre los olores y la visión. En 2021, se vio que, al poner a un grupo de participantes una serie de puntos moviéndose en la pantalla de un ordenador, el olor de fondo influía en la velocidad de movimiento. Con limón parecía que se movía más deprisa y con vainilla más despacio. Este tipo de conclusiones se utilizan en márketing. De hecho, es la razón por la que a menudo los casinos huelen a limón. Porque esa sensación de velocidad invita a tomar decisiones arriesgadas, sin pararse a meditarlas. Raro sería encontrar una sala de juegos que huela a vainilla.
Ahora, con este nuevo estudio, sabemos que hay olores que influyen en nuestra percepción de color. O al menos lo parece. Habría que repetir el estudio con más participantes y buscar las causas, aunque posiblemente se trate de un asunto de asociación a lo cotidiano, como con el color y el sabor a naranja. Por otro lado, estos científicos quieren comprobar si ocurre lo mismo con un olor que se percibe por primera vez. Con todos estos avances, seguro que los expertos en márketing ven la forma de aprovechar estos nuevos conocimientos sobre colores.