En 1950, el físico Enrico Fermi se planteó la posibilidad de vida extraterrestre — o mejor dicho, el encuentro humano con ella — desde una paradoja. ¿Había las condiciones o escenarios reales para un suceso semejante? La respuesta dejó claro que era muy poco probable. La diferencia entre la hipotética tecnología alienígena en contraposición con la disponible en la Tierra, entre otras razones, apuntó a que, quizás, jamás sepamos con certeza si estamos solos en el universo. Aun así, la afirmación llegó en una época, en que los avistamientos de sucesos relacionados con ovnis, comenzaron a volverse masivos.

La docuserie Encuentros de Netflix, producida por Amblin, explora en los pormenores de varios de los casos más famosos del fenómeno. Todo, a la luz del método científico. Lo cual supone, desde entrevistas directas con los testigos, análisis de campo e incluso, teorías científicas basadas en los testimonios. La premisa, además, promete, desde el principio, dar al menos una respuesta que afirme o niegue la veracidad de alguno de los sucesos. En especial, los que tienen detractores públicos o en el peor de los casos, han sido desmentidos por vías oficiales. 

Pero el argumento no logra casi ninguno de sus objetivos. A pesar de la detallada reconstrucción de los eventos a través de escenas cuidadosas, Encuentros no profundiza en lo que narra. Al contrario, cada uno de los cuatro capítulos, se limita a repetir informaciones ya conocidas, para lo que agrega testimonios detallados de sus testigos. Sin embargo, no va más allá del drama humano de vivir una situación inexplicable o lo que supuso un evento semejante para los observadores. Más interesado en despertar la curiosidad de los posibles creyentes, la serie no intenta aportar datos, sino dejar en claro en que hay versiones reales sobre hechos desconcertantes. Pero, ¿eso es suficiente? 

Una investigación tediosa

Con una hora de duración, cada episodio se concentra en sus testigos presenciales, a los cuales sigue y cuestiona de manera tibia. Desde una ola de avistamientos en Texas, hasta un encuentro que involucró a buena parte de los alumnos en una escuela en Zimbabwe. La miniserie se toma el tiempo de escuchar cada una de las versiones, contrastar sus diferencias e incluso, apuntar hacia las voces divergentes. Pero la producción carece del ingenio como para que semejante cantidad de información, no pase de ser una colección de entrevistas. La mayoría de ellas, con el habitual primer plano e iluminación de luz natural, que permite acentuar el dramatismo

Pero, a pesar de su casi cinematográfico apartado visual, no hay nada nuevo que añadir a los datos conocidos sobre los diferentes eventos. Lo que convierte a las extensas conversaciones en cámara en lugares comunes de datos disponibles en libros, reportajes e incluso internet. La miniserie carece de la originalidad para convertir su punto de vista del tema, en algo más que un resumen sobrio acerca de una serie de elucubraciones sobre circunstancias poco claras. Una y otra vez, las imágenes borrosas de luces en el cielo o siluetas deformadas por la distancia de objetos inexplicables, se muestran como evidencia

Pero la trama es tan torpe, que las múltiples entrevistas y puntos de vista no llevan a ninguna parte. Mucho menos, a una conclusión clara. A lo sumo, cuestiona, de manera accidental, la cordura de los entrevistados. Lo cual pareciera hacer referencia, sin querer, al hecho inevitable que todos los testigos son considerados, antes o después, desequilibrados o aquejados de problemas mentales. 

Preguntas y respuestas sin objetivo

La producción, que no tiene un propósito claro, se interesa por los relatos, pero no los cuestiona. Con apenas un par de voces discordantes — incluyendo un testigo directo que admite haberse inventado la experiencia — la docuserie no aporta nada nuevo. Antes de eso, es incapaz de encontrar un punto de neutralidad científica. Por lo que tiene mayor interés en ser una especie de escenario sin juicios, en que los diversos entrevistados puedan expresar sus ideas al respecto. 

En lugar de eso, solo abre la posibilidad para que los sucesos relacionados con ovnis, sea sometido a debate. La pregunta es si es necesario volver a explorar historias conocidas, convertidas en referencias, para llegar a una conclusión idéntica a la que ya hay. Encuentros no pasa de la superficie al investigar a su fenómeno central. 

No lo intenta y tampoco está interesada en ser algo más que la enésima versión de una forma de mostrar un misterio popular que subsiste por décadas. Pero en una época en que hay debates acerca de la realidad física de pruebas, este retroceso a la mirada filosófica sobre el tema, no aporta gran cosa. Su verdadero problema. 

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