Misterio en Venecia es la nueva adaptación de las novelas de Agatha Christie, maestra del misterio por antonomasia. Sus textos han llenado horas y horas de cine y televisión. En el último lustro, Kenneth Branagh ha sido el encargado de llevar a la gran pantalla sus relatos. El cineasta, además, también encarna al ilustre detective Hercules Poirot. El nuevo filme, que se estrena el 15 de septiembre, es ya la tercera entrega de la franquicia. Para renovarse, esta vez introduce un drástico giro al terror. Con ello consigue salvar los muebles más que de sobra, pero sigue sin alcanzar la excelencia.

Después de Asesinato en el Oreint Express y de Muerte en el Nilo, Branagh se ha atrevido ahora con una historia algo menos conocida. En esta ocasión, el cineasta adapta la novela Las manzanas, escrita por Christie en 1969. Pero, a diferencia de las entregas anteriores, donde se ciñó en gran medida al material de partida, con Muerte en Venecia se han llevado a cabo cambios significativos. El más evidente, claro, su nueva y atractiva localización.

En la película, un Poirot retirado vive en la bella ciudad de los canales infinitos durante la posguerra. Allí recibe innumerables vistas de ciudadanos deseosos por resolver sus casos, pero siempre hace caso omiso de ellos. Un día, una escritora amiga suya llega para verle. Antaño ha acompañado al detective en algunas de sus investigaciones, escribiendo libros sobre ellas y haciéndole saltar a la fama. Esta vez es ella quien le propone un plan. En la víspera de Halloween, le invita a ir a una sesión de espiritismo en un palacio veneciano. En él, una joven murió tiempo atrás en extrañas circunstancias, y la medium que dirige el acto quiere contactar con su alma. Sin embargo, todo se torcerá, obligando a Poirot a ejercer de detective una vez más.

Misterio en Venecia

Misterio en Venecia

Kenneth Branagh sale indemne en su tercer intento como Hercules Poirot, pero vuelve a quedarse lejos de la maestría de Agatha Christie. En esta adaptación da un importante y acertado giro al cine de terror, pero no consigue alejarse de los mismos convencionalismos de sus películas anteriores. Su ritmo rápido y un entorno inigualable la hacen entretenida, pero sin la chispa y el ingenio que prometía un proyecto de esta envergadura.

Puntuación: 3 de 5.

Misterio en Venecia entretiene sin sorprender

En las dos películas anteriores, Branagh no solo había intentado apegarse a los textos de Christie, sino que había seguido las normas cinematográficas básicas del whodunit. Alguien ha sido asesinado y hay que resolver el caso. En líneas generales, Misterio en Venecia sigue esa misma estructura, aunque la pervierte levemente. La narrativa ya no es tan lineal, sino que se disecciona por capas, como si fuese una cebolla (aunque con mucha menos gracia que el Glass Onion de Rian Johnson). Se plantea una sesión de espiritismo que debe desenmascararse. Eso da paso a investigar una antigua muerte, pero a medida que Poirot va indagando, más desdichas salen a la luz. Llega un punto en que el objetivo inicial del caso queda totalmente olvidado en favor de las nuevas circunstancias.

Misterio en Venecia

Esta estructura, tan tradicional en los whodunits más sofisticados, funcionaría muy bien, de no ser porque todo va demasiado atropellado. Las pistas no se plantean con calma. Todo ocurre de repente, no hay tiempo de elucubrar teorías y atar cabos sueltos porque algo diferente ya está sucediendo en pantalla. Y así, en lugar de llevar al espectador de la mano hasta que Poirot dé con la clave, Misterio en Venecia nos aleja. Pone ante nuestros ojos una historia entretenida y disfrutable, sin duda, pero poco sugerente. El guion no es tan fino como debería, además de resultar extrañamente predecible para una franquicia que, si en algo podía destacar, era en generar cierta sorpresa con sus desenlaces. La nueva cinta no aburre, pero es difícil que deje huella.

Venecia, paraíso del terror

Lo que sí le sienta bien a Misterio en Venecia es su salto al terror. Branagh quería probar suerte en el cine de género, y le ha salido una metamorfosis muy resultona. No es especialmente innovadora en ningún aspecto. Los juegos de luces, sombras y distorsiones de lente son los habituales en este tipo de cintas. Y el uso de espíritus, mitología fantasmal y su enfrentamiento a la lógica racional está ya muy manido como para no plantear ningún toque distintivo. Todo es convencional. Pero funciona, está siempre en el tono correcto, que es lo importante. Branagh habrá tenido en el pasado golpes de lucidez mucho mejores, pero al menos el filme se mantiene a flote en todo momento. Es eficaz y provoca la inquietud necesaria para poner los pelos de punta cuando debe.

Misterio en Venecia

No hay mejor lugar en el mundo para llevar a cabo tamaña gesta que Venecia, una ciudad tan apabullantemente hermosa como horripilantemente inestable. El excesivo y artificioso CGI de las dos películas anteriores da paso ahora a una funesta estilización muy elegante. Máscaras de un blanco pálido resplandecen solitarias en la oscuridad de la noche. Picudas góndolas acuchillan la pantalla por las aguas de los estrechos canales. La violenta lluvia empapa los muros del viejo palacio renacentista. Venecia tiene un aura fantasmagórica única. La pena es que el 80% de la película transcurra dentro de la mansión. Pero el ambiente gótico lo impregna todo de manera más que notable, haciendo que Misterio en Venecia gane muchos puntos.

Apuntar más alto

En cualquier caso, el principal problema de Misterio en Venecia sigue siendo que no apunta todo lo alto que debería, como en las anteriores películas. A nivel artístico el presupuesto está mucho mejor empleado que antes, pero cojea de los mismos pies. Tiene un reparto de lujo con intérpretes de la talla de Michelle Yeoh, Jamie Dornan, Tina Fey o el propio Branagh. Pero por excéntricos que puedan ser sus papeles, todos van en piloto automático. La sensación vuelve a ser más de una colección de cromos que de un elenco elegido para la gloria.

Misterio en Venecia

En la dirección, Branagh tampoco arriesga. No imprime un sello distintivo. Pese a ser su proyecto, la película peca de falta de una doliente personalidad. Insisto, no es que le haga falta porque es lo suficientemente sólida como para estimular y enganchar. Pero con los ingredientes que había se podía hacer algo más. ¿Ha vuelto a ganarse la renovación para una cuarta aventura de su Poirot? A todas luces, sí. Pero no está compitiendo en la liga que se le presupone.

En definitiva, Misterio en Venecia consigue cumplir con los objetivos marcados. Es entretenida, ligera y su refrescante viraje al terror le sienta de miedo. Pero adolece de unos convencionalismos que empiezan a hacer mella en una franquicia que, tres películas después, sigue sin alzar el vuelo. No está mal, pero había potencial para mucho más.