El skincare está de moda. Siempre nos hemos lavado la cara y hemos usado algunas cremas, pero en los últimos años se ha convertido en todo un ritual. Incluso ha llegado a occidente la rutina coreana, formada por diez pasos, con un inicio marcado por una doble limpieza. Puedes rechazar muchos de los pasos de la rutina completa, pero lo cierto es que la limpieza facial en dos pasos es demasiado buena para obviarla. Con ella, la piel queda mucho más limpia y preparada para lo que viene después. Pero hay un problema. Y es que, ni siquiera así, evitamos esa típica sensación de tirantez que tenemos siempre cuando nos lavamos la cara.

Una cosa es tener la piel tersa, algo por lo que la gente llega incluso a inyectarse toxinas bacterianas, y otra muy diferente la tensión que solemos sentir tras la limpieza facial. De hecho, cuando vemos a influencers de cosmética valorando limpiadores, el factor al que más importancia suelen darle es que no deje esa sensación de tirantez.

El problema es que es muy difícil evitarla; porque, al contrario de lo que podríamos pensar, esa sensación está en nuestra cabeza. Sí, hay algo en la piel que la dispara, pero es el cerebro el que confunde lo que está ocurriendo y responde de una forma exagerada. Por lo tanto, ahondar en esa explicación neurológica puede ser el detalle que los fabricantes de cosméticos han estado pasando por alto para que, por fin, la limpieza facial sea la experiencia agradable que merecen nuestra piel y nuestro cerebro. 

¿A qué se debe la tirantez de la limpieza facial?

Este curioso fenómeno lo ha descubierto recientemente un equipo de científicos de la Universidad de Stanford. En su estudio, publicado en PNAS Nexus, demuestran con un experimento de dos pasos las causas de la tirantez tras la limpieza facial.

Lo primero que hicieron fue plantear qué puede estar impulsando esa sensación. Cuando nos lavamos la cara, retiramos la suciedad, la polución, el sudor y otras impurezas. La mayoría de estas sustancias que queremos retirar tienen una base grasa, por lo que se usan jabones con tensioactivos, que ayudan a que se unan al agua y se retiren con ella. Pero, por desgracia, la piel está cubierta por aceites que la protegen y una parte de ellos también se retiran. 

Cuando esto ocurre, la barrera protectora de la piel, conocida como estrato córneo, se contrae. En cambio, si se añade encima una crema hidratante, esta aporta agua, que ayuda a hinchar el estrato córneo, devolviéndolo a su estado anterior.

Esto ocurre a nivel microscópico. ¿Cómo puede ser que nosotros lo percibamos tras la limpieza facial? 

Es la pregunta que se hicieron estos científicos, por lo que decidieron realizar un experimento. Por un lado, tomaron muestras de piel cultivadas en el laboratorio, procedentes de tres partes del cuerpo: la mejilla, la frente y el abdomen.

Las expusieron tanto a limpiadores faciales como a cremas hidratantes con diferentes formulaciones y procedieron a comprobar los cambios que generaban a nivel molecular. Como ya intuían, con los limpiadores se contrajo el estrato córneo. Con unos más y con otros menos. Y, después, la crema hidratante ayudó a hincharlo, también a diferentes niveles.

Un simulador de la piel humana

El siguiente paso consistió en introducir los datos moleculares analizados en un modelo de la piel humana, que permitía calcular cuáles serían las sensaciones que eso produciría in situ. Así, pudieron ver que, cuando el estrato córneo se contrae, se genera una señal que viaja por la piel hasta alcanzar los mecanorreceptores. Estos son receptores sensoriales que reaccionan ante una presión mecánica. Están muy relacionados con el sentido del tacto; porque, por ejemplo, nos permiten diferenciar distintas texturas de una superficie.

Cuando el estímulo generado por la contracción de la capa externa de la piel llega a estos receptores, envía una señal al cerebro, que lo interpreta como que algo está presionando la piel. Concretamente, se interpreta como si estuviésemos tirando de ella. 

El modelo artificial empleado por estos científicos les ayudó también a cuantificar la sensación de tirantez tras la limpieza facial y de recuperación con la hidratación, empleando distintos productos. Pero aún quedaba la segunda parte del experimento.

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La crema hidratante devuelve a la piel su estado normal.

Probando la limpieza facial directamente en humanos

Hasta aquí, todo eran cálculos hipotéticos, realizados a partir de células cultivadas y un modelo artificial. Por eso, estos científicos también quisieron probar su hipótesis directamente en humanos.

Por eso, probaron nueve limpiadores con 2.000 mujeres en Francia y seis cremas hidratantes con 700 mujeres en China. Los resultados fueron muy positivos para su investigación, ya que los resultados se correlacionaron claramente con lo que observaron en el laboratorio.

Es decir, cuando le preguntaron a las mujeres sobre su sensación de tirantez tras la limpieza facial o la hidratación, dieron respuestas muy similares a lo que se obtuvo con base en la hipótesis de los mecanorreceptores.

Es un hallazgo muy importante, ya que podrían tener la clave para evitar la desagradable sensación de tirantez que viene después de la limpieza facial. El estudio se ha llevado a cabo con la colaboración de L'Oréal, por lo que no sería extraño que esta marca pronto fabrique limpiadores con un uso más placentero. Y es que no hay nada como estudiar en profundidad los mecanismos de lo que nos pasa. Al fin y al cabo, casi todo, incluido lo concerniente a la cosmética, está gobernado por nuestro cerebro.

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